martes, 21 de agosto de 2018

Lecturas del día, martes, 21 de agosto. Poema "No te acerques mucho a la casa de la rosa" (poema 1434) de Emily Dickinson. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (28,1-10)

Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, di al príncipe de Tiro: "Así dice el Señor: Se hinchó tu corazón, y dijiste: 'Soy Dios, entronizado en solio de dioses en el corazón del mar', tú que eres hombre y no dios; te creías listo como los dioses. ¡Si eres más sabio que Daniel!; ningún enigma se te resiste. Con tu talento, con tu habilidad, te hiciste una fortuna; acumulaste oro y plata en tus tesoros. Con agudo talento de mercader ibas acrecentando tu fortuna, y tu fortuna te llenó de presunción. Por eso, así dice el Señor: Por haberte creído sabio como los dioses, por eso traigo contra ti bárbaros pueblos feroces; desenvainarán la espada contra tu belleza y tu sabiduría, profanando tu esplendor. Te hundirán en la fosa, morirás con muerte ignominiosa en el corazón del mar. Tú, que eres hombre y no dios, ¿osarás decir: 'Soy Dios', delante de tus asesinos, en poder de los que te apuñalen? Morirás con muerte de incircunciso, a manos de bárbaros. Yo lo he dicho."» Oráculo del Señor.

Palabra de Dios

Salmo

Dt 32,26-27ab.27cd-28.30.35cd-36ab

R/.
Yo doy la muerte y la vida

Yo pensaba: «Voy a dispersarlos
y a borrar su memoria entre los hombres.»
Pero no; que temo la jactancia del enemigo
y la mala interpretación del adversario. R/.

Que diría: «Nuestra mano ha vencido,
no es el Señor quien lo ha hecho.»
Porque son una nación que ha perdido el juicio. R/.

¿Cómo es que uno persigue a mil,
y dos ponen en fuga a diez mil?
¿No es porque su Roca los ha vendido,
porque el Señor los ha entregado? R/.

El día de su perdición se acerca,
y su suerte se apresura.
Porque el Señor defenderá a su pueblo
y tendrá compasión de sus siervos. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (19,23-30):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.»
Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?»
Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo.»
Entonces le dijo Pedro: «Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»
Jesús les dijo: «Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.»

Palabra del Señor

Poema:
"No te acerques mucho a la casa de la rosa" (poema 1434) de Emily Dickinson

No te acerques mucho a la casa
de la rosa. Sus paredes se alarman
con la depredación de una brisa
o la inundación de un rocío.

Ni trates de atrapar la mariposa
o escalar las barras del éxtasis.
Permanecer en la inseguridad
es la segura cualidad del gozo.

"Go not too near a House of Rose"

Go not too near a House of Rose -
The depredation of a Breeze
Or Inundation of a Dew
Alarm it's walls away -

Nor try to tie the Butterfly,
Nor climb the Bars of Ecstasy,
In insecurity to lie
Is Joy's insuring quality. 

Breve comentario

El dinero probablemente sea el símbolo más representativo de lo que supone la vida mundana. El dinero es el gran señor del mundo por el poder que otorga a quien lo posee. Pero tal vez no haya que entender este pasaje del evangelio de forma literal, en el sentido de que los ricos constituirían una especie de raza condenada por esa mundanidad con que el amor al dinero deforma el alma humana. Los ricos avariciosos no son peores que los vanidosos, los soberbios, los envidiosos, los lujuriosos o cualquier otra forma de pecado que nos suele distinguir. Pero tal vez por la posición central que ocupa el dinero en nuestra vida, cabe decir que es aquella atadura que más firmemente nos liga a la vida intrascendente, pues lo que el dinero aporta es ante todo seguridad. Seguridad en un mundo que no se caracteriza precisamente por cuidar del necesitado, del débil, del menesteroso. Habiendo dinero todas las penas son menos, se dice.

Pero el Señor nos señala que debemos dejar a un lado todas las seguridades que el mundo pueda proporcionar. El dinero debe estar al servicio de un alma desprendida de todo apego, pues antes que otra realidad debe ser Dios nuestro horizonte preferente en torno al cual todo lo demás se ordene. Nada más alejado para la mentalidad mundana. Y mundanos son los discípulos todavía, que se asustan de que a los ricos (es decir, a los que prefieren el mundo a Dios) les sea prácticamente imposible salvarse: el dinero no abre las puertas del Cielo, aunque abra casi todas las de la tierra. Si ni los ricos se salvan, ¿quién podrá salvarse?, se preguntan; y qué obtendrán ellos, que han abandonado todo por seguir al Señor, cuando por ello son más pobres que ningún otro hombre. El Señor les ilumina, nos ilumina a todos: es su seguimiento la verdadera riqueza, el verdadero tesoro, la tarea que obtendrá el mayor de los pagos y salarios.

No nos acerquemos, pues, al decir de nuestra querida Emily, a la casa de la rosa, muy hermosa y aparente por fuera, pero de frágiles paredes, pues ni la brisa ni el rocío pueden resistir. El pecado, la atadura al mundo, la preferencia equivocada por lo contingente frente a lo trascendente nos hace terriblemente frágiles, por mucho dinero o belleza o poder terrenal que poseamos. A ojos de Dios no pasaremos de ser niños rebeldes, huérfanos de toda referencia de verdad y de bien. No podemos controlar ni el vuelo de una mariposa, y nuestros éxtasis terrenales nos irán dejando cada vez más vacíos en nuestras pobres seguridades. El poema concluye de forma impecable, describiendo cuál habrá de ser nuestra actitud en este peregrinar aquí abajo: Permanecer en la inseguridad (de la fe) / es la segura cualidad del gozo.  

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