domingo, 28 de mayo de 2017

Lecturas del día, domingo, 28 de mayo, de la Ascensión del Señor. Poema "A la Ascensión" de Fray Luis de León. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (1,1-11):

En mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el comienzo hasta el día en que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo. Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino: «aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar, porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de no muchos días». Los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?». Les dijo: «No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y “hasta el confín de la tierra”». Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 46,2-3.6-7.8-9

R/.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas


Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor altísimo es terrible,
emperador de toda la tierra. R/.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad;
tocad para nuestro Rey, tocad. R/.

Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1,17-23):

Hermanos: El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder en favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, poder, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no solo en este mundo, sino en el futuro. Y «todo lo puso bajo sus pies», y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos.

Palabra de Dios

Evangelio

Conclusión del santo evangelio según san Mateo (28,16-20):

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».

Palabra del Señor

Poema:
"A la Ascensión" de Fray Luis de León

¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?

Los antes bienhadados
y los ahora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿Qué mirarán los ojos,
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?

Aqueste mar turbado
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al viento fiero, airado?
Estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?

¡Ay!, nube envidïosa
aun de este breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿dó vuelas presurosa?
¡cuán rica tú te alejas!
¡cuán pobres y cuán ciegos, ¡ay!, nos dejas!


Breve comentario

El programa del Padre se ha de cumplir hasta su último punto. El penúltimo es éste que celebramos hoy (el próximo domingo será el último con la venida del Espíritu Santo): la Ascensión del Señor a los cielos. Desde un punto de vista puramente humano es un momento triste, pues dejamos de ver (los que le vieron) al Señor como el hombre que fue. Es cierto que nos deja la promesa de su venida futura al final de los tiempos; es cierto que nos promete el envío del Espíritu Paráclito, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, que porta en sí misma al Padre y al Hijo. Pero para el hombre nada hay como la certeza de la realidad tangible por los sentidos. Es muy comprensible que se quedaran los discípulos extasiados mirando hacia el cielo, incluso cuando ya no podían ver al Señor. Fue necesario que unos ángeles acudieran a despertarles de esa ensoñación melancólica en la que habían caído. Es natural.

Dos mil años después de este hecho, si vemos como está el mundo y como está la Iglesia, en verdad pareciera que Dios nos ha dejado de su mano. Pero la deriva que han tomado mundo e Iglesia (también la Iglesia) no se explica por el abandono del Señor o por la pasividad del Espíritu Santo en ejercer su papel. Nuestro Dios no es el dios aristotélico, que creó el mundo y se desinteresó de él, abandonándolo al desenvolvimiento de las naturalezas de los entes que él había dispuesto, mera Causa Primera, mero Motor Inmóvil que genera el movimiento del ser. No; Dios no crea sólo porque puede, sino porque quiere, porque ama.

El problema reside en lo que queremos nosotros. Y hoy Dios no está en nuestras prioridades, ni siquiera entre muchos de los que se dicen católicos practicantes. Hoy he escuchado una homilía en la que se afirmaba que en aras a la evangelización de la humanidad actual, tan alejada y perdida de Dios, debemos adaptarnos a sus nuevos intereses, modos y formas de expresión para hacerles llegar la verdad de Dios, y nos recordaba el mandato renovado del papa Francisco sobre una Iglesia en salida hacia las periferias, etc. "Adaptación" se ha convertido en una palabra comodín, que significa tantas cosas que ya no significa nada. ¿Qué significa "adaptación"? ¿Cuáles son sus límites? ¿En qué ámbitos se debe el cristiano adaptar a los imperativos del mundo y en qué otros no? ¿Los contenidos de la Verdad deben adaptarse a la sensibilidad del hombre moderno? ¿Y esa adaptación no puede atacar a los contenidos objetivos de la Verdad? ¿Se trata sólo de que nos metamos en las redes sociales a presentar la Palabra de Dios, o debemos hacernos del mundo para ser más atractivos a ellos? ¿La adaptación se trata de ir en chanclas o en chándal (o semidesnudas o ceñidísimas las mujeres) a recibir el cuerpo sacramentado de Cristo, o se trata de que los católicos separados (no hay divorcio en el catolicismo) que viven amancebados (no hay posibilidad de un segundo matrimonio si está el primero vigente) puedan asimismo comulgar? De esto no se habló; simplemente que nos adaptáramos. Tampoco de esto habla el papa, una vez que ha sembrado de la semilla de la duda lo que ayer era diáfano para todos durante dos mil años. Por desgracia vivimos en tiempos en los que tenemos más fe en que la luz de Dios provenga de la tiniebla de la ambigüedad que de la luz diáfana del Espíritu que ha guiado a la Iglesia hasta ahora.

La Verdad de Dios es por su propia naturaleza una, indivisible, universal y atemporal. El hombre está hecho para esa Verdad, para que la conozca y alcance su plenitud viviéndola en su corazón. Hasta qué punto ciertas expresiones del espíritu mundano dejan algún margen al conocimiento de la verdad es algo que nadie sabe. Se me antoja difícil que la música punk evangelice mucho, menos aún con letras satánicas. Se me antoja difícil que alguien pueda evangelizar mientras se dedica a la prostitución; es complicado que quien practica abortos o permite la aprobación de leyes que reconozcan tales asesinatos pueda dar a conocer la verdad de Dios a otros. Es posible que la lozana señora o el lozano señor que acuden semidesnudos a recibir la comunión sean un pozo de castidad y moderación, y nos puedan hablar en charlas parroquiales sobre el pudor, la vergüenza y el temor de Dios. ...Es posible... Pero se me antoja difícil, no sé por qué.

Vuelvo a repetir, el problema no es que Dios no nos ame, o que nos ame poco o de vez en cuando. Como en todo en el Señor, su amor por nosotros es sin medida, absoluto, hasta el punto de que se define del modo más radical, de forma ontológica: Dios ES Amor; su Ser es Amor. El problema no es su abandono; el problema somos nosotros: en verdad, ¿qué queremos?; ¿qué lugar reservamos a Dios en nuestras vidas? Resulta que los supuestos abandonados por el Señor somos los que le abandonamos. En vez de abandonados somos abandonantes de su amor. Hoy celebramos que el Señor ascendió a los cielos para mejor acompañarnos en su Espíritu cada día de nuestra vida. Pero resulta que con su ascensión los hombres, muchos, han iniciado un movimiento inverso de descendimiento al abismo del pecado en todas sus formas, que  supone siempre un alejamiento del Señor. 

No debemos confundir jamás el anonadamiento del Señor para estar cerca de sus criaturas con el fin de lograr su salvación, lo que es pura misericordia, con la falsa adaptación que suponga un descendimiento a la miseria humana para presentar como querida por Dios esa lejanía de Él, y sancionar así la debilidad, la mentira y el mal como elementos irrelevantes para la salvación de las almas. La misericordia de Dios no es incondicional: exige un seguimiento de la Verdad de Dios. Lo que hoy nos manda el Señor es que demos a conocerla a todos los hombres por todas las vías moralmente legítimas que seamos capaces de articular. Pero quien no la conoce o, peor aún, no quiere seguirla queda fuera de su misericordia. La misericordia incondicional no es del Señor. ...La incondicionalidad absoluta tal vez sea eso que Francisco llama "misericordina", pero nada que ver con la Verdad, aunque puede que sí con la "adaptación" a... la mentira.

Compartiendo ese tono preocupado y algo pesimista como reflejo un tanto oscuro de nuestro presente (aunque no me halle teológicamente ubicado en las dudas que refleja -como tampoco su autor-), quede este austero y profundamente realista poema (como todos los suyos) de este sabio espiritual y doctor que fue Fray Luis de León, quien posee, a mi juicio, una sensibilidad intelectual y moral más propia de un católico de nuestro tiempo que del XVI. Todo un profeta en muchos aspectos.  

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