jueves, 7 de diciembre de 2017

Lecturas del día, jueves, 7 de diciembre. Poema "Al Cristo" de Amado Nervo. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (26,1-6):

Aquel día, se cantará este canto en la tierra de Judá:
«Tenemos una ciudad fuerte,
ha puesto para salvarla murallas y baluartes.
Abrid las puertas para que entre un pueblo justo,
que observa la lealtad;
su ánimo está firme y mantiene la paz,
porque confía en ti.
Confiad siempre en el Señor,
porque el Señor es la Roca perpetua.
Doblegó a los habitantes de la altura,
a la ciudad elevada;
la abatirá, la abatirá
hasta el suelo, hasta tocar el polvo.
La pisarán los pies, los pies del oprimido,
los pasos de los pobres».
Palabra de Dios

Salmo

Sal 117,1.8-9.19-21.25-27a

R/.
Bendito el que viene en nombre del Señor

O bien:

R/. Aleluya

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes. R/.

Abridme las puertas de la salvación,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación. R/.

Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,21.24-27):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. 
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».

Palabra del Señor
 
Poema:
Al Cristo de Amado Nervo
 
Señor, entre la sombra voy sin tino;
la fe de mis mayores ya no vierte
su apacible fulgor en mi camino:
¡mi espíritu está triste hasta la muerte!

Busco en vano una estrella que me alumbre;
busco en vano un amor que me redima;
mi divino ideal está en la cumbre,
y yo, ¡pobre de mí!, yazgo en la sima...

La lira que me diste, entre las mofas
de los mundanos, vibra sin concierto;
¡se pierden en la noche mis estrofas,
como el grito de Agar en el desierto!

Y paria de la dicha y solitario,
siento hastío de todo cuanto existe...
Yo, Maestro, cual tú, subo al Calvario,
y no tuve Tabor, cual lo tuviste...

Ten piedad de mi mal; dura es mi pena;
numerosas las lides en que lucho;
fija en mí tu mirada que serena,
y dame, como un tiempo a Magdalena,
la calma: ¡yo también he amado mucho!
 
Breve comentario
 
Construir la casa sólida, de buenos cimientos, sobre roca estable y firme que nos exige el Señor no es cosa de albañiles, ni siquiera de arquitectos. Menos aún de maestros constructores que esconden sus conocimientos sólo para los iniciados. Con la masonería no se puede construir nada más que la mentira: sus casas son de paja levantadas en lodazales. Sólo quien es de Dios, quien sigue Su camino, quien procura cumplir sus mandatos, quien se hace acompañar en su vida por la Palabra de Dios sabiamente interpretada por quienes tienen autoridad y conocimiento para hacerlo, como es la Iglesia en su Magisterio y en su Tradición, bajo la protección del sumo pontífice, podrá y sabrá construir el entorno que Dios exige para soportar todos los avatares del tiempo, avatares del error, del pecado y de la mentira.

Confieso que por mis propias fuerzas no podría erigir ni siquiera el chamizo de los masones. Por mis carencias, no poseo la solidez ni la tenacidad requeridas, no digamos ya el conocimiento para andar por la vida de una forma recta. Es más el miedo y la inseguridad que la virtud lo que me evita pecar más de lo que suelo. Necesito de Dios como de respirar. Y cuanto más años voy cumpliendo, más consciente soy de mis insuficiencias y de la deuda de amor con el Señor, deuda que es absolutamente impagable. Por todo ello, sabiéndome completamente inepto para ser un hijo fiel del Señor, le pido que me conceda la gracia de poderle seguir, o al menos que me encuentre un cobijo, una humilde cueva donde pueda comenzar a aprender a aceptar su voluntad. 
 
Por ello he elegido este hermosísimo poema de Amado Nervo en el que describe la extrema vulnerabilidad del hombre que se sabe criatura indigna de un amor tan alto. Al final, lo único que el poeta, en el desnudo reconocimiento de su esencial impotencia y debilidad, puede ofrecerle a Dios es el amor que ha sido capaz de sentir, desde su pequeña alma herida. Y es que es el amor lo que nos une a Él, a pesar de todas nuestras vulnerabilidades y traiciones. Sólo con ese material podemos construir sólidamente nuestro vínculo con el Señor.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.