domingo, 5 de noviembre de 2017

Lecturas del día, domingo, 5 de noviembre. Poema "Todos ustedes parecen felices" de Ángel González. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la profecía de Malaquías (1,14–2,2b.8-10):

«Yo soy el Gran Rey, y mi nombre es respetado en las naciones –dice el Señor de los ejércitos–. Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes. Si no obedecéis y no os proponéis dar gloria a mi nombre –dice el Señor de los ejércitos–, os enviaré mi maldición. Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley, habéis invalidado mi alianza con Leví –dice el Señor de los ejércitos–. Pues yo os haré despreciables y viles ante el pueblo, por no haber guardado mis caminos, y porque os fijáis en las personas al aplicar la ley. ¿No tenemos todos un solo padre? ¿No nos creó el mismo Señor? ¿Por qué, pues, el hombre despoja a su prójimo, profanando la alianza de nuestros padres?»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 130,1.2.3
R/.
Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor

Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad. R/.

Sino que acallo
y modero mis deseos,
como un niño
en brazos de su madre. R/.

Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (29,7b-9.13):

Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor. Recordad si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. Ésa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (23,1-12):

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Todos ustedes parecen felices de Ángel González
 
...Y sonríen, a veces, cuando hablan.
Y se dicen , incluso,
palabras
de amor. Pero
se aman
de dos en dos
para
odiar de mil
en mil. Y guardan
toneladas de asco
por cada
milímetro de dicha.
Y parecen -nada
más que parecen- felices,
y hablan
con el fin de ocultar esa amargura
inevitable, y cuántas
veces no lo consiguen, como
no puedo yo ocultarla
por más tiempo; esta
desesperante, estéril, larga
ciega desolación por cualquier cosa
que —hacia donde no sé—, lenta, me arrastra.
 
Breve comentario
 
¿Por qué hacemos lo que hacemos? Esta pregunta es crucial en la vida de cualquiera. La motivación de nuestros actos es muchas veces más importante que los actos mismos. Su cualidad moral depende en gran medida de esta dimensión. Salvo aquellas acciones que objetivamente tienen una clara e inequívoca clasificación ética, la bondad de lo que hagamos está en función de la causa o la fuerza que nos mueve. Por mi profesión (también por mi propia vida), he conocido personas que hacían cosas objetivamente muy buenas movidas por motivaciones que no lo eran tanto. También he conocido personas que haciendo un mal, perseguían en cambio lo contrario. Resulta, pues, fundamental que logremos responder con sinceridad y claridad a la pregunta sobre nuestras motivaciones. La verdad o falsedad de una vida depende de ello. Y no olvidemos que al final tendremos que rendir cuentas a Dios no sólo de nuestros actos, sino de nuestras motivaciones. Entonces, no habrá engaño posible.

Es cierto que el Señor aprovecha en muchas ocasiones nuestro mal para hacer el bien. Cuántos profesores he tenido que preparaban muy bien sus clases por pura vanidad, y es por ésta que lograban ser excelentes enseñantes. A veces, el temor nos hace ser prudentes; a veces, la ira nos conduce a encararnos con lo intolerable; a veces, nuestra soledad saca toda nuestra ternura; a veces, el sufrimiento pasado nos hace más comprensivos con el dolor ajeno. Pero no es menos cierto que el mal puede enmascararse bajo la forma de bien. Como he dicho en otra ocasión en este espacio, la hipocresía quizá sea una de las expresiones más malvadas del mal. La maldad que se oculta de bien es la maldad más díficil de descubrir y de superar. La ambivalencia en todas sus expresiones, esa entreverada maldad en actos buenos, resulta inextricable y muy dañina al espíritu, pues produce una confusión donde bueno y malo parecen una unidad indiscernible. No se sabe dónde acaba y empieza uno y otro. El peor efecto del mal en estos casos es que el bien queda manchado por aquel. En el espíritu se instala así una duda perniciosa que se cierne sobre lo bueno, como se extiende una mancha de aceite que acaba impregnándolo todo.
 
Por ello debemos distinguir no sólo la bondad o maldad de lo que hacemos, sino por qué lo hacemos, o como nos decía un profesor argentino de psicoanálisis, "desde dónde" hacemos lo que hacemos. La hipocresía es la doble cara por antonomasia. Y los escribas y fariseos lo eran (no todos, supongo; pero debían de ser mayoría los que sí). La naturaleza humana es muy débil, y a nada que encuentra una cierta satisfacción o compensación exterior, las tentaciones de pecar se multiplican exponencialmente. 
 
Estemos, pues, muy atentos para distinguir la sencillez con que vivimos nuestras vidas. La transparencia de nuestros actos como de nuestras motivaciones. Para ello no hay mejor modelo de transparencia, de limpieza, de sencillez, que la actitud y el ejemplo del Señor. Que Él nos inspire siempre para que los demás al vernos puedan hacer lo que hacemos y lo que decimos; que seamos modelos, en cuanto que el Señor habite en nuestro corazón, de unidad de bien, sin ambivalencias ni hipocresías. Y que no nos creamos nada por ello: Maestro y Padre sólo hay uno. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.