martes, 28 de noviembre de 2017

Lecturas del día, martes, 28 de noviembre. Poema "Muerte" de Homero Aridjis. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la profecía de Daniel (2,31-45):

En aquellos días, dijo Daniel a Nabucodonosor: «Tú, rey, viste una visión: una estatua majestuosa, una estatua gigantesca y de un brillo extraordinario; su aspecto era impresionante. Tenía la cabeza de oro fino, el pecho y los brazos de plata, el vientre y los muslos de bronce, las piernas de hierro y los pies de hierro mezclado con barro. En tu visión, una piedra se desprendió sin intervención humana, chocó con los pies de hierro y barro de la estatua y la hizo pedazos. Del golpe, se hicieron pedazos el hierro y el barro, el bronce, la plata y el oro, triturados como tamo de una era en verano, que el viento arrebata y desaparece sin dejar rastro. Y la piedra que deshizo la estatua creció hasta convertirse en una montaña enorme que ocupaba toda la tierra. Éste era el sueño; ahora explicaremos al rey su sentido: Tú, majestad, rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha concedido el reino y el poder, el dominio y la gloria, a quien ha dado poder sobre los hombres, dondequiera que vivan, sobre las bestias del campo y las aves del cielo, para que reines sobre ellos, tú eres la cabeza de oro. Te sucederá un reino de plata, menos poderoso. Después un tercer reino, de bronce, que dominará todo el orbe. Vendrá después un cuarto reino, fuerte como el hierro. Como el hierro destroza y machaca todo, así destrozará y triturará a todos. Los pies y los dedos que viste, de hierro mezclado con barro de alfarero, representan un reino dividido; conservará algo del vigor del hierro, porque viste hierro mezclado con arcilla. Los dedos de los pies, de hierro y barro, son un reino a la vez poderoso y débil. Como viste el hierro mezclado con la arcilla, así se mezclarán los linajes, pero no llegarán a fundirse, lo mismo que no se puede alear el hierro con el barro. Durante ese reinado, el Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido ni su dominio pasará a otro, sino que destruirá y acabará con todos los demás reinos, pero él durará por siempre; eso significa la piedra que viste desprendida del monte sin intervención humana y que destrozó el barro, el hierro, el bronce, la plata y el oro. Éste es el destino que el Dios poderoso comunica a su majestad. El sueño tiene sentido, la interpretación es cierta.»

Palabra de Dios

Salmo

Dn 3,57.58.59.60.61

R/.
Ensalzadlo con himnos por los siglos

Criaturas todas del Señor,
bendecid al Señor. R/.

Ángeles del Señor,
bendecid al Señor. R/.

Cielos, bendecid al Señor. R/.

Aguas del espacio,
bendecid al Señor. R/.

Ejércitos del Señor,
bendecid al Señor. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,5-11):

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.» Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?» Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien "El momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.» Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.»

Palabra del Señor

Poema:
Muerte de Homero Aridjis

En la cocina de la casa
el campesino viejo
mira las cucharas
que dejará a su hija
y los cuchillos
que heredará a su hijo
mira por la ventana
el caballo amarrado
la encina polvorienta
la nieta de grandes ojos
sentada sobre una cerca
mira el cerro
como un terrón quebrado
y no lejos la piedra
en la que se sentaron
su padre y su abuelo
mira la ventana sin vidrios
las paredes de adobe
mira las cosas
ya por última vez
y no dice nada 

Breve comentario

Estamos en los últimos días del ciclo litúrgico, a las puertas del adviento. Es el tiempo escatológico por excelencia, en que se tratan las realidades de la muerte y el destino final de la existencia. El Señor llama la atención en este pasaje evangélico de que todo el oropel y los brillos de esta vida desaparecerán por completo, incluyendo en esa vanidad humana el mismo templo de Jerusalén. El Señor anuncia su venida al final de los tiempos en medio de grandes desastres de toda índole. Pero al igual que Dios no está en la apariencia de los falsos esplendores del orgullo y la soberbia del hombre, tampoco está en esos desastres que antecederán a su aparición. El Señor vuelve a apelar a la fe y a la esperanza frente a todas esas calamidades que han de ocurrir a modo de preparación para el verdadero esplendor de Dios en la tierra.

Y esa apelación a la esperanza nace de una certidumbre que tiene todo corazón abierto a Dios. La verdadera herencia divina, como el verdadero sacrificio que Él acepta, no reside en edificios, ni en animales muertos en su honor, sino en el alma que asiente a su palabra y a su ejemplo. Este es el verdadero tesoro que heredará el cristiano entregado a Su voluntad. Aunque desaparezca el templo o se abra la tierra o se susciten guerras o hambrunas por doquier, Dios no abandona a quien le ha abierto la puerta de su alma.

En el bello poema de Aridjis, austero como el tema del que trata, me gusta imaginar que ese hombre sencillo que le queda poco de vida, sabe que en su pobreza y en la humildad de su existencia, a sus hijos y descendientes les va a dejar no sólo los pequeños útiles de su cotidianidad más modesta, sino que, tras el misterio de la muerte y del final, él les habrá transmitido la verdad de su amor, de su entrega honesta, de su esfuerzo, de su trabajo, de su sencillo ejemplo de campesino viejo, profundamente recto, profundamente íntegro, profundamente hombre. Es cierto que ese silencio final que envuelve su última mirada a lo que aún es su vida, puede interpretarse de muchos modos. Es grandeza del poeta el que deje abierto en cada lector el sentido de ese silencio, tal vez inquietante. En otra época de mi vida yo hubiera interpretado este poema en clave de escepticismo, fatalidad, sinsentido, incluso irrealidad de una vida que desaparece de modo absurdo, como apareció. Hoy lo percibo de un modo muy distinto: es el silencio de una vida cumplida. Estoy convencido de que ese viejo campesino transmitió un tesoro a las personas que amó: el tesoro de su amor limpio. Y ante esto, sobran las palabras. Su última mirada es contemplación de la verdad en esas pequeñas cosas que son su patrimonio material, reflejo humilde del insondable patrimonio que legó amando. 

2 comentarios:

  1. El poema está grabado en la misma piedra anciana en que reposan nuestros padres, nuestros abuelos y nuestros antepasados.

    En ese tesoro que pasa de generación en generación de esconde algo muy misterioso sobre la naturaleza del mundo y de la historia de los hombres, en que se pueden percibir las huellas de Dios.

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    1. Parece que el poeta no se decanta en una posición u otra. El silencio final del anciano campesino que ve ya muy próxima su muerte deja la cuestión abierta. No sé cuál es la posición personal del poeta (sé muy poco de la vida intelectual de este autor), pero tal como describe el mundo de aquel campesino lo que queda reflejado es la expresión de un mundo ordenado, con sentido, donde todo ocupa su puesto, donde hay equilibrio en las relaciones que lo unen. Esta es la profunda belleza del poema. El campesino calla porque va a dejar su mundo de forma adecuada (¡qué ternura desprende esa sencillez de dejar las cucharas a la hija y los cuchillos al hijo!). Este campesino ha vivido con plenitud, haciendo las cosas bien, respetando el orden del mundo, un orden que él recibió cuando era joven y que lega inalterado en el momento de morir.

      Para mí es de una grandeza enorme el destino del hombre que se sabe eslabón de una cadena. Cadena que es de Dios y que a Dios conduce.

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