sábado, 14 de octubre de 2017

Lecturas del día, sábado, 14 de octubre. Poema "Estar en ti" de Antonio Gamoneda. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro del profeta Joel (4,12-21):

«Que se levanten las naciones y acudan al valle de Josafat; allí me sentaré a juzgar a las naciones vecinas. Empuñen las hoces, porque ya la mies está madura, vengan a pisar las uvas, porque ya está lleno el lagar, ya las cubas están rebosantes de sus maldades. ¡Multitudes y multitudes se reúnen en el valle del Juicio, porque está cerca el día del Señor! El sol y la luna se oscurecen, las estrellas retiran su resplandor. El Señor ruge desde Sión, desde Jerusalén levanta su voz; tiemblan los cielos y la tierra. Pero el Señor protege a su pueblo, auxilia a los hijos de Israel. Entonces sabrán que yo soy el Señor, su Dios, que habito en Sión, mi monte santo. Jerusalén será santa, y ya no pasarán por ella los extranjeros. Aquel día los montes destilarán vino y de las colinas manará leche. Los ríos de Judá irán llenos de agua y brotará un manantial del templo del Señor que regará el valle de las Acacias. Egipto se volverá un desierto y Edom una árida llanura, porque oprimieron a los hijos de Judá y derramaron sangre inocente en su país. En cambio, Judá estará habitada para siempre, y Jerusalén por todos los siglos. Vengaré su sangre, no quedarán impunes los que la derramaron, y yo, el Señor, habitaré en Sión».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 96

R/.
Alegraos, justos, con el Señor

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono. R/.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R/.

Amanece la luz para el justo
y la alegría para los rectos de corazón.
Alégraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (11,27-28):

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, una mujer del pueblo gritando, le dijo: «¡Dichosa la mujer que te llevó en su seno y cuyos pechos te amamantaron!» Pero Jesús le respondió: «Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica».

Palabra del Señor
 
Poema:
Estar en ti de Antonio Gamoneda 

Yo no entro en ti para que tú te pierdas
bajo la fuerza de mi amor;
yo no entro en ti para perderme
en tu existencia ni en la mía;
yo te amo y actúo en tu corazón
para vivir con tu naturaleza,
para que tú te extiendas en mi vida.


Ni tú ni yo. Ni tú ni yo.
Ni tus cabellos esparcidos aunque los amo tanto.
Sólo esta oscura compañía.
                                         Ahora
siento la libertad.
                         Esparce
tus cabellos.
                  Esparce tus cabellos.


Breve comentario

Seguir al Señor, amarlo, es ante todo una realidad espiritual. La relación física especialísima y excelsa en su privilegio que tuvo la Virgen María con su Hijo es absolutamente irrepetible, excepcional, personal y única. Dichosa, en efecto, aquella mujer que fue sagrario de Dios con su cuerpo durante nueve meses y pudo después cuidarlo, protegerlo y educarlo como niño y adolescente. Pero ella no hubiera podido alcanzar a ser madre si no hubiera amado al hijo antes de que viniera. El sí de María a los designios de Dios es el primer signo de su amor, el que hizo posible que el Espíritu actuara en ella y concibiera al Señor. La realidad física siempre debe ser un momento secundario de aquella otra espiritual en que amamos con nuestra alma solo.

Por ello es más importante seguir y cumplir su palabra que la experiencia física de su amor. Se puede ser madre o padre sin hijos, y se puede no serlo teniendo múltiple descendencia cuando la maternidad o la paternidad es tan sólo una experiencia meramente biológica. Decimos en Metafísica que es la forma la que hace ser (informa) a la materia, la que le hace ser lo que es; del mismo modo es el alma quien hace surgir el amor, quien le otorga su naturaleza, quien hace posible su expresión. Sólo entonces, el cuerpo aparece como dimensión del amor que previamente ha surgido y operado en él.

Sigamos al Señor como Él nos lo indica, pues a cada uno tiene reservado su camino. En algunos pocos escogidos, la dimensión corporal alcanzará una gran relevancia; pero incluso en tales casos es lo de menos la aparición de estigmas u otras señales físicas que denoten ese seguimiento. El Señor, como cualquier hombre, sólo tuvo una madre; y Él, como tal hombre, no tuvo hijos ni relación íntima con mujer alguna. Sin embargo, cualquiera que le abra su corazón, que le diga sí ya puede decirse hijo de Dios, y puede ser a su vez padre de muchos si anuncia con fidelidad su palabra y la pone por obra. Cuando ello ocurre, podemos decir con el poeta, "Ahora siento la libertad."

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