miércoles, 24 de mayo de 2017

Lecturas del día, miércoles, 24 de mayo. Poema "Amo de mi existencia las horas tenebrosas..." de Rainer Maria Rilke. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (17,15.22–18,1):

En aquellos días, los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas, y se volvieron con el encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen con él cuánto antes. Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo: «Atenienses, veo que sois en todo extremadamente religiosos. Porque, paseando y contemplando vuestros monumentos sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción: “Al Dios desconocido”. Pues eso que veneráis sin conocerlo os lo anuncio yo. “El Dios que hizo el mundo y todo lo que contiene”, siendo como es Señor de cielo y tierra, no habita en templos construidos por manos humanas, ni lo sirven manos humanas, como si necesitara de alguien, él que a todos da la vida y el aliento, y todo. De uno solo creó el género humano para que habitara la tierra entera, determinando fijamente los tiempos y las fronteras de los lugares que habían de habitar, con el fin de que lo buscasen a él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos; así lo han dicho incluso algunos de vuestros poetas: “Somos estirpe suya”. Por tanto, si somos estirpe de Dios, no debemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. Así pues, pasando por alto aquellos tiempos de ignorancia, Dios anuncia ahora en todas partes a todos los humanos que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre a quien él ha designado; y ha dado a todos la garantía de esto, resucitándolo de entre los muertos». Al oír «resurrección de entre los muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron: «De esto te oiremos hablar en otra ocasión». Así salió Pablo de en medio de ellos. Algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más con ellos. Después de esto, dejó Atenas y se fue a Corinto.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 148,1-2.11-12.13.14

R/.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo todos sus ángeles;
alabadlo todos sus ejércitos. R/.

Reyes del orbe y todos los pueblos,
príncipes y jueces del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los ancianos junto con los niños. R/.

Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra. R/.

Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (16,12-15):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará».

Palabra del Señor
 
Poema:
"Amo de mi existencia las horas tenebrosas..." de Rainer Maria Rilke 

Amo de mi existencia las horas tenebrosas
en que se profundizan mis sentidos;
en ellas he hallado, como en cartas antiguas,
mi vida cotidiana ya vivida,
lejana y superada, como vieja leyenda.

En ellas, he aprendido que una segunda vida
inmensa, intemporal, de amplios espacios tengo.

Y a veces soy cual árbol maduro y susurrante,
que alguna vez sobre una tumba cumple
el raro sueño aquel, que el antiguo muchacho
(en torno al cual se empujan sus cálidas raíces)
perdió en tristezas y canciones.

Ich liebe meines Wesens Dunkelstunden...

Ich liebe meines Wesens Dunkelstunden,
in welchen meine Sinne sich vertiefen;
in ihnen hab ich, wie in alten Briefen,
mein täglich Leben schon gelebt gefunden
und wie Legende weit und überwunden.

Aus ihnen kommt mir Wissen, daß ich Raum
zu einem zweiten zeitlos breiten Leben habe.
 
Und manchmal bin ich wie der Baum,
der, reif und rauschend, über einem Grabe
den Traum erfüllt, den der vergangne Knabe
(um den sich seine warmen Wurzeln drängen)
verlor in Traurigkeiten und Gesängen.


Breve comentario

La verdad de Dios es insondable para el alma humana. Y ello por dos razones principales, entre otras. Por un lado, Dios nos desborda en su misma naturaleza; no podemos imaginarnos siquiera un ser que resulta infinitamente superior a nosotros en todos sus atributos. La perfección, como el infinito, la eternidad, la Causa Primera son realidades que podemos pensarlas como entidades abstractas, como conceptos de la Matemática o de la Metafísica, pero no podemos abarcarlo racionalmente más que en un discurso puramente formal como rasgos de la esencia de un ente, como la naturaleza de una entidad viva, que actúa con las excepcionales cualidades que de ellas se derivan (omnipotencia, omnisciencia, acto puro, simple o no compuesto de partes, identidad de esencia y existencia...). Por otro, y relacionado necesariamente con lo anterior, la verdad de Dios no es transmisible en su totalidad como puedan serlo otro tipo de conocimientos complejos. El conocimiento de la verdad de Dios no es un mero patrimonio cognoscitivo o intelectual: es un saber que nos transforma radicalmente como personas, que nos hace categorizar el mundo, la existencia y a nosotros mismos desde una perspectiva, desde una mirada completamente novedosa, que tiene efectos directos en nuestras vidas y en nuestro entorno.

Por ello la aparentemente enigmática afirmación que formula el Señor es coherente: "Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena." Dios, por medio del Espíritu Santo, se nos va revelando poco a poco a cada uno de los que entregamos nuestro corazón (con nuestras numerosas y profundas limitaciones). Dios se va desvelando paulatinamente a aquel que lo ama. Y lo va haciendo en la medida que ese alma puede ir digiriendo, valga la expresión, el amor del Padre. Somos muy débiles para abrazar un amor tan alto, un amor tan fuerte, para entregarnos a un corazón tan inmaculado. Nadie logra ser capaz de tal unión en esta vida, pues aun los mayores místicos describen episodios fragmentarios, muy intensos para nuestra naturaleza, pero ínfimos comparados con el goce de la unión beatífica en la gloria de Dios. Pero a cada uno de los que le aman, y en la medida de la apertura de su alma, Dios por medio del Espíritu Santo va dejando huellas de su presencia y de su amor. Además, como recordaba León Felipe en un poema que colgué aquí hace ya tiempo, Dios se va revelando por caminos únicos para cada cristiano, irrepetibles, en consonancia con la profunda verdad que nos constituye: existimos porque Dios lo quiso, por su voluntad divina. Y lo quiso porque nos quiere. Somo proyectos de Dios, somos designios de Dios, somos hijos de Dios que buscan su plenitud en la unión, en el conocimiento del Padre.

El poema de Rilke (qué originalísima y profunda su espiritualidad, y la expresión de ella) que hoy he escogido habla de la vivencia de esa transformación cuando Dios se aparece en nuestra vida dejándonos esas gotas luminosas de amor y conocimiento. Rilke nos dice que cuando toca fondo, en las horas más oscuras, Dios le levanta calladamente, dulcemente. El poeta comunica una experiencia muy profunda: cuando el Espíritu Santo actúa es como si el cielo de nuestra alma se abriera, se desembarazara de todas las ligaduras que nos atan a nuestras miserias, a nuestra vida de dolor y frustración, haciéndonos entrever un infinito posible no imaginado, que descubrimos como recién nacidos a un amor que desconocíamos que podía existir, pero que nos habita. Es bellísima (¡enorme Rilke! -enorme por gracia de Dios-) la imagen del árbol que abraza al muchacho muerto para expresar esa resurrección del alma al contacto, iluminada por el Espíritu del Señor.

Por desgracia, mis horas más oscuras no siempre acaban bien, pero doy fe como modesto notario de esta experiencia rilkeana que en mis horas más bajas el Espíritu Santo me ha dejado vislumbrar y sentir, siquiera fugazmente, en varias ocasiones un infinito en mi vida que, habitándome, no me pertenece, pero que es lo más verdadero de mi ser. Si yo soy algo es esa certeza de infinito que el Espíritu Santo ha concedido mostrarme. De esos momentos vivo. Por esos momentos moriré.

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