miércoles, 11 de octubre de 2017

Lecturas del día, miércoles, 11 de octubre. Poema "Preferencias" de Andrés Trapiello. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la profecía de Jonás (4,1-11):.

Jonás sintió un disgusto enorme y estaba irritado. Oró al Señor en estos términos: «Señor, ¿no es esto lo que me temía yo en mi tierra? Por eso me adelanté a huir a Tarsis, porque sé que eres compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, que te arrepientes de las amenazas. Ahora, Señor, quítame la vida; más vale morir que vivir.» Respondióle el Señor: «¿Y tienes tú derecho a irritarte?» Jonás había salido de la ciudad, y estaba sentado al oriente. Allí se había hecho una choza y se sentaba a la sombra, esperando el destino de la ciudad. Entonces hizo crecer el Señor un ricino, alzándose por encima de Jonás para darle sombra y resguardarle del ardor del sol. Jonás se alegró mucho de aquel ricino. Pero el Señor envió un gusano, cuando el sol salía al día siguiente, el cual dañó al ricino, que se secó. Y, cuando el sol apretaba, envió el Señor un viento solano bochornoso; el sol hería la cabeza de Jonás, haciéndole desfallecer. Deseó Jonás morir, y dijo: «Más me vale morir que vivir.» Respondió el Señor a Jonás: «¿Crees que tienes derecho a irritarte por el ricino?» Contestó él: «Con razón siento un disgusto mortal.» Respondióle el Señor: «Tú te lamentas por el ricino, que no cultivaste con tu trabajo, y que brota una noche y perece la otra. Y yo, ¿no voy a sentir la suerte de Nínive, la gran ciudad, que habitan más de ciento veinte mil hombres, que no distinguen la derecha de la izquierda, y gran cantidad de ganado?»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 85,3-4.5-6.9-10

R/.
Tú, Señor, eres lento a la cólera, rico en piedad

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti. R/.

Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica. R/.

Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.» R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,1-4):

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.» Él les dijo: «Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación."»

Palabra del Señor
 
Poema:
Preferencias de Andrés Trapiello 

Ni las cumbres sublimes ni los ríos
que no han sido ensuciados por los hombres;
ni los palacios ni las blancas ruinas
de los templos antiguos, ni los dioses
de mármol o bronce, iguales todos,
ni la alada victoria ni un bugatti,
y menos aún la música y el baile,
con sus amanerados sacerdotes:
ninguna de esas cosas y de otras
tan admiradas por los más sensibles
y que tienen que ver con el buen gusto
me proporciona una emoción profunda.
Si acaso, los hangares en desuso,
las estaciones fuera de servicio,
el laberinto de las fundiciones,
el brumoso extrarradio, un descampado
en el que sólo puede comprenderse
la perpleja tristeza de los hombres,
y los ríos que arrastran su miseria,
oscuros, majestuosos y solemnes,
y las descomunales escombreras.


Breve comentario

La verdad de Dios, siendo inefable, alcanza, sin embargo, su mejor expresión con palabras sencillas. La sencillez, lo que es humilde, siempre está más cerca de Dios que lo ampuloso, lo alambicado, lo accesible sólo para una élite. Dios esconde lo grandioso en frascos pequeños, y si algo puede ser efectivamente grande, su grandeza no depende de la acción del hombre, como un bello paisaje, por ejemplo.

Así, el Señor quiere que oremos con pocas palabras, sencillas y verdaderas, que definan con claridad y sin ambigüedades ni artificios retóricos cuál debe ser nuestra actitud hacia Él y la relación que debamos mantener. No es difícil pedir al Señor cuando el corazón está abierto a su presencia. De lo contrario, a nuestras peticiones siempre se interpondrá de un modo u otro nuestro yo, lo que supone que nuestro diálogo se distorsionará por parte nuestra. Cuando nos dice el Señor que no sabemos pedir es tanto porque pedimos lo que no nos conviene como porque lo pedimos mal. A Dios no podemos engañarle nunca; tampoco con bellas palabras o retóricas brillantes. El padrenuestro es la síntesis perfecta de este modelo de diálogo con el Señor. Ante el Todopoderoso no hagamos ostentación de nuestros pobres poderes (donados por Él), ni simular una humildad engañosa o insincera que esconde el espíritu de la soberbia.

Aunque mis preferencias estéticas no coinciden exactamente con las del poeta, no se me escapa la belleza genuina de las realidades más humildes. En poesía prefiero la que se entiende (Trapiello pertenece a esta loable corriente), escrita con lenguaje sencillo, de metáforas construidas con las palabras que todos usamos y con comparaciones que todos podemos hacer nuestras. Por ejemplo, un pintor que logra expresar mucho con muy poco, Edward Hopper, notable pintor norteamericano de la primera mitad del siglo XX, pintaba con gran acierto la belleza de pequeñas escenas en apariencia intrascendentes que, sin embargo, condensan una carga espiritual y ética de gran profundidad: esquinas solitarias de una ciudad, fachadas de casas, bosques de una quietud cotidiana que se vuelve extraña y poderosa al fijar nuestra atención en ellos, la cotidiana soledad de quien trabaja o de quien se toma un café en un bar. Valga el poema, pues, como metáfora de ese desprendimiento de vanidades y banalidades, de ornamentos que confunden y aturden, perfectamente prescindibles. Dios no está en ellos, y desde ellos no podemos dirigirnos a Él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.