martes, 21 de junio de 2016

Lecturas del día, martes, 21 de junio. Poema "Salmo XXVI" de Francisco de Quevedo. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del segundo libro de los Reyes (19,9b-11.14-21.31-35a.36):

En aquellos días, Senaquerib, rey de Asiria, envió mensajeros a Ezequías, para decirle: «Decid a Ezequias, rey de Judá: "Que no te engañe tu Dios en quien confías, pensando que Jerusalén no caerá en manos del rey de Asiria. Tú mismo has oído hablar cómo han tratado los reyes de Asiria a todos los países, exterminándolos, ¿y tú te vas a librar?"»
Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó; después subió al templo, la desplegó ante el Señor y oró: «Señor, Dios de Israel, sentado sobre querubines; tú solo eres el Dios de todos los reinos del mundo. Tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina tu oído, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha el mensaje que ha enviado Senaquerib para ultrajar al Dios vivo. Es verdad, Señor: los reyes de Asiria han asolado todos los países y su territorio, han quemado todos sus dioses, porque no son dioses, sino hechura de manos humanas, leño y piedra, y los han destruido. Ahora, Señor, Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que sepan todos los reinos del mundo que tú solo, Señor, eres Dios.»
Isaías, hijo de Amós, mandó a decir a Ezequías: «Así dice el Señor, Dios de Israel: "He oído lo que me pides acerca de Senaquerib, rey de Asiria. Ésta es la palabra que el Señor pronuncia contra él: Te desprecia y se burla de ti la doncella, la ciudad de Sión; menea la cabeza a tu espalda la ciudad de Jerusalén. Pues de Jerusalén saldrá un resto, del monte Sión los supervivientes. ¡El celo del Señor lo cumplirá! Por eso, así dice el Señor acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, no disparará contra ella su flecha, no se acercará con escudo ni levantará contra ella un talud; por el camino por donde vino se volverá, pero no entrará en esta ciudad –oráculo del Señor–. Yo escucharé a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi siervo.»
Aquella misma noche salió el ángel del Señor e hirió en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil hombres. Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento, se volvió a Nínive y se quedó allí.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 47,2-3a.3b-4.10-11

R/.
Dios ha fundado su ciudad para siempre

Grande es el Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios.
Su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra. R/.

El monte Sión, vértice del cielo,
ciudad del gran rey.
Entre sus palacios, Dios
descuella como un alcázar. R/.

Oh Dios, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre, oh Dios,
tu alabanza llega al confín de la tierra;
tu diestra está llena de justicia. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,6.12-14):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.»

Palabra del Señor

Poema:
Salmo XXVI de Francisco de Quevedo

Después de tantos ratos mal gastados,
tantas obscuras noches mal dormidas;
después de tantas quejas repetidas,
tantos suspiros tristes derramados;


Después de tantos gustos mal logrados
y tantas justas penas merecidas;
después de tantas lágrimas perdidas
y tantos pasos sin concierto dados,


sólo se queda entre las manos mías
de un engaño tan vil conocimiento,
acompañado de esperanzas frías.


Y vengo a conocer que en el contento
del mundo, compra el alma en tales días,
con gran trabajo, su arrepentimiento.


Breve comentario

En pasaje tan breve como el de hoy del evangelio, cuánta densidad de contenido expresado sin ambages. Primero, hay que saber darse, no tanto por elitismo, como porque lo que damos, lo más valioso, no todo el mundo está dispuesto ni preparado para aceptarlo. No debemos exponernos gratuitamente cuando no se dan las condiciones mínimas de recepción del mensaje. En segundo lugar, y consecuencia de lo anterior, el respeto debe presidir las relaciones con el otro. Si no se parte de ese principio elemental ("Tratad a los demás como queréis que ellos os traten"), no puede darse en verdad relación humana alguna. Y por último, la invitación a entrar por la puerta estrecha de la salvación, eludiendo la ancha anchísima del pecado. Los tres consejos están interrelacionados y son pautas de acción para el día a día del cristiano en medio de un mundo que siempre ha sido más o menos hostil (hoy en grado extremo) al mensaje cristiano.

Huelga decir que debemos pedir la gracia que nos conceda cumplirlos, pues por nuestras propias fuerzas no cumpliremos ninguno de los tres.

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