martes, 1 de marzo de 2016

Lecturas del día, martes, 1 de marzo. Poema "¡Cuántas veces, Señor!" de Lope de Vega. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la profecia de Daniel (3,25.34-43):

En aquellos días, Azarías puesto en pie, oró de esta forma; alzo la voz en medio del fuego, y dijo:
- «Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia.
Por Abrahán, tu amigo; por Isaac, tu siervo; por Israel, tu consagrado; a quienes prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas.
Pero ahora, Señor, somos el más pequeño de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados.
En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde, como un holocausto de carneros y toros o una multitud de corderos cebados.
Que éste sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados.
Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos y buscamos tu rostro, no nos defraudes, Señor; trátanos según tu piedad, según tu gran misericordia.
Líbranos con tu poder maravilloso y da gloria a tu nombre, Señor.»


Palabra de Dios

Salmo

Sal 24,4-5ab.6.7bc.8-9

R/.
Recuerda, Señor, tu ternura

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.

Recuerda, Señor,
que tu ternura y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,21-35):

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
- «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta:
- «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.
El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
-"Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo."
Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo:
- "Págame lo que me debes."
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo:
-"Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré."
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
"¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?"
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»

Palabra del Señor
 
Poema:
¡Cuántas veces, Señor! de Lope de Vega
 
¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado,
y cuántas con vergüenza he respondido,
desnudo como Adán, aunque vestido
de las hojas del árbol del pecado!

Seguí mil veces vuestro pie sagrado,
fácil de asir, en una cruz asido,
y atrás volví otras tantas atrevido,
al mismo precio que me habéis comprado.

Besos de paz os di para ofenderos,
pero si fugitivos de su dueño
hierran cuando los hallan los esclavos,

hoy que vuelvo con lágrimas a veros
clavadme Vos a Vos en vuestro leño
y tendréisme seguro con tres clavos.
 
 
Breve comentario
 
El hecho universal del pecado obliga a que universal deba ser también el perdón. Cuando existe el arrepentimiento sincero, los cristianos no podemos negarnos a perdonar. Del mismo modo, cuando somos nosotros los que caemos, podemos esperar ser perdonados. Si no perdonamos, no nos perdonarán. Es una ley justa y fácil de entender. El perdón nace de la comprensión de nuestra debilidad, y, por tanto, de la necesidad que experimentamos de volver a comenzar tras cada caída. Esto, repito, es un fenómeno universal, que nos afecta a todos.
 
Ser perdonado y no perdonar es una de las mayores injusticias que cabe realizar. Y una de las mayores sabidurías es volver a Dios tras cada caída y alejamiento. Muchas veces sólo nos damos cuenta de nuestra condición cuando nuestra vida sufre una serie de reveses que subrayan nuestra indigencia esencial, como le ocurre al pueblo de Israel en la primera lectura. En tales casos, la necesidad de ser perdonado y el reconocimiento de nuestros errores nos lleva a la luz de necesitar la misericordia de Dios. Llegados a esa situación no hay alma que no pueda levantarse de nuevo, pues Dios jamás le negará el perdón a un corazón contrito y humillado.

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