sábado, 3 de junio de 2017

Lecturas del día, sábado, 3 de junio. Poema "Criatura múltiple" de María Beneyto. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (28,16-20.30-31):

Cuando llegamos a Roma, le permitieron a Pablo vivir por su cuenta en una casa, con un soldado que lo vigilase. Tres días después, convocó a los judíos principales; cuando se reunieron, les dijo: «Hermanos, estoy aquí preso sin haber hecho nada contra el pueblo ni las tradiciones de nuestros padres; en Jerusalén me entregaron a los romanos. Me interrogaron y querían ponerme en libertad, porque no encontraban nada que mereciera la muerte; pero, como los judíos se oponían, tuve que apelar al César; aunque no es que tenga intención de acusar a mi pueblo. Por este motivo he querido veros y hablar con vosotros; pues por la esperanza de Israel llevo encima estas cadenas.» Vivió allí dos años enteros a su propia costa, recibiendo a todos los que acudían, predicándoles el reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbos.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 10,4.5.7

R/.
Los buenos verán tu rostro, Señor

El Señor está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo;
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres. R/.

El Señor examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia él lo odia.
Porque el Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (21,20-25):

En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús tanto amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?» Al verlo, Pedro dice a Jesús: «Señor, y éste ¿qué?» Jesús le contesta: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme.» Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?» Éste es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que los libros no cabrían ni en todo el mundo.

Palabra del Señor

Poema:
Criatura múltiple de María Beneyto

"Pero Dios, deshabítame el alma de este enjambre
de estas abejas negras que yo dulce alimento..." 

Ni siquiera yo sé por qué me vive
la vida, este aluvión de torpes luces
en criaturas reunidas, aguas
que vienen a mezclarse al caudal mío...

¡Soy yo tantas mujeres en mí misma!
¡Están viviendo en mí tantas promesas,
tantas desolaciones y amarguras,
tanta verdad que no me pertenece!

Tengo la vida demasiado ciega
con recuerdos -¿de dónde?- que me agobian,
con nostalgias profundas -¿de qué cimas?-
¡Y mi voz, viene a veces tan lejos!

¿Qué estéril hembra honda me recorre
esta heredad vital que soy, gritando?
¿Qué mujer oscurísima y humilde
dispone en mí este sol para el consuelo?

¿Qué caminante altísima se cansa
de poblarse en la luz hacia la sombra
y se acoge al origen, a mi orilla,
junto a los dulces animales vivos?

¿Vengo de raza de mujeres tristes,
con todas las tristezas silenciadas,
o que callaron el susurro exacto
del amor, y me empujan a decirlo?

¿Quién me ha ordenado ineludiblemente
hablar con voz ajena a mi silencio,
presintiendo, crecida, o recordando,
existiendo a la vez de tantos modos?

Yo, múltiple, plural, amigos míos,
no soy nada. Soy todo. Soy aquélla
que se quejaba a Dios de no ser río
y ser mar, ser clamor y no palabra,
ser laberinto y no sencilla ruta,
ser colmena y no ser única abeja...

Breve comentario

La humanidad de Pedro, su impetuosidad como su ingenuidad, su orgullo sencillo, casi primario, y su debilidad cuando se le confronta, su nobleza como su volubilidad, en fin, lo que decía, su humanidad tan marcada hace posible que muchos podamos vernos en él como en un espejo. Y es que Pedro es eso, un hombre, con todas sus grandezas y todas sus miserias, que, por su carácter arrojado y simple, destacan de forma evidente. Este pasaje pertenece al Pedro inmaduro en la fe, como nos recordaba Benedicto XVI en el texto que colgué ayer, el Pedro anterior a sus famosas negaciones, el Pedro que no entendía todavía cuál era la forma en que Jesús iba a dar gloria al Padre y a redimirnos. Todavía está confiado en sus fuerzas como el joven que aún no ha fracasado en su vida, y que está a la sombra de alguien poderoso en quien confía.

Hoy se nos presenta un Pedro al que, además de impetuoso e ingenuo, orgulloso y confiado de sí, descubrimos también envidioso. Pedro se siente celoso por la preferencia que el Maestro siente por Juan, un adolescente imberbe, apenas un chiquillo, mientras él es un hombre de pelo en pecho, curtido en un oficio duro, que dobla en edad a aquel muchacho. También envidiando llega a ser brusco, como solía ser en todo este apóstol: «Señor, y éste ¿qué?». Y Jesús le responde adaptándose a su brusquedad, aunque atisbamos su ternura ante alguien que se muestra como es de un modo tan candoroso: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?». Y le ordena: "Tú sígueme", como señalándole que no se preocupara de cosas vanas, que no perdiera el tiempo y su voluntad en tonterías sobre quién es más o menos con respecto a nadie.

Lo cierto es que, como Pedro, el ser humano es una "criatura múltiple" como dice nuestra poeta, no en el sentido psicopatológico (la personalidad múltiple, que es un cuadro muy específico y muy grave de trastorno mental, además de muy excepcional), sino en que todos podemos presentar muchas facetas y ser todas verdaderas de nuestra forma de ser. No sólo es que nadie sea perfecto, sino más modestamente es que nadie presenta una sola tendencia o actitud. Todos podemos ser tímidos en unas ocasiones y hasta audaces en otras; humildes y orgullosos dependiendo de la situación, tristes y alegres, desprendidos y envidiosos, sencillos y calculadores, solidarios y competitivos, templados y desmedidos, etc. Y Pedro lo era de una forma dolorosamente evidente para él mismo. Como explicaba Benedicto XVI en el texto de ayer, es la constatación de nuestras limitaciones la que nos hace capaces de seguir al Señor, pues cobramos así conciencia por medio de nuestros fracasos que no podemos confiar en nosotros mismos para vivir con coherencia nuestro cristianismo. Es una vía dolorosa, ciertamente, pero no hay otra para seguirle. El camino, la verdad y la vida pasa por la constatación de nuestras debilidades, de nuestro mal, del que somos responsables. La cruz más pesada es la que proviene de nuestro corazón, no las impuestas desde fuera. Por ello, el Señor nos enviará el Espíritu Santo, para que podamos no desfallecer en este camino de amor, a pesar de nuestras envidias, traiciones, negaciones, cobardías... Pero de eso toca hablar mañana.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.