jueves, 30 de marzo de 2017

Lecturas del día, jueves, 30 de marzo. Poema "Oración" de León Felipe. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (32,7-14):

En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: «Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”». Y el Señor añadió a Moisés: «Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo». Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios: «¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Por qué han de decir los egipcios: “Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra”? Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”». Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 105,19-20.21-22.23

R/.
Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo

En Horeb se hicieron un becerro,
adoraron un ídolo de fundición;
cambiaron su gloria por la imagen
de un toro que come hierba. R/.

Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en la tierra de Cam,
portentos junto al mar Rojo. R/.

Dios hablaba ya de aniquilarlos;
pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a él,
para apartar su cólera del exterminio. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (5,31-47):

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis. Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».

Palabra del Señor
 
Poema:
Oración de León Felipe
 
Señor, yo te amo
porque juegas limpio;
sin trampas —sin milagros—;
porque dejas que salga,
paso a paso,
sin trucos —sin utopías—,
carta a carta,
sin cambios,
tu formidable
solitario. 
 
Breve comentario
 
En el evangelio de hoy, continuación del de ayer, Jesús hace patente ante los escribas y fariseos, en un ambiente de obvia hostilidad por parte de éstos, su identidad, su naturaleza y la misión que debe realizar. El Señor se presenta como el Hijo del Padre, aquel que hace en todo la voluntad de Dios, que es testimonio suyo, al que le es fiel siempre. El estupor de las autoridades judías era inconmensurable; pero ante este estupor Jesús les muestra que, en verdad, jamás han creído a los profetas que el Padre envío una y otra vez, a los que ejecutaron o traicionaron como norma general. Así, en la primera lectura se recuerda una de las más famosas infidelidades del pueblo judío durante el éxodo, tras su salida de Egipto dirigidos por Moisés. 
 
Es una tentación humana muy común el construirnos una imagen de Dios a la medida de nuestras debilidades. También les ocurrió a las autoridades del pueblo judío: su fe estaba muy lejos de lo que Dios quería. Entre los cristianos esta tendencia quedó dramáticamente consolidada con la mal llamada Reforma protestante: si el ideal me exige demasiado, transformo aquél en función de mis intereses o de mis perezas y negligencias. Con el libre examen o interpretación de las Escrituras de los protestantes quedó sancionado como camino de virtud y seguimiento lo que no es más que coartada al pecado, a la traición y al olvido del Señor, para servir al señor que gusta a nuestras debilidades. 
 
La exposición del Señor a los judíos es diáfana, limpia, transparente, con la integridad que remite a la Verdad, sin subterfugios, sin engaños, sin florituras retóricas, sin defenderse para mitigar el mensaje o preservar intereses egoístas. ¡Cuán necesitados estamos de estas actitudes ejemplares, de este amor a la Verdad y por la Verdad! Sin embargo, como redivivos judíos o católicos protestantizados, preferimos la comodidad de hacer del Señor hijo de nuestras miserias, y por si fuera poco, a este ejercicio llamarlo fe, virtud, compromiso... Compromiso con nuestro ego. Lo peor que el Señor nos puede decir el Día del Juicio es lo que hoy les dirige a los judíos: "os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros."
 
Pidamos al Señor un verdadero seguimiento de su ejemplo de vida. Y hoy, al menos, quedémonos fascinados de la pureza y divina virilidad de sus actitudes. Que esa sana fascinación por la belleza de su entrega, de la que se hace eco nuestro poeta ("Señor, yo te amo/ porque juegas limpio"), nos sirva de acicate para que no lo traicionemos. Y si caemos, sepamos levantarnos de inmediato para no perder el paso de su amor.   

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