jueves, 16 de noviembre de 2017

Lecturas del día, jueves, 16 de noviembre. Poema "Poema LVII" de Dulce María Loynaz. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de la Sabiduría (7,22–8,1):

La sabiduría es un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, móvil, penetrante, inmaculado, lúcido, invulnerable, bondadoso, agudo, incoercible, benéfico, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, todopoderoso, todo vigilante, que penetra todos los espíritus inteligentes, puros, sutilísimos. La sabiduría es más móvil que cualquier movimiento, y, en virtud de su pureza, lo atraviesa y lo penetra todo; porque es efluvio del poder divino, emanación purísima de la gloria del Omnipotente; por eso, nada inmundo se le pega. Es reflejo de la luz eterna, espejo nítido de la actividad de Dios e imagen de su bondad. Siendo una sola, todo lo puede; sin cambiar en nada, renueva el universo, y, entrando en las almas buenas de cada generación, va haciendo amigos de Dios y profetas; pues Dios ama sólo a quien convive con la sabiduría. Es más bella que el sol y que todas las constelaciones; comparada a la luz del día, sale ganando, pues a éste le releva la noche, mientras que a la sabiduría no le puede el mal. Alcanza con vigor de extremo a extremo y gobierna el universo con acierto.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 118

R/.
Tu palabra, Señor, es eterna

Tu Palabra, Señor, es eterna,
más estable que el cielo. R/.

Tu fidelidad de generación en generación,
igual que fundaste la tierra y permanece. R/.

Por tu mandamiento subsisten hasta hoy,
porque todo está a tu servicio. R/.

La explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. R/.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
enséñame tus leyes. R/.

Que mi alma viva para alabarte,
que tus mandamientos me auxilien. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,20-25):

En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el reino de Dios, Jesús les contestó: «El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.» Dijo a sus discípulos: «Llegará un tiempo en que desearéis vivir un día con el Hijo del hombre, y no podréis. Si os dicen que está aquí o está allí no os vayáis detrás. Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta generación.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Poema LVII de Dulce María Loynaz 

No te nombro; pero estás en mí 
como la música en la garganta del ruiseñor
aunque no esté cantando. 


Breve comentario

(Dedico esta pequeña reflexión al P. Jorge González Guadalix, ante los momentos de soledad humana que está atravesando, soledad pobladísima de Dios).

Después de leer en la primera lectura la veintena larga de adjetivos que intentan describir la naturaleza de la sabiduría, parece imposible que algo tan excelso y perfecto pueda pertenecer al género humano. De hecho, su origen es divino; el hombre participa de aquella en la medida que Dios habita en el hombre. Que Dios nos habite no es condición suficiente para lograr tal sabiduría. Dios respeta hasta tal punto nuestra libertad que espera a que le abramos el corazón, es decir, a que le permitamos hacer. Sólo con nuestro permiso puede el Señor actuar en nuestras vidas no sólo por medio de los acontecimientos exteriores, sino desde el interior mismo de nuestra alma. Somos sabios en la medida que percibimos que la huella de Dios se halla doquiera que miremos. Cuando vemos todo lo que existe empapado de la presencia divina, comenzando por nuestra propia vida, nuestros sufrimientos y experiencias, vamos adquiriendo esa naturaleza de su sabiduría. Es Dios quien puede darnos a conocer su verdad; sin Él nos dejaríamos arrastrar por los relumbrones del mundo y por el pobre conocimiento que una razón sin trascendencia puede obtener.

Pero dejar que Dios opere en el alma de una persona será, en un mundo alejado de él, fuente de todo tipo de sufrimiento para aquella. Es buen signo alejarnos de lo que el mundo considera óptimo o deseable en razón de la presencia de Dios en nuestra alma. A veces (muchas veces, diría incluso), Dios hace a la persona desadaptada para el mundo por medio de experiencias humanas de dolor que lo marcan de uno u otro modo. Pero no todo herido en su corazón se llena de Dios. El sufrimiento por el sufrimiento, sin sentido, gratuito y absurdo, sólo lleva a la destrucción. Cuando el hombre en su dolor de raíces puramente humanas, percibe la voluntad de Dios, comienza a abrir su vida a una dimensión enteramente nueva que la trasciende de aquellos orígenes mundanos y a dotar de sentido toda su experiencia. Es entonces que adviene a él la sorda pero fecundísima presencia de Dios en su vida: el hombre comienza a participar de la sabiduría divina. Así, hasta en el silencio del mundo sabremos cantar la armonía del Señor en él, aunque nadie nos oiga, aunque nadie nos entienda, aunque nadie parezca que nos acompañe. Como el ruiseñor que se sabe capaz de cantar aunque calle.

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