lunes, 17 de julio de 2017

[#IamCharlieGard] Lecturas del día, lunes, 17 de julio. Poema "La condena" de Felipe Benítez Reyes. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (1,8-14.22):

En aquellos días, subió al trono en Egipto un Faraón nuevo, que no había conocido a José, y dijo a su pueblo: «Mirad, el pueblo de Israel está siendo más numeroso y fuerte que nosotros; vamos a vencerlo con astucia, pues si no, cuando se declare la guerra, se aliará con el enemigo, nos atacará, y después se marchará de nuestra tierra.» Así, pues, nombraron capataces que los oprimieron con cargas, en la construcción de las ciudades granero, Pitom y Ramsés. Pero, cuanto más los oprimían, ellos crecían y se propagaban más. Hartos de los israelitas, los egipcios les impusieron trabajos crueles, y les amargaron la vida con dura esclavitud: el trabajo del barro, de los ladrillos, y toda clase de trabajos del campo; les imponían trabajos crueles. Entonces el Faraón ordenó a toda su gente: «Cuando nazca un niño, echadlo al Nilo; si es niña, dejadla con vida.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 123,1-3.4-6.7-8

R/.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
–que lo diga Israel–,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros. R/.

Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó
en presa a sus dientes. R/.

Hemos salvado la vida,
como un pájaro de la trampa del cazador;
la trampa se rompió, y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,34–11,1):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.» Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.

Palabra del Señor
 
Poema:
La condena de Felipe Benítez Reyes
 
El que posee el oro añora el barro.
El dueño de la luz forja tinieblas.
El que adora a su dios teme a su dios.
El que no tiene dios tiembla en la noche.

Quien encontró el amor no lo buscaba.
Quien lo busca se encuentra con su sombra.
Quien trazó laberintos pide una rosa blanca.
El dueño de la rosa sueña con laberintos.

Aquel que halló el lugar piensa en marcharse.
El que no lo halló nunca
es desdichado.
Aquel que cifró el mundo con palabras
desprecia las palabras.
Quien busca las palabras que lo cifren
halla sólo palabras.

Nunca la posesión está cumplida.
Errático el deseo, el pensamiento.
Todo lo que se tiene es una niebla
y las vidas ajenas son la vida.

Nuestros tesoros son tesoros falsos.

Y somos los ladrones de tesoros.
 
 
Breve comentario
 
Una cosa es estar en el mundo y otra ser del mundo. Ser mundano significa no sólo que anteponemos los intereses del mundo por encima de los que convienen a la salud de nuestra alma, sino que nos identificamos con ellos, nos hacemos como el mundo. Una cosa es, por ejemplo, tener que preocuparse por ganar dinero, cosa necesaria y muy legítima, y otra considerar que ésta sea una de las motivaciones humanas principales hacia la cual cualquier otra debe quedar supeditada.
 
El amor de Dios rompe este estado de mezquindad espiritual, lo trastoca hasta invertirlo: donde el hombre debe poner el mayor y el preferente interés es en salvar su alma. Para ello, Dios debe ocupar el primer lugar, lo que supone que dejemos de ser del mundo para que el mundo se haga como Dios ha querido que sea. Esto implica necesariamente ruptura, cambio revolucionario de perspectiva, división, enfrentamiento con la visión propia de la mundanidad, con sus objetivos y pedestres ideales. El amor que trae Dios es la plenitud de la verdad; en un mundo presidido por los precarios placeres de la mirada mezquina, el amor del Señor no es de color de rosa y sentimentaloide, ni se ajusta a los convencionalismos al uso. Si hasta las relaciones de parentesco son un obstáculo para seguir al Señor, éstas deben pasar a un segundo plano, como cualquier otra realidad que sirva de impedimento.
 
Cuanto más apegado al mundo un alma permanezca, se cumplirá con más certeza la ley que describe el poeta:
 
"Todo lo que se tiene es una niebla
y las vidas ajenas son la vida.

Nuestros tesoros son tesoros falsos.

Y somos los ladrones de tesoros."
 
El tesoro que nos trae el amor de Dios es nuestro más íntimo tesoro, el más verdadero, el más propio de nuestra naturaleza. Así, quien gane su vida para el mundo, la perderá; pero quien la pierda al mundo, la ganará para Dios, para la vida eterna. Seguir a Cristo es lo menos almibarado que existe, pues su amor nos exige ser verdaderos con la Verdad, con nosotros mismos. Amar no es otra cosa, allá, en la otra vida, y en esta también.   
  

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