sábado, 5 de marzo de 2016

Lecturas del día, sábado, 5 de marzo. Poema "La casa de la vida" de Andrés Trapiello. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la profecía de Oseas (6,1-6):

Vamos a volver al Señor. Porque él nos ha desgarrado y él nos curará; él nos ha golpeado, y él nos vendará.
En dos días nos volverá a la vida y al tercero nos hará resurgir; viviremos en su presencia y comprenderemos.
Procuremos conocer al Señor. Su manifestación es segura como la aurora. Vendrá como la lluvia, como la lluvia de primavera y su sentencia surge como la luz que empapa la tierra.
- «¿Qué haré de ti, Efraín? ¿Qué haré de ti, Judá?
Vuestro amor es como nube mañanera, como el rocío que al alba desaparece. Sobre una roca tallé mis mandamientos; los castigué por medio de los profetas con las palabras de mi boca. Mi juicio se manifestará como la luz. Quiero misericordia y no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 50,3-4.18-19.20-21ab

R/.
Quiero misericordia, y no sacrificios

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos. R.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,9-14):

En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
- «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba
así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos,
adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo
que tengo".
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador".
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor

Poema:
La casa de la vida de Andrés Trapiello

Mi corazón es una vieja casa.
Tiene un jardín y en el jardín un pozo
y túneles de yedra y hojarasca.
Es esa casa a la que tiran piedras
los niños cuando pasan al volver de la escuela,
después de haber robado de su huerta
magro botín de unas manzanas agrias.
En su tejado hay nidos de pájaros que cantan
y de noche un cuartel de escandalosas ratas.
La glicina cubrió los viejos arcos
y una verja de lanzas
y una terraza alta donde llega
la copa de un granado con granadas
y un palomar y en ruinas unas cuadras.
Y un trozo de camino y la lejana
claridad del mundo.
Está fuera del pueblo y es indiana
su arquitectura, ya sabéis:
todo un poco mezclado, pero es blanca,
es grande, es vieja, es solitaria.

Breve comentario

Posiblemente sea el orgullo el más insidioso de los defectos o de los pecados humanos. Insidioso no porque sea poco visible (más bien, es al contrario), sino porque se infiltra por todos los pliegues de nuestra alma. Existe orgullo en el orgulloso, ciertamente, pero también puede existir en el humilde que lo es por lo humilde que cree ser. En todo, la verdad, como siempre. Es mucho mejor reconocerse como somos, que andar simulando lo contrario a lo que somos. Personalmente siempre he preferido al que me entra de frente. Y es lo mejor. Seamos como el publicano que sabe reconocerse ante Dios como lo que es, un pecador necesitado de su misericordia. 

Por ello, he elegido este poema y a este poeta, de corte, tono y personalidad equilibrados, casi gris, con la mesura de lo que es auténtico, poso de vida verdaderamente vivida sin estridencias. Sin duda, esta es una de las mejores humildades que existen: la aceptación serena de la vida, con sus luces y sombras, con sus limitaciones. Frente a los excesos del barroquismo místico de corazones desgarrados, de miserias insondables ante el Altísimo, prefiero esta madura modestia de reconocerse como una vieja casa de campo blanca, grande y solitaria. Si es con verdad, y lo es en el poeta elegido, es un corazón agradable a Dios. 

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