miércoles, 31 de mayo de 2017

Lecturas del día, miércoles, 31 de mayo. Poema "Magnificat" de Fernando Pessoa. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la profecía de Sofonías (3,14-18):

Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Aquel día dirán a Jerusalén: «No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta.» Apartaré de ti la amenaza, el oprobio que pesa sobre ti.

Palabra de Dios

Salmo

Is 12,2-3.4bcd.5-6

R/.
Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel

El Señor es mi Dios y salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R/.

Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso. R/.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.» R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,39-56):

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.» María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.» María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Palabra del Señor
 
Poema:
Magnificat de Fernando Pessoa
 
¿Cuándo pasará esta noche interior, el universo,
y yo, el alma mía, tendré mi día?
¿Cuándo despertaré de estar despierto?
No sé. El sol brilla alto,
imposible de mirar.
Frío pestañean las estrellas,
imposibles de contar.
Ajeno pulsa el corazón,
imposible de escuchar.
¿Cuándo pasará este drama sin teatro
o este teatro sin drama
y me acogeré a casa?
¿Dónde? ¿Cómo? ¿Cuándo?
Gato que me miras con ojos de vida, ¿qué tienes allá en lo hondo?
¡A aquél! ¡A aquél!
Y aquél mandará como Josué que pare el sol, y yo despertaré;
y entonces será día.
Sonríe mientras duermes, alma mía.
Sonríe, alma mía, ¡será día! 
 
Magnificat
 
Quando é que passará esta noite interna, o universo,
E eu, a minha alma, terei o meu dia?
Quando é que despertarei de estar acordado?
Não sei. O sol brilha alto,
Impossível de fitar.
As estrelas pestanejam frio,
Impossíveis de contar.
O coração pulsa alheio,
Impossível de escutar.
Quando é que passará este drama sem teatro,
Ou este teatro sem drama,
E recolherei a casa?
Onde? Como? Quando?
Gato que me fitas com olhos de vida, que tens lá no fundo?
É esse! É esse!
Esse mandará como Josué parar o sol e eu acordarei;
E então será dia.
Sorri, dormindo, minha alma!
Sorri, minha alma, será dia!
 
Breve comentario
 
Hoy se celebra la Visitación de Nuestra Señora a santa Isabel. El encuentro gozoso de estas dos mujeres nos remite a la fuente de su alegría, que no es simplemente una profunda amistad: ambas han sido beneficiadas en grado máximo o, mejor, bendecidas por la gracia de Dios. El amor de Dios hace fértil, fructifica, llena de vida toda realidad que lo acoge en su seno. Isabel, mujer estéril y en los inicios de su ancianidad, y María, una jovencísima virgen, las hace Dios florecer. Este misterio de amor remite a una evidencia que se ha repetido a lo largo de los siglos en quienes han sido y son fieles a la voluntad de Dios. Todos aquellos que dejan que el Señor entre en su corazón, serán fecundos de uno u otro modo. Y hay infinidad de formas en las que se expresa esa fecundidad. Pero todas ellas tienen como elemento común el amor, reflejo o huella de la acción divina en el alma de la criatura.
 
Tanto Isabel como María tuvieron fe, dejaron que el Señor actuara en sus vidas, se abandonaron a sus designios que desconocían por completo. Y como en todos los santos (más aún en la Madre de Dios), su amor trasciende su existencia terrenal. Así, sigue operando su fecundidad en nuestras vidas cuando los invocamos. En la comunión de los santos, Santa Isabel y, sobre todo, la Virgen María siguen siendo madres de todos los que amamos al Hijo. Implorar su intercesión y su cuidado tiene tanto sentido o más que si fueran personas de nuestro entorno, amigas conocidas. El Señor venció a la muerte y esto tiene efectos ya en nuestra relación con las almas glorificadas, que son tan vivas y fecundas como lo fueron estas dos mujeres que supieron ser fieles al Señor. 
 
Pessoa, hombre torturado por una extrema e implacable acedía (o, siendo portugués, mejor saudade), esperaba que algo, alguien le concediera esa fuerza, ese vigor para resucitar del pozo en el que se hallaba sumido. Autor de múltiples heterónimos, como reflejo de esa necesidad de ser otro del que fue, de intentar esa potencia añorada suplantándose en identidades que él mismo se creaba para sí (este poema fue escrito por el Pessoa que se hizo llamar Álvaro de Campos), buscaba la fuente que saciara su sed aparentemente inmotivada, ese vacío que pareciera congénito en él. Por ello quedó impresionado por el canto mariano del Magnificat: personas estériles, impotentes, débiles, alcanzaron su plenitud por la acción de otro sobre ellas. Pessoa esperaba que alguien surgiera en su vida que le hiciera capaz de vivir. Nunca supo quién podría ser, ese "aquél" misterioso al que alude en el poema. Pessoa entendió perfectamente el misterio que subyace en el canto de María, en su visita a Isabel. Sabiéndose pobre, humilde, hambriento de un Dios que no llegó a reconocer, buscaba lo que María cantaba: que lo colmara de bienes.
 
Como Pessoa, pero sin tanto talento, somos muchos los que esperamos que la gracia del Señor nos haga fecundos para el mundo que no lo conoce. Entonces, sí, "¡será día!"

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