martes, 7 de junio de 2016

Lecturas del día, martes, 7 de junio. Poema "Mi refugio" de Luis Pimentel. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del primer libro de los Reyes (17,7-16):

En aquellos días, se secó el torrente donde se había escondido Elías, porque no había llovido en la región. Entonces el Señor dirigió la palabra a Elías: «Anda, vete a Sarepta de Fenicia a vivir allí; yo mandaré a una viuda que te dé la comida.»
Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña.
La llamó y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»
Mientras iba a buscarla, le gritó: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.»
Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»
Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: "La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra."»
Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 4

R/.
Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro

Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor,
amaréis la falsedad y buscaréis el engaño? R/.

Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis,
reflexionad en el silencio de vuestro lecho. R/.

Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?»
Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría
que si abundara en trigo y en vino. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,13-16):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

Palabra del Señor

Poema:
Mi refugio de Luis Pimentel 

¡Cuántas veces he temblado de miedo, 
pensando que pueden cerrarse las puertas de mi refugio! 
En él solamente cabe un mendigo.
Allí llego con mi pobre carga
de inmundicias, de basura...
que todos los días uno recoge.
Pasa el tiempo.
Y aquel montón oscuro y triste
-oh, milagro, Señor-
se convierte en un tesoro
brillante, de piedras preciosas.

Cuántas gracias tengo aún que darte.
Mi poesía, mi reino, mi refugio...

Y otra vez por las calles de la ciudad,
con mis harapos limpios y luminosos.

Y otra vez temblando de miedo,
pensando que las puertas pueden cerrarse.

O meu refuxio (*)

¡Cántas veces tremei de medo,
pensando que se poden pechar as portas do meu refuxio! 
Nin somentes cabe un esmoleiro. 
Alí chego coa a miña probe carga
de refugallos, de lixumes...
que t
ódolos un recolle. 
Pasa o tempo
E aqu
il montón escuro e triste
-ou, milagre, Señor-
conv
írtese nun tesouro
brillante, de pedras preciosas.

Cántas grazas teño a
inda que che dare.
A miña poesía, o meu reino, o meu refuxio...

E outra vez tremando de medo
pensando que as portas pódense pechar.
 
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(*) En la versión gallega no aparece la penúltima estrofa de dos versos de la versión castellana. Luis Pimentel escribía originalmente sus poemas en castellano, y luego él o un amigo los traducía al gallego. Desconozco las razones de la omisión ni el autor de la misma. En todas las versiones al gallego a las que he podido acceder, no aparecen los dos versos de la estrofa citada en castellano.

Breve comentario

Se da una profunda conexión entre la primera lectura y el evangelio de hoy. En la primera vemos a una pobre viuda que, a pesar de su estado de extrema necesidad, no duda en obedecer al profeta. Esa obediencia, esa fe, halla su recompensa en que Dios la salva de su miseria cuando estaba junto a su hijo al borde de la muerte. Aunque nada nos quede, si ponemos nuestra esperanza en Dios, incluso en los momentos más desesperados, lo tendremos todo, nada nos faltará.

En el evangelio de Mateo, Jesús nos recuerda que por nuestra fe en Él, somos la sal y la luz de la tierra. Como toda sal y como toda luz, hemos de actuar como tales: hemos de dar sabor y conservar lo bueno, y hemos de iluminar, indicar el camino, hacer brillar. Sin embargo, hay una profunda menesterosidad en ser sal y luz del mundo. No sólo en razón de su origen, pues es una fuerza que no procede de nosotros, sino de Dios. Hay otro aspecto de su naturaleza relacionado con su origen: la sal y la luz sólo tienen sentido para darse. Es decir, la sal y la luz sólo tienen sentido referido a los objetos a los que se dan, a los que les ofrece sabor y luz. Nadie puede alimentarse sólo de sal; y la luz, sin objetos que iluminar, carece de sentido: no se puede iluminar la nada.

Nuestro sentido en esta vida es entregarnos, sin ser nada más que esa pura donación de sí en Dios por los demás. Es una pobreza esencial, pues para el mundo apenas somos. No somos un rico filete o un apetecible pescado, no somos un objeto valioso o un bello paisaje... Y, sin embargo, esos alimentos, ésos que son algo, a nada sabrían sin nosotros; como tampoco podría verse belleza alguna en los objetos o en las criaturas que, siendo, necesitan de nuestra luz para ser vistos y admirados, para constatar su existencia y su belleza. 

Por ello, porque la misión de los cristianos es tan fundamental, no podemos desvirtuar lo que nos debería caracterizar. Demos sabor a aquellos que, apegados al mundo mucho más que nosotros, necesitan de nuestra luz y de nuestro sabor, precisamente para que ellos puedan también trascender su experiencia cotidiana, y se haga en sus vidas, como en las nuestras, luz y sabor de la presencia de Dios.

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