jueves, 17 de marzo de 2016

Lecturas del día, jueves, 17 de marzo. Poema "Sonetos a Cristo (I)" de José Bergamín. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (17,3-9):

En aquellos días, Abrahán cayó rostro en tierra y Dios le habló así:
- «Por mi parte, esta es mi alianza contigo: serás padre de muchedumbre de pueblos.
Ya no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de pueblos. Te haré fecundo sobremanera: sacaré pueblos de ti, y reyes nacerán de ti.
Mantendré mi alianza contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como alianza perpetua. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros. Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra en que peregrinas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré su Dios».
El Señor añadió a Abrahán:
- «Por tu parte, guarda mi alianza, tú y tus descendientes en sucesivas generaciones».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 104,4-5.6-7.8-9

R/.
El Señor se acuerda de su alianza eternamente

Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca. R.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R.

Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (8,51-59):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
- «En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».
Los judíos le dijeron:
- «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: "Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre"? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».
Jesús contestó:
- «Si yo me glorificara a mi mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: "Es nuestro Dios", aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: "No lo conozco" sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».
Los judíos le dijeron:
- «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?»
Jesús les dijo:
- «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy».
Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.

Palabra del Señor
 
Poema:
Sonetos a Cristo (I) de José Bergamín
 
No te entiendo, Señor, cuando te miro
frente al mar, ante el mar crucificado.
Solos el mar y tú. Tú en cruz, anclado,
dando a la mar el último suspiro.


No sé si entiendo lo que más admiro:
que cante el mar estando Dios callado,
que brote el agua, muda, a su costado,
tras el morir, de herida sin respiro.


O el mar o tú me engañan, al mirarte
entre dos soledades, a la espera
de un mar de sed, que es sed de mar perdido.


¿Me engañas tú o el mar, al contemplarte
ancla celeste en tierra marinera,
mortal memoria ante inmortal olvido?


Breve comentario

La figura del Señor es una pura paradoja para nuestra mente. Su discurso no tiene ni pies ni cabeza para el hombre que sólo conoce aquello que se le alcanza con su experiencia y su vida. La visión de lo trascendente que traía Jesús era algo completamente novedoso, inaudito para los judíos y para cualquier hombre. Habiendo leído y estudiado durante generaciones a los profetas, los judíos no acertaron a interpretarlos más que de un modo puramente externo, literal y legalista. Estaban completamente cegados para recibir la presencia y la Palabra del Señor. La pregunta que nos debemos hacer también nosotros es cómo vemos al Señor en verdad. Incluso reconociendo que es el Mesías, qué significado tiene esto en nuestras vidas. Es el Mesías, bien, ¿y entonces?... No es necesario tanto entenderle como pretende el poeta (cosa imposible, pues su amor infinito nos desborda por completo), como saber definir que es Él en nuestra vida, cómo nos acompaña, cómo se hace presente, cómo está con nosotros. No nos importen para ello las aparentes contradicciones que el mundo impone en nuestra relación con Él, pues las categorías del mundo son irrelevantes en este ámbito. Eso sí, tengamos clara una cosa en esta indagación de nuestro interior: Él no nos engaña nunca... 

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