sábado, 2 de diciembre de 2017

Lecturas del día, sábado, 2 de diciembre. Poema "Jorge Manrique interroga a la madrugada antes de su última batalla" de Antonio Colinas. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la profecía de Daniel (7,15-27):

Yo, Daniel, me sentía agitado por dentro, y me turbaban las visiones de mi fantasía. Me acerqué a uno de los que estaban allí en pie y le pedí que me explicase todo aquello. Él me contestó, explicándome el sentido de la visión: «Esas cuatro fieras gigantescas representan cuatro reinos que surgirán en el mundo. Pero los santos del Altísimo recibirán el Reino y lo poseerán por los siglos de los siglos.» Yo quise saber lo que significaba la cuarta fiera, diversa de las demás; la fiera terrible, con dientes de hierro y garras de bronce, que devoraba y trituraba y pateaba las sobras con las pezuñas; lo que significaban los diez cuernos de su cabeza, y el otro cuerno que le salía y eliminaba a otros tres, que tenía ojos y una boca que profería insolencias, y era más grande que los otros. Mientras yo seguía mirando, aquel cuerno luchó contra los santos y los derrotó. Hasta que llegó el anciano para hacer justicia a los santos del Altísimo, y empezó el imperio de los santos. Después me dijo: «La cuarta bestia es un cuarto reino que habrá en la tierra, diverso de todos los demás; devorará toda la tierra, la trillará y triturará. Sus diez cuernos son diez reyes que habrá en aquel reino; después vendrá otro, diverso de los precedentes, que destronará a tres reyes; blasfemará contra el Altísimo e intentará aniquilar a los santos y cambiar el calendario y la ley. Dejarán en su poder a los santos durante un año y otro año y otro año y medio. Pero, cuando se siente el tribunal para juzgar, le quitará el poder, y será destruido y aniquilado totalmente. El poder real y el dominio sobre todos los reinos bajo el cielo serán entregados al pueblo de los santos del Altísimo. Será un reino eterno, al que temerán y se someterán todos los soberanos.

Palabra de Dios

Salmo

Dn 3,82.83.84.85.86.87

R/.
Ensalzadlo con himnos por los siglos

Hijos de los hombres,
bendecid al Señor. R/.

Bendiga Israel al Señor. R/.

Sacerdotes del Señor,
bendecid al Señor. R/.

Siervos del Señor,
bendecid al Señor. R/.

Almas y espíritus justos,
bendecid al Señor. R/.

Santos y humildes de corazón,
bendecid al Señor. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,34-36):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.»

Palabra del Señor

Poema:
Jorge Manrique interroga a la madrugada antes de su última batalla de Antonio Colinas

Brota la luz, muere la noche, entera
mi espada, estos montes, los tomillos
me abren los ojos a más vida, brillos
arden, o pájaros, y mi alma espera.


¿Qué espera? ¿La verdura de la era
cuando avanza la edad? ¿Y yo qué espero?
¿En el aire, cuchillos? ¿Desespero
ante la muerte de Él, la verdadera,


o ante la mía sólo adivinada?
¿He vivido o acaso he soñado?
¡Tanto luchar por todo y para nada!
¿También mi batallar equivocado?


Siempre creí en amor, en la memoria
del que me dio la vida y la templanza,
pero el amor no siempre ama la Historia
y el que ama desprecia la venganza.


Vivir para morir, soñar la vida,
otra vida, más vida: la más alta.
Piafa ya el caballo sin la brida
que lo retiene, y mi osadía exalta.


Arranca la batalla, reverbera
el clarín, mas comprendo de repente
que esa música no es la verdadera,
que ya es tarde. ¿Y mi música silente?


Tiembla el álamo. Siento sed de duda.
Se alzó ya el sol sobre el otero, canta
la piedra, y se enciende, y se desnuda.
Este aire limpio sabe a muerte santa.


Breve comentario

Hoy finaliza el ciclo litúrgico del año para comenzar mañana domingo uno nuevo con el Adviento, tiempo preparatorio para celebrar la Navidad. Sin embargo, la temática del final y del inicio de los ciclos litúrgicos se refieren a la misma realidad: la vigilia, el estar despiertos esperando la venida del Señor. Es cierto que en el ciclo que hoy acaba hacemos incidencia en la venida del Señor en el último día, y durante el Adviento se nos insta a estar despiertos ante el misterio de la encarnación y nacimiento de Jesús en Belén. Pero en uno u otro caso se nos exhorta a que debemos estar atentos a la presencia de Dios en nuestras vidas, sea en tiempos escatológicos como los de hoy, sea durante el Adviento y la Navidad, sea durante la Cuaresma en preparación de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, o sea en cualquier momento, en la cotidianidad de nuestra vida. No debemos vivir de forma atolondrada, como si nuestra vida fuera un mero pasar de días que llenamos con las banalidades del deseo circunstancial o con los compromisos laborales, sociales o de otro tipo que debamos encarar. Vivir es darse cuenta de dónde estamos, de lo que somos, de hacia dónde dirigimos nuestra mirada, nuestra fe y nuestras metas últimas.

En el poema de Colinas, bellísimo (qué alegría que aún haya poetas en pleno siglo XXI que sean capaces de componer un poema de esta índole), que recrea con tanto acierto los últimos momentos del militar y poeta Jorge Manrique, se concentra con originalidad esta idea de estar vigilante ante los acontecimientos futuros trascendentes. Manrique, oficial castellano, presiente que dentro de unas horas es muy probable que entregue la vida en el inminente combate que le espera al amanecer. Y va revisando su vida de forma acelerada, no sin la angustia del que siente que ya no le queda tiempo de corregir nada, casi ni de arrepentirse. Es su fe en el Señor la que le da la entereza no sólo para afrontar la muerte en combate una vez más, sino la que da sentido a su vida, aunque ahora sienta en forma de duda, si no habría sido mejor combatir de otro modo. No es miedo a la batalla o a una muerte probable, sino miedo de haber defraudado a Dios, de no haber dado un buen servicio, de no haber combatido bien el buen combate de la vida del que hablaba san Pablo. Al final, cuando el sol asoma, aquel joven recio y a la vez sensible oficial castellano va decidido a entregar su vida de nuevo como sólo sabía darla: como un militar, como un hombre lleno de Dios.

Estar despierto es estar atento, sin duda, a lo que ha de venir, pero también es preguntarse cómo estoy viviendo mi vida. En el poema se aúnan ambas dimensiones. Velar no sólo es esperar o siquiera prepararse para lo que se espera, sino también define el modo en que nos ubicamos ante nuestro presente. Como en la sabia recreación que el poeta hace de las últimas horas de D. Jorge Manrique, también nosotros debemos preguntarnos ¿cuál es nuestra música silente? Preguntárselo es también estar despierto, despierto ante Dios, sea el Dios del fin de los tiempos, sea el Niño Dios recién nacido en Belén, sea el Hijo de Dios que se entrega en sacrificio para redimirnos de nuestros pecados, sea el Dios que nos espera ante las circunstancias de nuestra existencia, las de cada día, ante las batallas cotidianas en las que también vamos entregando nuestra vida.

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