jueves, 8 de junio de 2017

Lecturas del día, jueves, 8 de junio, Jesucristo, sumo y eterno sacerdote. Poema "Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería..." de Antonio Machado. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (22, 9 -18):

En aquellos días, llegaron Abrahán e Isaac al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán alargó la mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: «¡Abrahán, Abrahán!». Él contestó: «Aquí estoy». El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo». Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy, «En el monte el Señor es visto». El ángel del Señor llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo y le dijo: «Juro por mí mismo, oráculo del Señor: por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de sus enemigos. Todas las naciones de la tierra bendecirán con tu descendencia, porque has escuchado mi voz».

Palabra de Dios

Salmo

Salmo: Sal 39, 6. 7. 8-9. 10. 11

R.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios;
entonces yo digo. «Aquí estoy». R/.

«- Como está escrito en mi libro - para hacer tu voluntad.
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas». R/.

He proclamado tu justicia ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes. R/.

No me he guardado en el pecho tu justicia,
he contado tu fidelidad y tu salvación. R/.

Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»,
los que desean tu salvación. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (26, 36-42):

Jesús fue con sus discípulos a un huerto, llamado Getsemaní, y le dijo: «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar». Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: «Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo». Y adelántandose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo: «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú». Y volvió a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro: «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil». De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo: «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad».

Palabra del Señor

Poema:
"Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería..." de Antonio Machado

Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.


http://www.poetasandaluces.com/poema/184/

Breve comentario

Fe no es sólo creer en lo que no vemos, sino sobre todo, confiar, hacer que nuestra voluntad se identifique con la de otro, pues sabemos, desde esa certeza que da en creer en la bondad de aquél, que lo que ese otro quiera es bueno también para nosotros. Es ésta quizá la prueba más fidedigna, la definitiva, de nuestra fe.

Hoy se cae con facilidad en los dos extremos de esta sabia actitud de entrega. Bien no nos fiamos de nadie o anteponemos nuestros criterios al de los demás de forma sistemática, dogma del individualismo contemporáneo más recalcitrante; bien confiamos por las razones más peregrinas nuestro corazón a quienes no lo merecen, actitud que hace posible una sociedad consumista, banal, superficial, incapaz de vínculos sólidos y profundos, más allá de los puramente materiales.

Lo cierto es que ceder nuestra voluntad a la de Dios para que Él dirija la nuestra no es fácil. Primero, porque debemos tener fe, incluso mucha fe (si es que en estos ámbitos cabe hablar de cantidades o de intensidades). Segundo, porque no suelen coincidir: lo que quiere Dios para nuestra vida no es aquello que queremos nosotros. Además, en tercer lugar, no sabemos a ciencia cierta qué quiere en concreto Dios de cada uno, más allá de las pautas generales (amar al hermano y hasta al enemigo, cuidar del débil, ayudar al necesitado, perdonar, procurar no pecar, etc.). ¿Por qué Dios permite nuestro sufrimiento? ¿Por qué permite el mal? ¿Por qué las personas más justas suelen ser las más torturadas? ¿Por qué la debilidad moral de la humanidad y de cada individuo? Ante estas dificultades sólo salvables por la confianza en Alguien infinitamente bueno, poco podemos hacer más que abandonarnos a esa fe que todo lo espera en Aquel que nos ama como el Padre que es de todas sus criaturas. La historia humana del Hijo es lo suficientemente reveladora de su infinita bondad, como de su infinito poder.

No debemos olvidar que el camino del Señor en esta tierra fue un camino de incomprensión, sufrimiento, cruz y muerte, camino que culminó en su resurrección y en el envío para ayudarnos en este peregrinar del Espíritu Santo. Y todo ello por amor. Si a Cristo le fue en apariencia mal entre los hombres fue porque los amó de un modo que ellos no estaban preparados. Dos mil años después, no estamos mucho mejor en cuanto a esa madurez espiritual que permita que su Voluntad prevalezca sobre la nuestra.

Quede este precioso poema de Antonio Machado como ejemplo de la incomprensión del hombre ante las "correcciones" de rumbo que a veces nos marca. No diré que estoy acostumbrado a estas "correcciones" del Señor en mi vida, pero digamos que me ha corregido muchas veces... Y duele... Y duele más porque no entendemos: ¿qué hicimos mal?; ¿deseé cosas que me hacían daño cuando eran moralmente legítimas? Simplemente ese no era mi camino. Entenderlo o, más bien, asumirlo, lleva su tiempo. Don Antonio se queja ante Dios con resignada melancolía ante la muerte precoz de Leonor, su joven esposa. Y ante ese dolor, sí, parece que estamos solos, que Dios nos hace sufrir gratuitamente. Siempre que pensemos así es un falsa impresión, fruto de nuestro desconocimiento y de nuestro sufrimiento, muy reales ambos, sin embargo.

Mi único consejo que puedo dar es abandonarse ante el misterio del amor de Dios: "Señor, Tú lo sabes todo y me amas. No entiendo por qué me ha ocurrido, pero a pesar de mi dolor confío en Ti. Si he de seguir sufriendo, dame la fuerza para soportarlo. Haz que me deje hacer por Ti."

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