sábado, 4 de marzo de 2017

Lecturas del día, sábado, 4 de marzo. Poemas "La palabra" y "Silencio" de Francisco Luis Bernárdez. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (58,9b-14):

Esto dice el Señor:
«Cuando alejes de ti la opresión,
el dedo acusador y la calumnia,
cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo
y sacies al alma afligida,
brillará tu luz en las tinieblas,
tu oscuridad como el mediodía.
El Señor te guiará siempre,
hartará tu alma en tierra abrasada,
dará vigor a tus huesos.
Serás un huerto bien regado,
un manantial de aguas que no engañan.
Tu gente reconstruirá las ruinas antiguas,
volverás a levantar los cimientos de otros tiempos;
te llamarán “reparador de brechas”,
“restaurador de senderos”,
para hacer habitable el país.
Si detienes tus pasos el sábado,
para no hacer negocios en mi día santo,
y llamas al sábado “mi delicia”
y lo consagras a la gloria del Señor;
si lo honras, evitando viajes,
dejando de hacer tus negocios y de discutir tus asuntos,
entonces encontrarás tu delicia en el Señor.
Te conduciré sobre las alturas del país
y gozarás del patrimonio de Jacob, tu padre.
Ha hablado la boca del Señor».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 85,1-2.3-4.5-6

R/.
Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad


Inclina tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva, Dios mío, a tu siervo, que confía en ti. R/.

Piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti, Señor. R/.

Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,27-32):

En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos de Jesús: «¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?» Jesús les respondió: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».

Palabra del Señor
 
Poemas:
La palabra de Francisco Luis Bernárdez
 
En cada ser, en cada cosa, en cada
palpitación, en cada voz que siento
espero que me sea revelada
esa palabra de que estoy sediento.
 
Aguardo a que la diga el firmamento,
pero su boca inmensa está callada;
la busco por el mar y por el viento,
pero el viento y el mar no dicen nada.
 
Hasta los picos de los ruiseñores
y las puertas cerradas de las flores
me niegan lo que quiero conocer.
 
Sólo en mi corazón oigo un sonido
que acaso tenga un vago parecido
con lo que esa palabra puede ser.
 
Silencio de Francisco Luis Bernárdez
 
No digas nada, no preguntes nada.
Cuando quieras hablar, quédate mudo:
que un silencio sin fin sea tu escudo
y al mismo tiempo tu perfecta espada.
 
No llames si la puerta está cerrada,
no llores si el dolor es más agudo,
no cantes si el camino es menos rudo,
no interrogues sino con la mirada.
 
Y en la calma profunda y transparente
que poco a poco y silenciosamente
inundará tu pecho de este modo,
 
sentirás el latido enamorado
con que tu corazón recuperado
te irá diciendo todo, todo, todo.
 
Breve comentario
 
El Señor llama a un publicano, y éste responde de inmediato. No sólo obedece, sino que su corazón queda inundado de agradecimiento, pues esa llamada fue su curación, y su curación, su conversión. La llamada del Señor es irresistible, más aún si se realiza físicamente, si aparece ante nosotros encarnado como el ser humano que fue. Hoy el Señor no suele llamarnos así. Es cierto que puede presentarse en apariciones a las almas que Él elige, pero no es lo más común. Hoy el Señor, que sigue llamando tanto o más como en su paso terrenal, lo hace de forma mediata, por medio de intermediarios. 
 
¿Cuáles son esos intermediarios? Literalmente cualquier cosa: desde un sufrimiento o dolor que no podemos superar o que se prolonga a lo largo del tiempo, hasta una experiencia gratificante (con un amigo, con la persona a la que amamos, con nuestro entorno familiar...), la contemplación de la belleza (de una obra de arte, de un paisaje, de una música o de un buen libro), la soledad elegida, una enfermedad, un suceso inesperado o no planificado del tipo que fuera, etc. En estas llamadas indirectas o mediatas debemos estar atentos, pues no poseen el carácter de irresistibles de las llamadas u órdenes directas o inmediatas del Señor. En éstas, su fuerza y su presencia lo inundan todo; pero en las primeras, en las que el Señor se expresa por medio de otras realidades, hay que saber distinguirle entre lo que se nos aparece. Para ello debemos cultivar una actitud de apertura, de búsqueda en todo de la trascendencia, desarrollar el sentido de poder ver más allá del puro fenómeno, del solo acontecimiento, para estar atento a cómo reverbera, por así decir, en nuestro corazón, pues es desde nuestro corazón que Dios nos habla (y nos habita) a través de las cosas y sucesos de nuestra vida. Si cultivamos, insisto, esta actitud, no pasarán desapercibidas sus llamadas. Y sabremos responder como el publicano con obediencia y gozo, con frutos de conversión; frutos que serán los que el Señor busque y quiera de ti, no los que terceras personas entiendan que sean los que debas dar. Para cada alma Dios ha pensado su camino de plenitud, y nos toca a cada uno descubrirlo, sabiendo percibir sus llamadas cuando éstas ocurran.
 
Los dos poemas de Bernárdez parecen perfectamente concatenados e inciden en las ideas que acabo de exponer: Dios nos llama desde nuestro corazón, y para escucharle debemos dejar un espacio de silencio o de paz en nuestro interior, sean cuales sean las presiones o fascinaciones exteriores que nos exijan responder al modo que ellos consideren. La Cuaresma es tiempo de conversión porque es tiempo de depuración, de limpieza, de eliminación de la ganga, de lo que sobra en nuestra vida. Y paulatinamente podremos hacerlo sabiendo ver cómo y cuándo nos va llamando.

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