domingo, 10 de enero de 2016

Lecturas del día, domingo, 10 de enero. Poema "¡Oh hermosura que excedéis!" de Santa Teresa de Jesús. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro del profeta Isaías (42,1-4.6-7):

Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas.»
Palabra de Dios

Salmo

Sal 28

R/.
El Señor bendice a su pueblo con la paz

Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R/.

La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica. R/.

El Dios de la gloria ha tronado.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno. R/.

Segunda lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (10,34-38):

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (3,15-16.21-22):

En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.»
En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.»

Palabra del Señor

Poema:
¡Oh hermosura que excedéis! de Santa Teresa de Jesús

¡Oh hermosura que excedéis
a todas las hermosuras!
Sin herir dolor hacéis,
y sin dolor deshacéis,
el amor de las criaturas.

Oh ñudo que así juntáis
dos cosas tan desiguales,
no sé por qué os desatáis,
pues atado fuerza dais
a tener por bien los males.

Juntáis quien no tiene ser
con el Ser que no se acaba;
sin acabar acabáis,
sin tener que amar amáis,
engrandecéis nuestra nada.

Breve comentario

Doctores tiene la Iglesia que podrían tratar la realidad bautismal de un modo mucho más apropiado de lo que uno es capaz. Mi acercamiento es puramente experiencial o, si queréis, poético, con un punto de presunción que espero sepáis disculpar.

El bautismo es ante todo una elección. Y una elección de Dios por su criatura a la cual decide salvar por medio de esta gracia santificante. A la elección de Dios se le debe unir la elección de cada bautizado por su Señor. El agua bautismal permite, hace posible, que pertenezcamos a Dios en una relación filial de amor. Pero como todo verdadero amor, debe ser correspondido. Dios nunca nos impone nada; sólo nos hace posible (¡nada menos!) su amor, pero Él espera el nuestro pacientemente. Es una suerte de reconocimiento: su gracia nos salva, pero debemos saber aceptarla, saber vivirla, asumirla para que dé frutos ya en esta vida.

Porque Dios nos dice a cada bautizado: "Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero (...). Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado (...) para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas." Estas son palabras dirigidas a cada uno de nosotros, hijos de Dios por el bautismo, que nos siguen interpelando como el primer día. El Señor no hace acepción de personas, pues "acepta a quien lo teme", a quien lo respeta, a quien es justo y hace el bien.

Esta es la grandeza infinita del amor de Dios por su criatura: que todos podamos ser, que de hecho todos somos objeto de su amor, todos somos sus elegidos, con independencia de nuestra circunstancia terrena o existencial, para poder participar de su gracia. El solo hecho de darnos el ser, de concedernos existir, indica esta preferencia de amor. Sí, qué hermosura más excesiva, qué locura de amor la de quien sin tener que amar, ama. Y a tanta generosidad, ¿no sabremos siquiera decirle que sí? 

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