viernes, 3 de noviembre de 2017

Lecturas del día, viernes, 3 de noviembre. Poema "Para vivir no quiero..." de Pedro Salinas. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (9,1-5):

Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 147,12-13.14-15.19-20

R/.
Glorifica al Señor, Jerusalén

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R/.

Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz. R/.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,1-6):

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Se encontró delante un hombre enfermo de hidropesía y, dirigiéndose a los maestros de la Ley y fariseos, preguntó: «¿Es lícito curar los sábados, o no?» Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió. Y a ellos les dijo: «Si a uno de vosotros se le cae al pozo el hijo o el buey, ¿no lo saca en seguida, aunque sea sábado?» Y se quedaron sin respuesta.

Palabra del Señor
 
Poema:
"Para vivir no quiero..." de Pedro Salinas
 
Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.

Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.

Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.

Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.

Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo.»
 
 
Breve comentario
 
Los judíos habían pasado de cumplir las prescripciones que aparecen registradas en los libros sagrados, prescripciones dadas por Dios por medio de los profetas, a imponerlas a Dios mismo. Desconocían que estaban ante Él cuando trataban a aquel artesano de Nazaret, tan aparentemente insignificante. El Señor viene a traer una nueva alianza para el hombre. Por una parte, es nueva porque el pueblo elegido será ya toda la humanidad, no sólo los judíos; por otra, porque toda prescripción divina debe estar en función del amor que Dios siente por sus criaturas y por el que éstas deben a su Creador. Sin amor, las prescripciones no valen nada. En origen siempre éste fue el mensaje de Dios al pueblo judío, desde el primer momento; pero la debilidad humana fue entendiendo las prescripciones divinas sólo como una manifestación de la omnipotencia divina, una relación de simple dominio y de aplacamiento, cuando era una relación instaurada para que el hombre pudiera progresar en su intimidad con Dios.

Por ello, el Señor no vino a abolir la Ley que Él mismo estableció, sino a darle plenitud. Es decir, a mostrar de forma abierta todo el proyecto divino para el hombre. El cordero que salve ya no será el de las ofrendas que realizaban en el templo: el cordero será Dios mismo en la Persona de su Hijo. Y esto es puro amor. Ante el Amor no caben prescripciones, postergaciones, límites, burocracias, excusas.  El Sábado está al servicio del hombre, no el hombre al servicio del Sábado.
 
Por supuesto, debemos evitar a toda costa una interpretación romántica, modernista o contemporánea de esta preeminencia del amor frente a la ley. Tampoco debemos leer el poema de Salinas en este sentido en el contexto en que lo utilizo. El amor de Dios expresa un orden natural de la realidad que tiene su traslación directa en las relaciones humanas. El amor esponsal, manifestado en el vínculo matrimonial, es sagrado. Eventualmente podríamos sentirnos enamorados del cónyuge de otro; pero en tales casos, no procede que ese amor, pura afectividad o atracción sentimental, rompa la ley divina del matrimonio. Es precisamente el amor conyugal el fundamento que hace posible la expresión del amor de Dios en la vida de aquellos llamados a esta vocación. Y de este amor, la generación de la vida en todos sus ámbitos: vida biológica nueva, vida moral, vida espiritual. Ante ese enamoramiento ilegítimo que rompe este vínculo sagrado sólo cabe la renuncia. Es más, será aquella renuncia la mejor expresión del amor por esa persona.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.