domingo, 11 de junio de 2017

Lecturas del día, domingo, 11 de junio, de la Santísima Trinidad. Poema "Paso de Dios" de José Antonio Muñoz Rojas


Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (34,4b-6.8-9):

En aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra. El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor. El Señor pasó ante él, proclamando: «Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad.» Moisés, al momento, se inclinó y se echó por tierra. Y le dijo: «Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque ése es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.»

Palabra de Dios

Salmo

Dn 3,52-56

R/.
A ti gloria y alabanza por los siglos

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
bendito tu nombre santo y glorioso. R/.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R/.

Bendito eres sobre el trono de tu reino. R/.

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines
sondeas los abismos. R/.

Bendito eres en la bóveda del cielo. R/.

Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (13,11-13):

Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso ritual. Os saludan todos los santos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos vosotros.

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (3,16-18):

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

Palabra del Señor

Poema:
Paso de Dios de José Antonio Muñoz Rojas

Señor, ¡cómo has venido azul sobre la tierra,
tras tantos días oculto tras tu lluvia y tu viento!
Difícil como un monte, Señor, te vela a veces
tu propio poderío. Y vamos ciegos, lentos,
lo mismo que un camino borrado por las yuntas.
Mas hoy tu sol, tu azul, el aire de tu paso,
un temblor que decía, Señor, que te acercabas,
hacía todo vibrante, el tronco y el renuevo,
orlaba las veredas con la flor, la esperanza,
y un calor que venía de lo hondo de tus hornos
calentaba la tierra. ¡Qué vaso rebosante
la tarde, derramándote, Señor, en su dulzura
sobre tus mismas cosas! Mi corazón estaba,
como siempre, al acecho, y temblaba en la espera,
siempre espía de tus pasos.

Esto es largo y oscuro.
La palabra no sirve. La palabra se quiebra.
A veces te balbuce la lengua, y queda todo
en silencio y tiniebla. A veces, la mirada
de un niño te recoge: una luz repentina
que remata los árboles; la hierba que suspende
una gota que tiembla: haces de nuestra carne
espejo de un instante, y luego todo sigue.
Se siente tu ruido, tu terror, tu belleza.

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