sábado, 28 de octubre de 2017

Lecturas del día, sábado, 28 de octubre, S. Simón y S. Judas, apóstoles. Poema "Letanía" de Homero Aridjis. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (2,19-22):

Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 18,2-3.4-5

R/.
A toda la tierra alcanza su pregón

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R/.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,12-19):

En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

Palabra del Señor
 
Poema:
Letanía de Homero Aridjis
 
Ama al Dios que te ama
a la luz que tus ojos aman
al espíritu encarnado ama
al agua madre ama
a la tierra inteligente
como a ti mismo ama
al universo dentro y fuera de ti ama
como a un sol interior ama
a la luz vital
entre dos eternidades muertas ama
al poema del ser ama
en la vida y en la nada ama. 
 
Breve comentario
 
El Señor llama, y responder afirmativamente a su llamada es el primer gesto de amor hacia Él, amor que es respuesta al suyo y que se expresa en su requerimiento. El mero hecho de buscarlo, de sentir su necesidad, son las primeras formas de manifestación de esa cercanía que siempre implica la actitud amorosa. Es cierto que podemos amar lo que no nos conviene; podemos sentirnos llamados por el error, el pecado, el mal o la mentira. Y no siendo conscientes de la naturaleza buena o mala de lo que nos reclama, ni siquiera de la llamada misma, nuestro amor errado nos hiere. Pero aun en esos casos, por desgracia muy numerosos, en el alma humana está ese movimiento de comunión, de plenitud, de felicidad.
 
¿Qué sintieron los apóstoles al ser llamados por Jesucristo? No lo sabemos, pues es difícil imaginar a Dios hecho hombre dirigiéndose hacia nosotros en persona. O tal vez de algún modo sí, pues el Señor entra en relación, en diálogo con nosotros, aunque su voz no se encarne en la de un hombre, sino en el Espíritu que nos acompaña cuando le dejamos entrar en nuestro corazón. 
 
Personalmente, y son años de peregrinar en esta vida, aún no he logrado vislumbrar cuál es la tarea concreta que Dios quiere que realice. Hay llamadas muy claras, como todas las relacionadas con una u otra forma de consagración de la propia vida (sacerdocio, votos, etc.), y otras que sin poseer un perfil tan definido, supone una llamada inequívoca. El Señor me quiso casado y casado con Isabel, me quiso psicólogo, me quiso varón y español, que naciera a principios de los años sesenta, quiso que creciera con mi familia, que pasara por lo que pasé, que disfrutara de lo que disfruté, que tuviera ciertas heridas, muchas ya cerradas, otras aún abiertas, y alguna sangrante, que me guste la poesía y el arte, y que no me guste la ópera, etc., etc. Y en toda esa mezcolanza de cosas y experiencias que conforman una vida cualquiera, en todo ese conjunto aparentemente sin mucho sentido, está la llamada de Dios constante en mi vida, en la vida de cualquiera. Aunque uno, más allá de lo que se le exige a todo católico y que sabemos por su Palabra, siga buscando qué es lo que quiere exactamente de mí, en mi cotidianidad más común. Y este seguir buscándole, ya con la cabeza más blanca que gris, con todas mis limitaciones, es una forma de ser su discípulo, de amarlo, siquiera sea con el amor del que el Señor me ha hecho capaz, que no es mucho. La búsqueda es la primera forma de apostolado, aunque se esté ya a las puertas de la vejez. Los tiempos de Dios no son los nuestros. Sigamos el consejo del poeta: "Ama al Dios que te ama". 

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