martes, 12 de julio de 2016

Lecturas del día, martes, 12 de julio. Poema "Temores en el favor" de Lope de Vega. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (7,1-9):

Reinaba en Judá Acaz, hijo de Yotán, hijo de Ozías. Rasín, rey de Damasco, y Pecaj, hijo de Romelía, rey de Israel, subieron a Jerusalén para atacarla; pero no lograron conquistarla.
Llegó la noticia al heredero de David: «Los sirios acampan en Efraín.» Y se agitó su corazón y el del pueblo, como se agitan los árboles del bosque con el viento.
Entonces el Señor dijo a Isaías: «Sal al encuentro de Acaz, con tu hijo Sear Yasub, hacia el extremo del canal de la Alberca de Arriba, junto a la Calzada del Batanero, y le dirás: "¡Vigilancia y calma! No temas, no te acobardes ante esos dos cabos de tizones humeantes, la ira ardiente de Rasín y los sirios y del hijo de Romelía. Aunque tramen tu ruina diciendo: "Subamos contra Judá, sitiémosla, apoderémonos de ella, y nombraremos en ella rey al hijo de Tabeel." Así dice el Señor: No se cumplirá ni sucederá: Damasco es capital de Siria, y Rasín, capitán de Damasco; Samaria es capital de Efraín, y el hijo de Romelía, capitán de Samaria. Dentro de cinco o seis años, Efraín, destruido, dejará de ser pueblo. Si no creéis, no subsistiréis."»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 47

R/.
Dios ha fundado su ciudad para siempre

Grande es el Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra. R/.

El monte Sión, vértice del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar. R/.

Mirad: los reyes se aliaron
para atacarla juntos;
pero, al verla, quedaron aterrados
y huyeron despavoridos. R/.

Allí los agarró un temblor
y dolores como de parto;
como un viento del desierto,
que destroza las naves de Tarsis. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,20-24):

En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todos sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti.»

Palabra del Señor

Poema:
Temores en el favor de Lope de Vega

Cuando en mis manos, Rey eterno, os miro,
y la cándida víctima levanto,
de mi atrevida indignidad me espanto,
y la piedad de vuestro pecho admiro.


Tal vez el alma con temor retiro,
tal vez la doy al amoroso llanto;
que, arrepentido de ofenderos tanto,
con ansias temo y con dolor suspiro.


Volved los ojos a mirarme humanos;
que por las sendas de mi error siniestras
me despeñaron pensamientos vanos.


No sean tantas las miserias nuestras
que a quien os tuvo en sus indignas manos
vos le dejéis de las divinas vuestras.

  
http://www.palabravirtual.com/index.php?ir=ver_voz1.php&wid=1301&t=Temores+en+el+favor&p=Lope+de+Vega&o=D%E1maso+Alonso,+Eulalia+Galvarriato,%A0Eulalia+Soldevilla,+Luis+Miguel+y+Rosal%EDa+Payno

Breve comentario

El don de la fe es por sí mismo un milagro. Es verdad que nuestra naturaleza es apta para recibir tal regalo; es más, sin confianza la vida se tornaría imposible. Hasta el alma más paranoica está confiando lo quiera o no, pues la autosuficiencia es imposible. Si la desconfianza se poseyera de nuestro corazón por completo, no tardaríamos en morir. Pero también es cierto (y más en épocas como la nuestra) que tener fe en una realidad trascendente que no vemos, que no se manifiesta de forma evidente, que no puede ser probada de modo científico, aunque sí desde la racionalidad discursiva, es todo un don. El don más preciado.

Que tal regalo produce efectos en la persona que lo recibe, es no menos indudable. Pero la libertad del hombre no queda anulada por el don de la fe; ni tampoco su frágil naturaleza que tiende hacia el mal. La recepción de la fe, ya sea que se reciba desde el comienzo de la vida o en un proceso de conversión posterior, tras haberla perdido o no conocerla, nunca es un acto aislado, como quien entrega un objeto. La fe en Dios, por seguir con este símil, es como un objeto que estamos descubriendo constantemente, que nunca acaba de darse por completo, que nunca acabamos de conocer en toda su magnitud. Pero posee la virtualidad de los objetos: puede perderse, estropearse, olvidarse. Sí, incluso la presencia de Dios puede acabar en el corazón del hombre que una vez fue abierto por Aquél en tales situaciones.

Cuando ello ocurre, lo que urge es retomar esa relación deteriorada con Dios, que ya hemos conocido y disfrutado en lo que se puede en esta vida y según la gracia concedida a cada uno. Si desandamos el camino que nos alejó del Señor, las palabras dirigidas a Acaz por medio de Isaías también  serán pertinentes para nosotros: "¡Vigilancia y calma! No temas, no te acobardes". Pero si seguimos alejándonos, si la flor de la fe se sigue agostando en un mal uso de nuestra libertad, entonces lo que nos corresponderán son las maldiciones del Señor que recoge Mateo a los pueblos que, habiéndose beneficiado de su presencia, no se convirtieron.

Que somos pecadores todos y hasta el final de nuestras vidas, con fe o sin ella, sacerdotes y laicos, creyentes y ateos, es algo conocido por todos. Pero en nosotros está que valoremos lo recibido, la fe, y lo que de ella podamos recibir en un futuro. Y sepamos regar esta delicada planta que ha de crecer hoy en el medio más hostil. De aquí la elección de este hermoso y sincero soneto de Lope cuando era ya sacerdote y cuando era también amante de Marta de Nevares, treinta años más joven que él y que le daría una hija, y siendo el poeta un maduro cincuentón. El soneto muestra con casi contemporánea transparencia su sentimiento de indignidad en el momento de la consagración, cuando levanta la Hostia Santa. (En verdad, no hay ser humano digno de tal acto, ni el más virtuoso de sus ministros.) Lope, reconociendo ante Dios su miseria, no deja de ofrecer al Señor a los demás, de celebrar el sacrificio que nos redime. Aunque él no esté a la altura como ministro; aunque no pueda o no sepa o se deje arrastrar por sus instintos, Lope implora del Señor su piedad, no olvida la fe recibida, no abandona la presencia activa del Señor, no reniega de Él: se sabe pecador, mal hijo, necesitado como pocos de la misericordia de Dios. A pesar de tanta debilidad, Lope no dejó que muriera el tesoro que recibió del Señor.

No imitemos a Lope como pecador, sino a Lope en su relación con el Señor, a Lope consciente de sus culpas, a Lope que se sabe necesitado de la salvación misericordiosa del Señor. Y esa es una forma de desandar nuestros errores. El Señor hizo milagros en el poeta. Su propia condición de poeta, y de genial poeta, es uno de ellos, pero no el más importante, pues le dió la fe, que éste supo, a pesar de tanta debilidad, no olvidar.   

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