viernes, 19 de febrero de 2016

Lecturas del día, viernes, 19 de febrero. Poema "Pecado" de Rafael Morales. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (18,21-28):

Así dice el Señor Dios: «Si el malvado se convierte de los pecados cometidos y guarda mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá. No se le tendrán en cuenta los delitos que cometió, por la justicia que hizo, vivirá. ¿Acaso quiero yo la muerte del malvado –oráculo del Señor–, y no que se convierta de su conducta y que viva? Si el justo se aparta de su justicia y comete maldad, imitando las abominaciones del malvado, ¿vivirá acaso?; no se tendrá en cuenta la justicia que hizo: por la iniquidad que perpetró y por el pecado que cometió, morirá. Comentáis: “No es justo el proceder del Señor.” Escuchad, casa de Israel: ¿Es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 129,1-2.3-4.5-7a.7bc-8

R/.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?


Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.

Si llevas cuenta de los delitos,
Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R/.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora. R/.

Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,20-26):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.»

Palabra del Señor

Poema:
Pecado de Rafael Morales

Oh, Dios mío, Dios mío. Tu ira azota
en mi carne de hombre. Por mis venas
tus látigos restallan, y me suenas  
como un trueno en mi sangre más remota.

He pecado, Señor, y en cada gota
de la sangre que llevo muerdes, truenas,
hundes fieros cuchillos y me llenas
de un huracán que de tus llagas brota,

que ruge por mi pecho, que restalla,
abriéndose en la estrella de mi mano
como una enorme ola de metralla.

Sopla, Señor, sobre mi polvo vano,
avéntame cual polvo de batalla.
Mas no... ¡Perdón!... Al fin, soy tan humano...

Breve comentario

Solemos tener miedo al Juicio Final. No es para menos. Entonces se decidirá nuestra suerte eterna. ¿Pero se decide sólo entonces? En ese momento lo que ocurrirá será la sentencia, pero nada más. Es decir, como ante cualquier proceso judicial, son los hechos, los actos, las motivaciones y las intenciones realizadas, expresadas o albergadas previamente la cosa a juzgar. En definitiva, en aquel definitivo juicio nos condenaremos nosotros solos en función de la vida que hayamos llevado aquí. El Juez, que todo lo ve, al cual no se le puede ocultar nada ni mentir, simplemente sacará la consecuencia natural de nuestros actos y omisiones.

Esto es así. No cabe la queja. Y más cuando conocemos que esto ocurrirá tras nuestra muerte. La misericordia de Dios no está en contradicción con este estado de cosas. Se condenarán aquellos que hayan rechazado expresa y conscientemente el amor de Dios y sus mandatos. Se salvarán aquellos que, aun habiendo pecado, intentaron obedecer al Señor y acogerse a su protección. Dios es justo porque es misericordioso, pero también, no lo olvidemos, es misericordioso porque es justo.

En verdad, la condenación ya la probamos cada vez que pecamos, y pecando sentimos el mal que hemos hecho. La desazón, el vacío, el sinsentido, la sana culpa que sucede después de la maldad cometida, es el signo o la huella que produce en nuestra alma el alejamiento del Señor. Al pecar notamos su ausencia, el frío mortal de la soledad más profunda, un silencio que aplasta, que nos hunde en una noche sin luz ni esperanza. Mientras sintamos este dolor primigenio por nuestras ofensas, siempre se mantiene abierta la puerta de la misericordia divina. Por el contrario, cuando ya no somos capaces de sentir este dolor, cuando ya no somos capaces de percibir el mal que hacemos o que queremos, cuando incluso, en un nivel mayor de nuestra degradación, ni siquiera sabemos distinguir el bien del mal, entonces, mucho antes de nuestra muerte, en esta vida, ya estamos condenados para siempre. Por fortuna, el amor de Dios es tan inmensurable que permite al hombre hasta el último instante de su vida la posibilidad del arrepentimiento, con independencia de la naturaleza de sus pecados y el número de ellos.

Como siempre, y más ahora en Cuaresma, que cada uno haga su personal examen de conciencia sobre cómo está viviendo su vida. Y aunque existan atenuantes y eximentes diversos en muchas de nuestras circunstancias, que deje ese trabajo de valoración al Señor, no vaya a ser que por ahí se nos cuele la autocomplacencia con el pecado y nos conduzca al desaguadero de la condenación eterna. Somos pecadores por naturaleza, pero el Señor nos ha redimido con su vida. Es un camino no sólo posible, sino perfectamente transitable vivir de acuerdo a sus mandatos, que son mandatos de amor. Transitable no quiere decir fácil, pero es un camino humano, no de cabras. Y siempre estamos asistidos por Él, si en verdad queremos andar hacia Él. 

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