martes, 14 de junio de 2016

Lecturas del día, martes, 14 de junio. Poema "Verdad" de Antonio Gamoneda. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del primer libro de los Reyes (21,17-29):

Después de la muerte de Nabot, el Señor dirigió la palabra a Elías, el tesbita: «Anda, baja al encuentro de Ajab, rey de Israel, que vive en Samaria. Mira, está en la viña de Nabot, adonde ha bajado para tomar posesión. Dile: "Así dice el Señor: '¿Has asesinado, y encima robas?' Por eso, así dice el Señor: 'En el mismo sitio donde los perros han lamido la sangre de Nabot, a ti también los perros te lamerán la sangre.»
Ajab dijo a Elías: «¿Conque me has sorprendido, enemigo mío?»
Y Elías repuso: «¡Te he sorprendido! Por haberte vendido, haciendo lo que el Señor reprueba, aquí estoy para castigarte; te dejaré sin descendencia, te exterminaré todo israelita varón, esclavo o libre. Haré con tu casa como con la de Jeroboán, hijo de Nebat, y la de Baasá, hijo de Ajías, porque me has irritado y has hecho pecar a Israel. También ha hablado el Señor contra Jezabel: "Los perros la devorarán en el campo de Yezrael." A los de Ajab que mueran en poblado los devorarán los perros, y a los que mueran en descampado los devorarán las aves del cielo.»
Y es que no hubo otro que se vendiera como Ajab para hacer lo que el Señor reprueba, empujado por su mujer Jezabel. Procedió de manera abominable, siguiendo a los ídolos, igual que hacían los amorreos, a quienes el Señor había expulsado ante los israelitas. En cuanto Ajab oyó aquellas palabras, se rasgó las vestiduras, se vistió un sayal y ayunó; se acostaba con el sayal puesto y andaba taciturno.
El Señor dirigió la palabra a Elías, el tesbita: «¿Has visto cómo se ha humillado Ajab ante mí? Por haberse humillado ante mí, no lo castigaré mientras viva; castigaré a su familia en tiempo de su hijo.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 50,3-4.5-6a.11.16

R/.
Misericordia, Señor: hemos pecado

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces. R/.

Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,43-48):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Verdad de Antonio Gamoneda
 
Teníais para uniros
únicamente kilómetros
de tierra rojas y un río
que desciende cada vez más despacio.

Pasaron treinta días.
Cambió el color de la tierra.
También creció la lentitud del río.

Ahora estás esperando
en medio del campo y sientes
la serenidad de los árboles
y la vibración de los pájaros.

Miras los montes, miras el aire
y se te representa la justicia de las cosas,
es decir,
la poesía de las cosas.

Y tú bien sabes por dónde
tu compañera va a llegar,
por dónde anda hacia ti,
de qué pueblo desciende.

Y, de pronto, la ves
sobre el camino: tiene
forma de juventud, parece
un chiquillo que, de pronto, ha adquirido
serenidad de madre.

Andas cien pasos.
                          Ya ves
cómo le tiemblan los extremos de la boca
porque te ama y porque tiene miedo.

Y ahora ya la has rodeado con tus brazos
y tocas la dura suavidad de los hombros
y trozos, frescos unos y abrasadores otros, de su cuerpo.

Y de pronto te das cuenta de que huele mucho
a ella misma y a mujer y a algo
desconocido aún, y lo respiras.

Entonces los dos os sentáis en la tierra
y pones la cabeza sobre su pecho
y la oyes vivir.

Te sentirás seguro en el mundo.
Habrás notado que no hay soledad pero que hay
algo más fuerte y más útil y hermoso.

Conocerás el destino
y crecerá tu paz al acercarse la noche
y al ir sabiendo que la vida es
una inmensa, profunda compañía.
 
Breve comentario
 
La exigencia de amor de Dios a todos, sin excluir a nadie, puede parecer, y lo es, una exigencia desmesurada e impracticable en nuestras vidas. Se ama lo que nos agrada, lo que nos hace bien, lo que es bueno, lo que es, en definitiva, amable para la persona. Es un amor condicionado por las cualidades del objeto, cualidades que se hallan en sintonía con nuestras necesidades, búsquedas, tendencias o incluso fantasías. Esto es normal de todo punto. No se ama lo que nos hace mal, lo que nos daña, lo que es destructivo, salvo que medie una psicopatología sumamente grave. Sin embargo, el Señor nos exige amar también a nuestros enemigos. Humanamente todos sabemos que esto es imposible. El amor humano exige esa armonía de intereses que he descrito más arriba. Pero el amor de Dios, o el Dios que es Amor, trasciende esas limitaciones. En su misericordia, siempre espera que el malvado salga de su error y retome o inicie el camino de su salvación. El amor de Dios, o el Dios que es Amor, sabe esperar, es paciente, acepta nuestras debilidades para que nos hagamos fuertes al hacernos conscientes de ellas, y así buscar nuestra salida acudiendo a Quien puede vencerlas de forma definitiva. Es decir, la naturaleza del amor divino pasa por encima de las diferencias que el pecado instaura porque no pierde de vista la sed de amor genuino que toda alma humana alberga en su corazón, incluso el del más condenado por sus actos. Y así, aun el peor pecador, si en el instante último de su vida logra arrepentirse de toda la maldad cometida, Dios lo salvará, como hizo con Dimas, el primer bienaventurado en hollar el Reino de los cielos.

El hombre, con la asistencia del Espíritu Santo, es capaz de participar de ese amor que procede de Dios. Cuando, amando, se sabe esperar, todo encaja, todo es sencillo, todo cobra sentido, y se puede comprender la orfandad del alma de quien peca incluso con orgullo. Entonces, el hombre se convierte en alguien capaz de ese amor que es imagen de la infinita misericordia de Dios; entonces, podremos perdonar y acoger a los ajabs del mundo, que son multitud. Y sólo entonces nuestros días se poblarán de las vivencias que expresa el poeta con sobriedad bellísima:
 
"Ahora estás esperando
en medio del campo y sientes
la serenidad de los árboles
y la vibración de los pájaros.

Miras los montes, miras el aire
y se te representa la justicia de las cosas,
es decir,
la poesía de las cosas.
(...)
Te sentirás seguro en el mundo.
Habrás notado que no hay soledad pero que hay
algo más fuerte y más útil y hermoso.

Conocerás el destino
y crecerá tu paz al acercarse la noche
y al ir sabiendo que la vida es
una inmensa, profunda compañía." 

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