lunes, 10 de abril de 2017

Lecturas del día, Lunes Santo, 10 de abril. Poema "A un hombre" de Susana March. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (42,1-7):

Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas. Esto dice el Señor, Dios, que crea y despliega los cielos, consolidó la tierra con su vegetación, da el respiro al pueblo que la habita y el aliento a quienes caminan por ella: «Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 26,1.2.3.13-14

R/.
El Señor es mi luz y mi salvación

El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R.

Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne, 
ellos, enemigos y adversarios, 
tropiezan y caen. R.

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (12,1-11):

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?». Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando. Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis». Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

Palabra del Señor

Poema:
A un hombre de Susana March 

Salvar este gran abismo del sexo
y luego, todo será sencillo.
Yo podré decirte que soy feliz
o desdichada,
que amo todavía
irrealizables cosas.
Tú me dirás tus secretos de hombre,
tu orfandad ante la vida,
tu miserable grandeza.
Seremos dos hermanos,
dos amigos, dos almas
que alientan por una misma causa.
Hace tiempo que dejé la coquetería
olvidada en el rincón oscuro
y polvoriento
de mi primera, balbuciente feminidad.
¡Ahora sólo quiero que me des la mano
con la fraternal melancolía
de todos los seres que padecen el mismo destino!
No afiles, porque soy mujer,
tu desdén o tu galantería,
no me des la limosna
de tu caballerosidad insalvable y amarga.


Breve comentario

En esta famosa escena se describe de nuevo con esa sucinta claridad que caracteriza las narraciones de los evangelistas la naturaleza humana. En este caso ante un foco de atracción como era Jesús, que es el común denominador de sus reacciones. Una multitud se acerca para cerciorarse de que Lázaro sigue vivo y para ver, siquiera de lejos, a su resucitador, al nuevo profeta que va haciendo milagros por donde pasa. Por otro lado, está Judas, atraído también por la figura del Señor, a la que envidia y desea su mal. Y por último, la entrega amorosa de María, sin reservas, absoluta, sin reparar en el qué dirán (de lo cual ya se encarga sobradamente Judas), entregando su alma representada en aquel perfume. Y el amor de Marta, que ama al Señor como sabe, con la atención de hacer fácil lo cotidiano, de acoger y cuidar con su esfuerzo a quien servicialmente ampara. Todos se sienten atraídos por Jesús, pero ¿qué diferencia, verdad, entre la curiosidad y la comprobación, la envidia y el amor?...

¿Cuál es la reacción de Jesús ante esta panoplia de reacciones humanas a su presencia? Las acepta, deja que ocurra, que el corazón de cada uno se exprese con libertad. Acepta la curiosidad más o menos desconfiada de unos, la envidia y el servicio hipócrita de otros, el amor de madre que cuida de su hijo y el amor de mujer enamorada que busca a su amado. Todo esto es el ser humano, de todo esto somos capaces, todo esto puede albergar nuestro corazón, y todo esto será trascendido como sólo Él ya sabía por su inminente muerte. Después de su crucifixión, el corazón humano seguirá envidiando, desconfiando, amando..., pero ya todo será distinto, tendrá un sentido y una dimensión desconocidas: hay un Dios que nos ama, que nos acepta y nos perdona. Y sabiéndolo, cada uno lo recibirá en función de esa apertura, de esa atracción por su presencia.

El poema de Susana March, una excelente como injustamente olvidada poeta, evoca de una forma íntima y certera, con enorme sinceridad, la entrega de sí de quien busca la comunión con su amado mucho más allá de la carne (salvado el "gran abismo del sexo"). Algunos pensarán que lo que voy a decir es muy discutible, y lo es, pero tengo la convicción y la experiencia personal de que la mujer (no todas evidentemente) ama con más profundidad que el varón. Preparadas espiritual y hasta biológicamente para acoger y recibir, saben esperar, gozar y renunciar de un modo que en el varón adquiere otras connotaciones. Y este poema lo refleja, como el evangelio: quienes en verdad aman a Jesús son María y Marta (Lázaro pasa a un significativo segundo plano en la narración de Juan, aunque sea el que motiva la visita del Señor). A un hombre va dedicado el poema; y el mejor de todos, Jesús, despierta la mejor feminidad de la mujer, la de María y la de Marta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.