lunes, 18 de julio de 2016

Lecturas del día, lunes, 18 de julio. Poema "Así como nosotros" de Carlos Murciano. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la profecía de Miqueas (6,1-4.6-8):

Escuchad lo que dice el Señor: «Levántate y llama a juicio a los montes, que escuchen los collados tu voz.»
Escuchad, montes, el juicio del Señor; atended, cimientos de la tierra: El Señor entabla juicio con su pueblo y pleitea con Israel: «Pueblo mío, ¿qué te hice o en qué te molesté? Respóndeme. Te saqué de Egipto, de la esclavitud te redimí, y envié por delante a Moisés, Aarón y María.»
«¿Con qué me acercaré al Señor, me inclinaré ante el Dios de las alturas? ¿Me acercaré con holocaustos, con novillos de un año? ¿Se complacerá el Señor en un millar de carneros, o en diez mil arroyos de grasa? ¿Le daré un primogénito para expiar mi culpa; el fruto de mi vientre, para expiar mi pecado?»
«Te han explicado, hombre, el bien, lo que Dios desea de ti: simplemente, que respetes el derecho, que ames la misericordia y que andes humilde con tu Dios.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 49

R/.
Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios

«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio.»
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar. R/.

«No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños.» R/.

«¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?» R/.

«Esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.
El que me ofrece acción de gracias, ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.» R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (12,38-42):

En aquel tiempo, algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús: «Maestro, queremos ver un signo tuyo.»
Él les contestó: «Esta generación perversa y adúltera exige un signo; pero no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo; pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra. Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás. Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Así como nosotros de Carlos Murciano
 
Señor, esto es bien cierto: te lo debemos todo; 
lo que somos y hacemos y tenemos y amamos,
la mano que acaricia, la fuente que nos duerme
la sed, el sol que dora nuestros hombros vencidos,
el beso largo y dulce, Señor, te lo debemos.
 
Mas tú también, Dios mío, reconócelo, estás
en deuda con nosotros: Esos ojos que miran
y no ven cómo en trinos se azula la mañana;
esos hombres que nacen sin madre entre los labios
porque tú se la quitas cuando apenas alientan;
esas piernas inútiles que ni siquieran pueden
con dos trenzas doradas o un puñado de sueños;
esos trigos quemados; esas pobres falúas
con un nombre sencillo que al mar rugiente entregas;
esos cuerpos deformes, Señor, tú nos los debes.
 
No saldaremos nunca nuestras deudas, Señor: perdónanos;
perdónanos el negro gusano de la duda,
la blasfemia salvaje, la saliva en el rostro,
la piedra que tiramos a sabiendas de herirte;
olvida todo el daño, todo el mal que te hicimos
y perdónanos luego interminablemente
así como nosotros, Señor, te perdonamos.
 
Breve comentario

El hombre necesita certidumbres, seguridades, para abrirse camino a lo que no conoce. No es una reacción irracional; todo lo contrario: la racionalidad humana exige unos requisitos, una estructura, un orden, que habrá de concluir, si se cumplen aquellos, en un conocimiento cierto de la realidad a la que nos acercamos. Pero la fe es creer en lo que no se ve. Es decir, en aquello de lo que no podemos obtener un conocimiento, una certeza. La fe es abrirse a algo que, en el mejor de los casos, intuimos vagamente. Nos fiamos, pero no podemos estar seguros de que nuestra confianza no podrá ser decepcionada, pues en verdad no sabemos. Para creer, la voluntad humana ha de asentir, dar su consentimiento, es verdad que fundado si se quiere en ciertos indicios de racionalidad, pero siempre todo es muy vago e impreciso. La fe supone dar un salto sin saber siquiera si existe red que nos recoja (la existencia de la red es parte de la creencia).

Así, resulta muy humano pedirle cuentas a Dios cuando la realidad no se corresponde con su imagen de amor y justicia. Si el mal y el sufrimiento existen, nuestra fe se resquebraja en un Dios que no abole esas realidades que van en contra de su naturaleza. Si el mal existe, Dios no es omnipotente, nos podríamos plantear, por ejemplo. ¿Por qué no hace prevalecer su poder? Si puede y no quiere, ¿qué clase de bondad es la de Dios? 
 
Todo resulta de lo más comprensible, pero también de lo más erróneo. Dios no es lo que imaginamos que sea para satisfacer nuestra hambre de seguridad y cobijo, de racionalidad y conocimiento. Dios es el que es, y lo que es lo ha ido mostrando por medio del testimonio de los profetas a lo largo del Antiguo Testamento, y después, de un modo perfecto, en la Persona de su Hijo. Lo demás pertenece a nuestra fantasía. Dios creó un mundo en el que convive el bien y el mal, la justicia y la libertad, la misericordia y la cruz, la salvación y también la condenación. No podemos estar en un plano de igualdad con Aquel del que hemos recibido todo. No podemos exigirle ni aun rogarle nada a Dios, ni pruebas, ni signos, ni que se acomode a una racionalidad a la que le es imposible abarcar su infinitud. Ni mucho menos, perdonarle: "así como nosotros", no.

Hemos de atrevernos a dar ese salto, y a asumir las consecuencias del mismo. Cuando nos atrevamos, podremos ir descubriendo, no sin penalidades, el tipo de seguridad que nos ofrece la fe, de muy distinta índole que la seguridad que procede de la razón. La razón va paso a paso; la fe a saltos, incluso a grandes saltos, a intuiciones cada vez menos humanas y más de Dios, que las va poniendo en nuestro corazón. Si no saltamos, nunca en verdad nos sentiremos seguros, y nuestro conocimiento se limitará al ritmo de nuestro lento, discursivo y penoso caminar. Y sabiendo todo lo que podamos, la razón nos sumirá en la más oscura de las ignorancias. Sólo los ignorantes piden signos, se miden con Dios. No es extraño que hoy, inmersos en la más absoluta ausencia de sentido de la trascendencia en nuestras vidas, entregados a la fascinación nihilista, de la nada frente al ser, el hombre racionalista sin Dios se crea dios mismo. En efecto, no cabe mayor ignorancia. Los signos que espera ya conseguir de sí, de una razón falsamente divinizada, le llevarán a la desesperación, al desamparo más absoluto y a su propia destrucción. Nunca, conociendo tantas cosas, hemos sido más ignorantes.
 
Pidamos al Señor que revierta este maligno proceso, el peor de los posibles, pues ya estamos condenados de seguir por este camino.   

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