miércoles, 11 de julio de 2018

Lecturas del día, miércoles, 11 de julio, san Benito, Abad. Poema "Poesía" de Joan Margarit. Breve comentario

Primera lectura
Lectura del libro de los Proverbios 2,1-9:

Hijo mío, si aceptas mis palabras y conservas mis consejos, prestando oído a la sensatez y prestando atención a la prudencia; si invocas a la inteligencia y llamas a la prudencia; si la procuras como el dinero y la buscas como un tesoro, entonces comprenderás el temor del Señor y alcanzarás el conocimiento de Dios. Porque es el Señor quien da sensatez, de su boca proceden saber e inteligencia. Él atesora acierto para los hombres rectos, es escudo para el de conducta intachable, custodia la senda del deber, la rectitud y los buenos senderos. Entonces comprenderás la justicia y el derecho, la rectitud y toda obra buena. 

Palabra de Dios

Salmo

Sal 33,2-3.4.6.9.12.14-15

R/. Bendigo al Señor en todo momento


Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará. R/.

Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.
Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor. R/.

Guarda tu lengua del mal,
tus labios de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien,
busca la paz y corre tras ella. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo 19,27-29:

En aquel tiempo, dijo Pedro a Jesús: «Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»
Jesús les dijo: «Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.» 

Palabra del Señor

Poema:
Poesía de Joan Margarit 

Tampoco, como Sísifo, yo conozco mi roca.
La subo a lo más alto. Pero cae hasta abajo.
Vuelvo a buscarla, es pesada y áspera.
Aun así la caliento entre mis brazos
mientras vuelvo a subirla a lo más alto.
Es una extraña infelicidad.
Pienso que, todavía más cruel,
es no haber encontrado roca alguna
para subirla así, inútilmente.
Subirla por amor. A lo más alto.


Breve comentario

¿Qué es lo que hemos dejado por seguir al Señor? ¿Cuáles han sido los cambios en nuestras prioridades cuando Él apareció en nuestras vidas? Que cada uno se conteste. Yo apenas dejé nada, pues antes de mi conversión nada poseía en verdad. Algo sí cambié, aunque apenas tenga trascendencia más allá de mi intimidad. Desde entonces transformé la concepción que tenía de la poesía. Ahora sólo la entiendo como variaciones de un diálogo íntimo del alma humana con Dios. Entonces, cuando aún escribía, mis poemas dejaron de ser los de un yo en soledad, en búsqueda de su lugar en medio de mi pasado, a los de un yo en relación, y en relación ya con Dios. Ahora creo que en gran parte de la poesía de muchísimos autores subyace esta misma inquietud, aunque apenas tengan conciencia de ello. La poesía no sólo es una forma de trascendencia, de reflexión trascendente del yo del poeta con respecto a la realidad, sino que es trascendencia religiosa, oración. A mi recopilación de poemas escritos después de mi conversión los titularía de este modo: Oración. En mi vida, como en los tiempos históricos, hay un antes y un después de Cristo.

La misión del hombre en esta tierra es descubrir esa relación trascendente que nos constituye. A partir de ella se irá esclareciendo cuál será la forma que tome nuestro compromiso. Hoy celebramos a san Benito, uno de los santos más formidables de la cristiandad. Que san Benito lo dejó todo por seguir al Señor, es evidente. Dios nos pide o toma con nuestro consentimiento lo que quiere. A unos les pide todo, pero a todos nos pide que Él sea el centro de nuestra vida. No es preciso ser benedictino para que el Señor lo sea. Saber que nuestra vida no es vivida en soledad nos permite vivir en otra perspectiva.

Así, también el sufrimiento queda resignificado. El tormento de Sísifo que el poeta evoca con respecto a su vida y a su quehacer literario es uno de los más crueles por lo absurdo del mismo. Lo absurdo es lo carente de sentido por excelencia. Algo ocurre de forma gratuita, y una y otra vez, sin control posible, haciéndonos sufrir. Una de las experiencias más gratificantes de los pacientes llega cuando comienzan a cobrar sentido de su dolor, cuando conocen, comienzan a descubrir las causas del mismo. Pero en el misterio de la vida, hay sufrimientos que desbordan nuestra capacidad analítica. El mal, que en origen es un rechazo activo a Dios, produce sinsentido y caos. Si nuestra vida la entendemos como una relación trascendente con el Señor, es muy posible que el mal continúe e incluso se intensifique, pero soportar esa piedra que levantamos una y otra vez tendrá sentido.

La existencia de esa piedra no es algo banal. Con Dios, todo sufrimiento tiene sentido. A veces, cuando queremos que otros nos libren de ella, hacemos sufrir injustamente. También los hay que no soportan la inutilidad de su vida, de una vida intrascendente, nunca mejor dicho, y hacen responsable a los demás de su vacío. Tengo un vecino que vive pared con pared a nosotros que está muy irritado conmigo porque no le doy el afecto que cree merecer. Otra vecina, que vive debajo, recién llegada además, cree desde su piedra que no quiere levantar, que yo soy una suerte de fanático enloquecido, alguien risible al que se puede humillar con facilidad. Dos personas tan distintas, sin embargo, se aúnan en un mismo rechazo. Uno, busca una estimación que no logra; la otra, odia de forma abierta. Pero tienen un denominador común: ambos viven solos; no tienen a quien amar, por quien sufrir, a quien alzar tras cada caída. El amor es también sufrir. Mi mujer, con sus limitaciones, es muchas veces una gran piedra; y cada vez que la levanto en peso por amor para llevarla a lo más alto, cae a plomo una y otra vez. Asimismo, yo seré, por muchas razones, motivo de sufrimiento para ella, piedra de tropiezo. Pero ni ella ni yo podemos prescindir de ese amor que nos hace levantarnos y caer el uno al otro, el uno en el otro. Es la caída y el alzarnos los que nos justifica y nos refuerza. Sin duda, el poeta, de profesión arquitecto, tiene mucha razón: el peor tormento es no tener roca alguna que levantar por amor.  

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