jueves, 9 de agosto de 2018

Lecturas del día, jueves, 9 de agosto, santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein). Poema "11 de febrero de 1946" de Primo Levi. Breve comentario

Primera lectura
Lectura de la profecía de Oseas 2, 16b.17b.21-22

Yo la llevaré al desierto y le hablaré a su corazón.
Desde allí, ella responderá como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto.
Yo estableceré para ellos, en aquel día una alianza con los animales del campo, con las aves del cielo y los reptiles de la tierra; extirparé del país el arco, la espada y la guerra, y haré que descansen seguros.
Yo te desposaré para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia; te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor.

Palabra de Dios

Salmo

Salmo 44, 11-12.14-17
R. Escucha, hija, mira: inclina el oído.

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor. R.

Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras. R.

Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
«A cambio de tus padres tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra». R.

Evangelio

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 25, 1-13

El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.
Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas.
Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'.
Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.
Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'.
Pero estas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'.
Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.
Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos', pero él respondió: 'Les aseguro que no las conozco'.
Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.

Palabra del Señor

Poema:
11 de febrero de 1946 de Primo Levi
  
Te buscaba en las estrellas
cuando las interrogaba en mi niñez.

Pregunté a las montañas por ti,
pero me dieron soledad y breve paz
tan solo alguna vez.

Como no estabas allí, en los largos crepúsculos
consideré la blasfemia temeraria
de que el mundo era el error de Dios
y, yo mismo, un error en el mundo.

Y cuando estuve cara a cara con la muerte,
todo mi ser gritó que no,
que no había acabado todavía,
que aún quedaba mucho por hacer.
Porque tú estabas ahí ante mí,
conmigo a tu lado, justo como hoy,
un hombre y una mujer bajo el sol.

Volví porque tú estabas. 

11 febbraio 1946

Cercavo te nelle stelle
quando le interrogavo bambino.

Ho chiesto te alle montagne,
ma non mi diedero che poche volte
solitudine e breve pace.

Perché mancavi, nelle lunghe sere
meditai la bestemmia insensata
che il mondo era uno sbaglio di Dio,
io uno sbaglio del mondo.

E quando, davanti alla morte,
ho gridato di no da ogni fibra,
che non avevo ancora finito,
che troppo ancora dovevo fare,
era perché mi stavi davanti,
tu con me accanto, come oggi avviene,
un uomo una donna sotto il sole.

Sono tornato perché c'eri tu.

https://www.youtube.com/watch?v=43_4Sph5oEM

Breve comentario

El evangelio de hoy nos recuerda no sólo que hay que esperar, sino que hay que saber esperar. La esperanza, la fe supone la espera de la venida del Señor, pero ante todo supone adoptar una forma de vida acorde con esa espera. La espera supone que lo que esperamos es el centro de nuestra vida, no algo secundario entre las muchas cosas que hacemos mientras esperamos. Vivir en la esperanza es vivir para la esperanza. El Señor nos ha de encontrar despiertos, dispuestos, con nuestras lámparas encendidas, la de nuestra lucidez de una vida dedicada a servirle, a esperarle.

La vida de santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, es sencillamente paradigmática en lo que supone de búsqueda de la verdad, de espera, de confianza en la presencia de Dios en su vida. Recomiendo vivamente que se informen sobre ella. Hay múltiples enlaces en Internet y bibliografía abundante sobre su extraordinaria evolución intelectual, moral y espiritual.

Del poeta elegido hoy, Primo Levi (1919-1987), la santa tiene dos cosas en común: ambos eran judíos, y ambos estuvieron en el campo de concentración de Auschwitz. Ella apenas estuvo una semana, pues la gasearon de forma inmediata. Levi en cambio pasó un año entero allí, y logró asombrosamente sobrevivir. De los casi setecientos judíos italianos que ingresaron en Auschwitz en la época de Levi, los soviéticos que liberaron el campo sólo encontraron vivos apenas una veintena; entre ellos estaba el poeta. Por lo demás, poco más en común unen a estas dos extraordinarias personas. Levi siempre fue ateo, de ideología marxista. Personalmente era un hombre psíquica y físicamente muy inseguro, neurótico, introvertido, que sufría cuadros depresivos recurrentes. Era muy inhibido en el trato con las mujeres. Sin embargo, fue un hombre que supo esperar como muy pocos. Desgraciadamente se suicidió muchos años después, cuando contaba 68 años. Pero, mientras, su lucha fue extraordinaria.

El poema está dedicado a su esposa Lucía, con la que se casó un año después, en 1947, y con la que tuvo dos hijos. En él recuerda cómo su esperanza fue encontrar el amor de su amada, desde la niñez. No importa que no la conociera aún: sabía que aquella mujer existía, a pesar de sus miedos, de sus complejos, de su debilidad, de su soledad. Cuando los nazis le internaron en Auschwitz, Levi tenía 24 años y aún no había conocido a ninguna mujer, ni tuvo la menor experiencia sexual. Y, sin embargo, seguía poniendo su esperanza en el amor de aquella mujer que aún no conocía, amor que le haría hombre, que le salvaría de sí mismo y del horror del mundo, del hombre animalizado que suponía la bestialidad nazi que vivió durante todo aquel fatídico año de 1944. Y así fue en la persona de Lucía, durante cuarenta años, aunque a la postre no pudo disolver sus miedos definitivos. Sabiendo esto, relean el poema ahora. Es sencillamente estremecedor.

Aunque careció del don de la fe, desde su sufrimiento, supo que es el amor lo único que puede salvar al ser humano, redimirlo de todas sus miserias. En efecto, es el amor humano la participación más cercana al amor divino, que él, por desgracia, no supo gustar, o, mejor dicho, del que no fue consciente de gustar. Quizá por ello el dolor anímico que arrastraba desde su niñez le venció ya en su ancianidad, algo que ni la brutalidad absoluta de los nazis logró en aquel terrorífico campo de exterminio.

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