martes, 17 de octubre de 2017

Lecturas del día, martes, 17 de octubre. Poema "Indeseable" de José Emilio Pacheco. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (1,16-25):

Yo no me avergüenzo del Evangelio; es fuerza de salvación de Dios para todo el que cree, primero para el judío, pero también para el griego. Porque en él se revela la justicia salvadora de Dios para los que creen, en virtud de su fe, como dice la Escritura: «El justo vivirá por su fe.» Desde el cielo Dios revela su reprobación de toda impiedad e injusticia de los hombres que tienen la verdad prisionera de la injusticia. Porque, lo que puede conocerse de Dios lo tienen a la vista; Dios mismo se lo ha puesto delante. Desde la creación del mundo, sus perfecciones invisibles, su poder eterno y su divinidad, son visibles para la mente que penetra en sus obras. Realmente no tienen disculpa, porque, conociendo a Dios, no le han dado la gloria y las gracias que Dios se merecía, al contrario, su razonar acabó en vaciedades, y su mente insensata se sumergió en tinieblas. Alardeando de sabios, resultaron unos necios que cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes del hombre mortal, de pájaros, cuadrúpedos y reptiles. Por esa razón, abandonándolos a los deseos de su corazón, los ha entregado Dios a la inmoralidad, con la que degradan ellos mismos sus propios cuerpos; por haber cambiado al Dios verdadero por uno falso, adorando y dando culto a la criatura en vez de al Creador. ¡Bendito él por siempre! Amén.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 18,2-3.4-5

R/.
El cielo proclama la gloria de Dios

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R/.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,37-41):

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Él entró y se puso a la mesa. Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: «Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo.»

Palabra del Señor

Poema:
Indeseable de José Emilio Pacheco 

No me deja pasar el guardia. 
He traspasado el límite de edad. 
Provengo de un país que ya no existe. 
Mis papeles no están en orden.  
Me falta un sello. 
Necesito otra firma. 
No hablo el idioma. 
No tengo cuenta en el banco. 
Reprobé el examen de admisión. 
Cancelaron mi puesto en la gran fábrica. 
Me desemplearon hoy y para siempre. 
Carezco por completo de influencias. 
Llevo aquí en este mundo largo tiempo. 
Y nuestros amos dicen que ya es hora 
de callarme y hundirme en la basura.

Breve comentario

"Dad limosna de lo de dentro", nos ordena el Señor. Qué difícil es seguir al Señor tantas veces... Sin su auxilio, imposible. ¡Cómo atrevernos a darnos en un mundo que no valora ni el dar ni nuestro interior! Tal vez todavía queda bien para la creación artística ese exponernos con corazón abierto. El arte, la cultura es un ámbito más o menos ajeno a la cotidianidad de cada día. La estética aún puede aguantar alguna verdad humana, siempre que quede ahí, en planteamiento estético, en desahogo de creador, en excentricidad de quien no es como las personas normales. Asimismo, también es aceptable darse en entornos de solidaridad o caritativos, pero aquí lo interior se mide en actos de entrega más o menos objetivos, en dar un servicio que todos entendemos y apreciamos (dar de comer, cuidar al enfermo, cobijar a los sin techo, etc.); pero ¿es esto siempre dar "de lo de dentro"?

La entrega que Dios nos pide es radical, la más radical. Nos debemos entregar por completo en todos los ámbitos, no sólo en el mundo subjetivo de quien busca su propia identidad en su vida interior, ni tampoco aquellos que se entregan en actos solidarios o de misericordia. Y esto es muy arriesgado, sobre todo cuando a nadie le interesa ese amor que quisiéramos dar desinteresadamente. A las personas se las enjuicia y valora por sus actos, por sus méritos, por sus esfuerzos, por su rendimiento, por su productividad u originalidad. Pero si todo ello no es expresión "de lo de dentro", para el Señor no vale absolutamente nada. Sin embargo, a pesar de todos los obstáculos y miedos más que justificados debemos salir de nosotros mismos hacia los demás con lo más propio de nuestra intimidad, que nunca es nuestro, sino prestado, donado.

Reconozco que quien esto escribe siente terror a dar de lo de dentro, aunque también soy consciente de que nada me haría más feliz. Mi fe es la que es, más bien pequeña; y mi vida desde el comienzo ha propiciado la inseguridad, la angustia y la indefensión. Ante este imperativo del Señor, me siento como un tartamudo al que le obligan a dar discursos en público ante una audiencia muy exigente y preparada. O como el personaje del poema elegido, arquetipo del hombre sin atributos al que el mundo ya le ha certificado que no tiene valor ninguno, nada provechoso que dar a la sociedad ni a nadie. Ante tal desafío sólo cabe un camino: abandonarse a la voluntad de Dios, y que sea Él quien señale los caminos de nuestra donación. Y rogarle que nos indique el modo de proceder, y nos conceda la fuerza para atrevernos a recorrerlo. De lo contrario, iremos enjuiciando a los demás con "lo de fuera", exigencias falsas que no poseen ningún valor para la salvación de nuestra alma.

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