miércoles, 2 de marzo de 2016

Lecturas del día, miércoles, 2 de marzo. Poema "Nunca es tarde" de Antonio Murciano. Breve comentario

Lectura del libro del Deuteronomio (4,1.5-9):

Moisés habló al pueblo, diciendo:
- «Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliendolos, viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar.
Mirad: yo os enseño los mandatos y decretos, como me mandó el Señor, mi Dios, para que los cumpláis en la tierra donde vais a entrar para tomar posesión de ella.
Observadlos y cumplidlos, pues esa es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos , los cuales, cuando tengan noticia de todos estos mandatos, dirán:
"Ciertamente es un pueblo sabio e inteligente esta gran nación."
Porque, ¿dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos?
Y, ¿dónde hay otra nación tan grande que tenga unos mandatos y decretos tan justos como toda esta ley que yo os propongo hoy?
Pero, ten cuidado, guárdate bien de olvidar las cosas que han visto tus ojos y que no se aparten de tu corazón mientras vivas; cuéntaselos a tus hijos y nietos.»

Palabra de Dios



Salmo

Sal 147,12-13.15-16.19-20

R/.
Glorifica al Señor, Jerusalén

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión.
Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R.

El envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza. R.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,17-19):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.»

Palabra del Señor

Poema:
Nunca es tarde de Antonio Murciano 

Éste que hoy ves aquí, ya de regreso,
náufrago de sí mismo a la deriva,
el de la mano un día vengativa,
el porque sí rebelde, el loco obseso;

éste que ves aquí, en carne y hueso,
en mentira, en verdad, en alma viva,
el que escupió en tu rostro su saliva,
el que se fue de ti, el que hizo eso;

el que su vida te cerró con llaves,
el renegado, el que cumplió condena,
ése soy yo, que he vuelto con las aves.

Te perdí en el gozar, te hallé en la pena.
Tarde te hallé, Señor, pero tú sabes
que nunca es tarde si la dicha es buena.
 

Breve comentario

Desde los últimos casi trescientos años aproximadamente los católicos nos enfrentamos en Occidente con una muy mala prensa sobre los mandatos cristianos que debemos cumplir. Es entendido hoy por la inmensa mayoría que son obstáculos a nuestra felicidad, represión, negación de la libertad, anulación de nuestra voluntad. Está siendo ciertamente muy duro combatir contra estas falsedades e ignorancias, pues parece que la vida sin Dios es posible, y hasta gratamente posible. Que alguien ignore que padece una enfermedad, y se crea por ello sano, no supone que la enfermedad deje de existir ni que sus efectos no dejen de producirse. Un poco vivimos bajo esta falsa ilusión: no creyendo necesitar a Dios, no lo necesitamos; no siendo conscientes de nuestra soledad y alienación, nos creemos felices.

Dios nos ha señalado un camino. Ante esta oferta cabe sólo dos posibilidades: el rechazo o la asunción. Aunque esta última siempre esté trufada de caídas, de nuestros pecados, su autoridad en el que asume la ley de Dios no es cuestionada: se sabe dónde está el bien y dónde el mal. Porque la ley de Dios, tras la aparición del Señor en la tierra, como se nos recuerda hoy en el evangelio, lo que trae y hace posible es nuestra plenitud. La felicidad nunca es posible en la apariencia de bien. Y el bien nunca es posible en la apariencia de felicidad. 

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