viernes, 10 de marzo de 2017

Lecturas del día, viernes, 10 de marzo. Poema "Hoy sé que mi vida es un desierto" de Cristina de Arteaga. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (18,21-28):

Así dice el Señor Dios: «Si el malvado se convierte de los pecados cometidos y guarda mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá. No se le tendrán en cuenta los delitos que cometió, por la justicia que hizo, vivirá. ¿Acaso quiero yo la muerte del malvado –oráculo del Señor–, y no que se convierta de su conducta y que viva? Si el justo se aparta de su justicia y comete maldad, imitando las abominaciones del malvado, ¿vivirá acaso?; no se tendrá en cuenta la justicia que hizo: por la iniquidad que perpetró y por el pecado que cometió, morirá. Comentáis: “No es justo el proceder del Señor.” Escuchad, casa de Israel: ¿Es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 129,1-2.3-4.5-7a.7bc-8

R/.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?


Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.

Si llevas cuenta de los delitos,
Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R/.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora. R/.

Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,20-26):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.»

Palabra del Señor

Poema:
Hoy sé que mi vida es un desierto de Cristina de Arteaga

Hoy que sé que mi vida es un desierto,
en el que nunca nacerá una flor,
vengo a pedirte, Cristo jardinero,
por el desierto de mi corazón.

Para que nunca la amargura sea
en mi vida más fuerte que el amor,
pon, Señor, una fuente de alegría
en el desierto de mi corazón.

Para que nunca ahoguen los fracasos
mis ansias de seguir siempre tu voz,
pon, Señor, una fuente de esperanza
en el desierto de mi corazón.

Para que nunca busque recompensa
al dar mi mano o al pedir perdón,
pon, Señor, una fuente de amor puro
en el desierto de mi corazón.

Para que no me busque a mí cuando te busco
y no sea egoísta mi oración,
pon tu cuerpo, Señor, y tu palabra
en el desierto de mi corazón.

Breve comentario

La paz social como la paz de las almas de cada uno de nosotros es fruto de un largo proceso de maduración interior en el que muchos factores entran en juego. Paz no es ausencia de conflicto o de problemas, ni tampoco la ocultación o la huída de los mismos, en eso que llamamos la paz de los cementerios, sino la conciencia asumida y profunda de que debemos cultivar el encuentro con el otro, fomentar la unión en lo verdadero que nos une. Por supuesto, como todos conocemos por propia experiencia personal, esto no es fácil. Así como dos no se pelean si uno no quiere, tampoco puede haber paz entre ellos si ambos no la buscan. Y muchas veces, demasiadas, ni la procuran ni la procuramos.

Al menos, en lo que nos toque, evitemos en lo posible aumentar la discordia, si ésta es inevitable, y nunca alimentarla. En no pocas ocasiones, no queda otra que enfrentarnos en una dinámica de conflicto a quien nos pone en esa tesitura no deseada. Pero incluso en la peor de las situaciones, nuestra actuación no ha de estar movida por el orgullo, el deseo de prevalecer sobre el otro, el rencor, la venganza, sino para evitar un mal mayor, un mal que podamos impedir encarando el problema presente.

No quiero dar una falsa imagen beatífica. El hombre tiende al conflicto de un modo casi involuntario, si se me permite hablar así, porque la persona está habitada a su vez por conflictos, porque somos conflicto en no pequeña medida. Esa es la fragilidad que el pecado introduce en nuestra naturaleza. Por ello resulta de lo más pertinente el humilde reconocimiento que la monja poeta hace de su interior como desierto. No sólo como desierto de renuncia al mundo y a su propia vida por Dios, sino como constatación sincera de que en su corazón no hay la paz que el amor al Señor exige.

En efecto, sin la ayuda del Padre, la paz en este mundo y en los corazones de cada persona es harto difícil de lograr. Cada uno ha de verse necesitado de esa paz y de esa ayuda, pues sólo dependiendo de nuestras fuerzas o de la bondad de las condiciones de nuestra vida, que en gran parte no podemos controlar, jamás podremos acercarnos a la misma. Y la paz es posible, pues nuestra tendencia al mal no es más fuerte que nuestra necesidad de bien. Para ello debemos acudir a quien es su fuente ("fuente de alegría", "fuente de esperanza", "fuente de amor puro"), manantial del que nace nuestra necesidad de amar y ser amados, en el desierto de nuestro corazón.

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