sábado, 25 de junio de 2016

Lecturas del día, sábado, 25 de junio. Poema "Teoría" de José Hierro. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de las Lamentaciones (2,2.10-14.18-19):

El Señor destruyó sin compasión todas las moradas de Jacob, con su indignación demolió las plazas fuertes de Judá; derribó por tierra, deshonrados, al rey y a los príncipes. Los ancianos de Sión se sientan en el suelo silenciosos, se echan polvo en la cabeza y se visten de sayal; las doncellas de Jerusalén humillan hasta el suelo la cabeza. Se consumen en lágrimas mis ojos, de amargura mis entrañas; se derrama por tierra mi hiel, por la ruina de la capital de mi pueblo; muchachos y niños de pecho desfallecen por las calles de la ciudad. Preguntaban a sus madres: «¿Dónde hay pan y vino?», mientras desfallecían, como los heridos, por las calles de la ciudad, mientras expiraban en brazos de sus madres.
¿Quién se te iguala, quién se te asemeja, ciudad de Jerusalén? ¿A quién te compararé, para consolarte, Sión, la doncella? Inmensa como el mar es tu desgracia: ¿quién podrá curarte? Tus profetas te ofrecían visiones falsas y engañosas; y no te denunciaban tus culpas para cambiar tu suerte, sino que te anunciaban visiones falsas y seductoras.
Grita con toda el alma al Señor, laméntate, Sión; derrama torrentes de lágrimas, de día y de noche; no te concedas reposo, no descansen tus ojos. Levántate y grita de noche, al relevo de la guardia; derrama como agua tu corazón en presencia del Señor; levanta hacia él las manos por la vida de tus niños, desfallecidos de hambre en las encrucijadas.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 73

R/.
No olvides sin remedio la vida de tus pobres

¿Por qué, oh Dios, nos tienes siempre abandonados,
y está ardiendo tu cólera contra las ovejas de tu rebaño?
Acuérdate de la comunidad que adquiriste desde antiguo,
de la tribu que rescataste para posesión tuya,
del monte Sión donde pusiste tu morada. R/.

Dirige tus pasos a estas ruinas sin remedio;
el enemigo ha arrasado del todo el santuario.
Rugían los agresores en medio de tu asamblea,
levantaron sus propios estandartes. R/.

En la entrada superior
abatieron a hachazos el entramado;
después, con martillos y mazas,
destrozaron todas las esculturas.
Prendieron fuego a tu santuario,
derribaron y profanaron la morada de tu nombre. R/.

Piensa en tu alianza: que los rincones del país
están llenos de violencias.
Que el humilde no se marche defraudado,
que pobres y afligidos alaben tu nombre. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,5-17):

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho.»
Jesús le contestó: «Voy yo a curarlo.»
Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy quién para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace.»
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los ciudadanos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.»
Y al centurión le dijo: «Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído.» Y en aquel momento se puso bueno el criado.
Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles. Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra, expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades.»

Palabra del Señor

Poema:
Teoría de José Hierro

Un instante vacío
de acción puede poblarse solamente
de nostalgia o de vino.
Hay quien lo llena de palabras vivas,
de poesía (acción
de espectros, vino con remordimiento).


Cuando la vida se detiene,
se escribe lo pasado o lo imposible
para que los demás vivan aquello
que ya vivió (o que no vivió) el poeta.
Él no puede dar vino,
nostalgia a los demás: sólo palabras.
Si les pudiese dar acción...


La poesía es como el viento,
o como el fuego, o como el mar.
Hace vibrar árboles, ropas,
abrasa espigas, hojas secas,
acuna en su oleaje los objetos
que duermen en la playa.
La poesía es como el viento,
o como el fuego, o como el mar:
da apariencia de vida
a lo inmóvil, a lo paralizado.
Y el leño que arde,
las conchas que las olas traen o llevan,
el papel que arrebata el viento,
destellan una vida momentánea
entre dos inmovilidades.

Pero los que están vivos,
los henchidos de acción,
los palpitantes de nostalgia o vino,
esos... felices, bienaventurados,
porque no necesitan las palabras,
como el caballo corre, aunque no sople el viento,
y vuela la gaviota, aunque esté seco el mar,
y el hombre llora, y canta,
proyecta y edifica, aun sin el fuego.

Breve comentario

Dios no suele dar puntada sin hilo. El pasaje del evangelio de hoy lo demuestra de un modo palmario. El Señor se encuentra con dos situaciones muy distintas que tienen en común la salvación de la enfermedad o de una probable muerte de dos personas. Una, es el criado de un militar romano; la otra, una mujer de avanzada edad, madre de la esposa de Pedro. Y aunque en cada uno obra con el mismo fin, curarlos, el modo que emplea es completamente diferente. 

En el caso del siervo del centurión es éste quien reclama la ayuda del Maestro. Y lo hace con la virilidad propia de un militar: con dignidad, humildad, disciplina y una nobilísima sinceridad. Le ruega al Señor su ayuda, pero no quiere molestarle lo más mínimo. El oficial sabe que el Señor puede curar a su criado si Él lo quiere con la palabra. No es preciso que se desplace a su casa, pues como militar sujeto a disciplina sabe que la autoridad del Maestro es tan alta con respecto a la suya que su casa no es digna de albergarle, ni menos aún de que se traslade a ella. Si él, oficial del ejército romano, ordena y le obedecen, y le ordenan y obedece, no hace falta que quien tenga autoridad, mucha más autoridad, sobre él deba estar presente para producir efectos. La austera fe de este viril guerrero impresiona al Señor; así, es el Señor quien accede o satisface a sus deseos (diríamos obedece) conmovido ante la nobleza ejemplar del corazón de este hombre, que se preocupa de su subordinado hasta el punto de presentarse ante, por así decir, el Jefe Supremo de todas las milicias. Como buen oficial, el centurión se preocupa con celo de sus soldados, como el Señor de sus criaturas. Este milagro se realiza con esa emoción sobria, austera, contenida, propia de los hombres sujetos a disciplina: Dé la orden, mi Señor, y mi criado se curará. No soy digno de que entre en mi casa, pero una palabra suya bastará para sanarlo. Yo mismo estoy sujeto a disciplina y ordeno y me obedecen, me ordenan y obedezco. Pocas bellezas más profundas en esta vida que la de las almas varoniles que se conducen con esta rectitud ejemplar, con esta verdad limpia, transparente, noble.

El caso de la suegra de Pedro es por completo distinto, pero con no menor carga de misericordia. Aquí es al contrario, el Señor acude a la casa de Pedro y se encuentra que la suegra se halla muy enferma. Sin palabras, sin nadie que se lo pida, toca la mano de la mujer y queda de inmediato sanada.

El amor de Dios hacia el hombre se expresa para todos y de todas las formas posibles: ante viriles militares, ante ancianas mujeres; con la sola palabra, como quien da una orden; y tocando, acariciando, mirando, acudiendo, en silencio. El amor de Dios es de una plasticidad y de una belleza infinita: da igual quiénes seamos, viriles o femeninos, gente volcada a la acción o contemplativos, Él nos ama a cada uno según como somos, y se adapta a nuestras peticiones o nuestras circunstancias, lee nuestras almas, sabe lo que nos hace falta, y sabe cómo curarnos del modo más adecuado. Bendito sea el Señor que ama a sus criaturas hasta ese punto.

Y, sí, la poesía participa un poco de esta magia divina de dar vida y belleza con la palabra adecuada. 

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