viernes, 3 de junio de 2016

Lecturas del día, viernes del Sagrado Corazón de Jesús, 3 de junio. Poema "La tempestad" de Daniel Alfonso Vega. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro del Deuteronomio (7,6-11):

En aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo: «Tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios: él te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor vuestro, por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó de Egipto con mano fuerte y os rescató de la esclavitud, del dominio del Faraón, rey de Egipto. Así sabrás que el Señor, tu Dios, es Dios: el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y guardan sus preceptos, por mil generaciones. Pero paga en su persona a quien lo aborrece, acabando con él. No se hace esperar, paga a quien lo aborrece, en su persona. Pon por obra estos preceptos y los mandatos y decretos que te mando hoy.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 102,1-2.3-4.6-7.8.10

R/.
La misericordia del Señor dura siempre,
para los que cumplen sus mandatos


Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R/.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R/.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (4,7-16):

Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación para nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,25-30):

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Palabra del Señor

Poema:
La tempestad de Daniel Alfonso Vega

Te soñaba en mi noche tan lejano…
y creía mi mar tan sin orilla,
que alargaba mi angustia a la sencilla
omnipotencia alada de tu mano.


Vigía en tensa espera mi desvelo,
al tiempo que la sombra avizoraba,
la fe de mi esperanza agonizaba
en la inquieta impaciencia de mi anhelo.


Y, al rendirme al clamor de mis temores,
sorprendime al saber que Tú dormías
en el fondo del alma, quietamente.


Y, al quebrar la mañana sus albores,
vi, admirado, Señor, que sonreías
por mi angustia de niño, dulcemente.


Breve comentario

La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús nos remite a la fuente misma en que se encarna la misericordia del Señor por los hombres. El corazón es la metáfora corporal donde anida y mana el amor humano y el amor de Dios. En Dios esta fuente es inagotable dación de sí mismo, de perdón, de piedad y de compañía. Todos sin excepción, unos de forma consciente y otros muchos no, necesitamos de esta presencia amorosa, de este corazón que sangra y late por nosotros, de esta ternura, de esta humildad y mansedumbre, de este calor que acoge y no quema. ¿Quién no está cansado, agobiado?; ¿quién no necesita de su consuelo? Con sencillez, admitamos no sólo nuestra dependencia, sino el inmenso tesoro de un Dios que nos ama con este amor tan dócil y tan dulce, tan entregado, que nos busca para hallar en nuestro interior abierto a Él la plenitud que desea en sus hijos. Sólo entonces experimentaremos que su yugo es llevadero y su carga ligera, muy ligera. Incluso aquellas que sin Él serían enormemente pesadas y crueles de soportar. 

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