miércoles, 20 de julio de 2016

Lecturas del día, miércoles, 20 de julio. Poema "El silbo del dale" de Miguel Hernández. Breve comentario


Primera lectura

Comienzo del profeta Jeremías (1,1.4-10):

Palabras de Jeremías, hijo de Helcías, de los sacerdotes residentes en Anatot, territorio de Benjamín. Recibí esta palabra del Señor: «Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles.»
Yo repuse: «¡Ay, Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho.»
El Señor me contestó: «No digas: "Soy un muchacho", que adonde yo te envíe, irás, y lo que yo te mande, lo dirás. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte.» Oráculo del Señor.
El Señor extendió la mano y me tocó la boca; y me dijo: «Mira: yo pongo mis palabras en tu boca, hoy te establezco sobre pueblos y reyes, para arrancar y arrasar, para destruir y demoler, para edificar y plantar.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 70

R/.
Mi boca contará tu salvación, Señor

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. R/.

Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/.

Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R/.

Mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,1-9):

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga.»

Palabra del Señor

Poema:
El silbo del dale de Miguel Hernández
 
Dale al aspa, molino,
hasta nevar el trigo.

Dale a la piedra, agua,
hasta ponerla mansa.

Dale al molino, aire,
hasta lo inacabable.

Dale al aire, cabrero,
hasta que silbe tierno.

Dale al cabrero, monte,
hasta dejarlo inmóvil.

Dale al monte, lucero,
hasta que se haga cielo.

Dale, Dios, a mi alma,
hasta perfeccionarla.

Dale que dale, dale,
molino, piedra y aire,

cabrero, monte, astro;
dale que dale largo.

Dale que dale, Dios,
¡ay!
hasta la perfección.


http://albalearning.com/audiolibros/hernandez/silbodeldale.html

Breve comentario

Solemos entender el pasaje evangélico de este día como si se refiriera a realidades fijas, inamovibles, a tipos humanos como ciertos compartimentos, estancos. Precisamente la lectura del Antiguo Testamento nos indica que la interpretación más ajustada quizá no sea esa. Dios a lo largo de la vida nos va habilitando para que podamos cumplir con lo que Él tenía pensado para nosotros. Si le dejamos, pues el amor es siempre educado: respeta y pide permiso.

Así, no me cuesta nada reconocer los años en que fui cuneta polvorienta de un camino perdido; y pedregal calcinado por el sol; y también tierra ingrata poblada de malas hierbas. Y aunque cuando estaba en esas circunstancias no era consciente de que Dios hubiera sembrado en mí semilla alguna, seguro es que entonces también lo hizo. ¿Me llamaba? Estoy seguro de que sí, pero yo estaba sordo, sordo como una cuneta, una piedra, una zarza. Y ahora que no paso de pobre tierra capaz de su semilla, que rinde poco, pero que al menos deja crecer algo de lo sembrado (no llego a los treinta del evangelio), sé que lo que soy no lo debo a mí, sino a esa dolorosa, incluso muy dolorosa, habilitación que Dios me ha proporcionado con enorme misericordia y paciencia por su parte (y lo que queda, supongo).

Es cierto que podemos estancarnos y quedarnos espiritualmente herméticos como las cunetas, las piedras y los espinos, pero si vamos aceptando con esperanza lo que nos va ocurriendo en la vida (esperanza no significa resignación -tampoco alegría-), por duro que nos resulte, iremos remontando esa pesada escalera desde el camino estéril hasta la tierra más fecunda. Y con la esperanza, se fortalecerá la fe, y con la fe seremos capaces del amor.

No es, pues, un pasaje que haga referencia a lo listos y capacitados que son unos y a lo zoquetes y torpes que son otros. Cada uno viene a la existencia porque Dios lo quiso, porque Dios le dió el ser; esto significa que para cada uno tiene pensado un proyecto, una misión, y hemos de recorrer ese camino de principio a fin, sean cuales sean nuestros comienzos, los dones que Dios nos concedió. Dios quiere a todos sus hijos, pero no de todos espera lo mismo. En consecuencia, toda vida que sea fértil, con independencia del grado de "producción" de la misma, Dios la acepta, pues a cada uno nos hizo distintos para distintas tareas, y sabe lo que podemos dar cada uno en función de los carismas que nos regaló. La perfección que Dios busca de nosotros es simplemente que rindamos al máximo. No podemos pedir que a quien Dios concedió con generosidad inteligencia, acabe de bracero; ni que al buen campesino se le asigne responsabilidades que no pueda acometer. Y se puede ser máximamente fértil siendo campesino o cardenal de la curia. Y no estoy seguro cuál de ellos sería el que daría cien y cuál sesenta o treinta. Dependerá de lo que ame. Aquel que más ame, más hará crecer la semilla. 
Dale al aspa, molino,
hasta nevar el trigo.
Dale a la piedra, agua,
hasta ponerla mansa.
Dale al molino, aire,
hasta lo inacabable.
Dale al aire, cabrero,
hasta que silbe tierno.
Dale al cabrero, monte,
hasta dejarle inmóvil.
Dale al monte, lucero,
hasta que se haga cielo. 
Dale, Dios, a mi alma,
hasta perfeccionarla.
Dale que dale, dale,
molino, piedra y aire,
cabrero, monte, astro,
dale que dale largo. 
Dale que dale, Dios,
¡ay!
Hasta la perfección.
- See more at: http://albalearning.com/audiolibros/hernandez/silbodeldale.html#sthash.BRmqw9ye.dpuf
Dale al aspa, molino,
hasta nevar el trigo.
Dale a la piedra, agua,
hasta ponerla mansa.
Dale al molino, aire,
hasta lo inacabable.
Dale al aire, cabrero,
hasta que silbe tierno.
Dale al cabrero, monte,
hasta dejarle inmóvil.
Dale al monte, lucero,
hasta que se haga cielo. 
Dale, Dios, a mi alma,
hasta perfeccionarla.
Dale que dale, dale,
molino, piedra y aire,
cabrero, monte, astro,
dale que dale largo. 
Dale que dale, Dios,
¡ay!
Hasta la perfección.
- See more at: http://albalearning.com/audiolibros/hernandez/silbodeldale.html#sthash.BRmqw9ye.dpuf

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.