lunes, 11 de junio de 2018

Lecturas del día, lunes, 11 de junio, san Bernabé. Poema "13-V-2014" de Rafael Argullol. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (11,21b-26;13,1-3):

En aquellos días, gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó noticia a la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho, y exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño; como era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, una multitud considerable se adhirió al Señor. Más tarde, salió para Tarso, en busca de Saulo; lo encontró y se lo llevó a Antioquía. Durante un año fueron huéspedes de aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos cristianos. En la Iglesia de Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, apodado el Moreno, Lucio el Cireneo, Manahén, hermano de leche del virrey Herodes, y Saulo.
Un día que ayunaban y daban culto al Señor, dijo el Espíritu Santo: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la misión a que los he llamado.» Volvieron a ayunar y a orar, les impusieron las manos y los despidieron.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 97,1.2-3ab.3c-4.5-6

R/.
El Señor revela a las naciones su justicia

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.

Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,7-13)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «ld y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.»

Palabra del Señor

Poema:
"13-V-2014" de Rafael Argullol

Necesitamos la fe.
Pero no la fe religiosa,
ni la fe en el progreso,
que ha gozado de tanto prestigio en los últimos siglos,
ni tan siquiera la fe en la humanidad,…
a la que otorgamos el origen de cualquier bien.
Necesitamos una fe íntima.
Tan íntima que, en realidad,
no puede expresarse con creencias
y que apenas puede ser dicha con palabras.
Esa fe, la más necesaria,
no ha encontrado a su teólogo,
a su artista, a su cantor.
Y no podrá encontrarlo
porque se presenta cuando todo lo demás se desvanece.
Nos arrastra hacia el centro de nuestra existencia
con un ímpetu al que no nos resistimos,
mientras nos envuelve con un manto de seductora suavidad.
Necesitamos, más que nunca, la fe.
La fe de los sin fe.

Breve comentario

Hoy celebramos a san Bernabé, del que, como casi todos los primeros discípulos, sabemos muy poco. Por lo que se cuenta de él en la primera lectura de hoy, era un hombre justo, generoso, servicial, entregado a la causa del Señor, hombre "lleno de Espíritu Santo y de fe". No es poco que digan de alguien algo así. No hay mejor definición de santidad que estas palabras. Sólo si se está al menos asistido por el Espíritu Santo y por la fe, podremos comenzar a obedecer el mandato del Señor de evangelizar al mundo.

Que esta tarea jamás fue fácil, es conocido. Que hoy tampoco lo es, nadie lo duda. Una de mis oraciones más repetidas, nada original por otra parte, es pedirle al Señor que me conceda la fuerza para recorrer el camino que Él ha trazado para mí. A mis 55 años aún no tengo claro cuál es, aunque poco a poco se va definiendo su forma, pues la meta a la que se dirige es lo único que tengo cierto. La desproporción del mandato de evangelizar con respecto a mis cualidades y a mis fuerzas humanas es tal, que sólo planteármelo me abruma, me llena de angustia. Estoy seguro que esta noche espiritual ha sido y es compartida por infinidad de hermanos de todos los lugares y tiempos históricos. También el bueno de Bernabé debió de sentir lo mismo, por muy pleno del Espíritu del Señor que estuviera. Nunca el hombre deja de ser hombre, y nunca el mundo deja de ser mundo.

Sin embargo, el poeta que hoy, como ayer, traigo aquí enuncia una profunda verdad: todos necesitamos la fe. Sin fe no se puede vivir. Es tan cierta esta afirmación que incluso reivindica, de forma un tanto contradictoria, una fe sin objeto, sin contenido, sin propósito, sin misión. Más allá de lo paradójico, estoy con el poeta en que el hombre sólo puede ser creyendo. El poeta apela a una fe que anida en lo más interior de nuestro corazón, y considera que este ámbito de intimidad está por descubrir, como si fuera un territorio no hollado aún, un refugio que, constituyéndonos, no ha sido habitado por nadie, ni siquiera por nosotros mismos.

Aunque español, y por tanto habiendo recibido formación católica, Rafael Argullol, nacido en 1949, pertenece a la élite intelectual de finales del siglo XX. La inmensa mayoría de sus componentes, salvo notables y contadísimas excepciones, ya han perdido las viejas certidumbres, la fe de sus mayores. Cuando uno ha perdido la conciencia de sus raíces, las imagina, como los niños huérfanos imaginan a sus padres desconocidos y lo proyectan en cualquier adulto, varón y mujer, que les trata bien. El nihilismo posmoderno es tan radicalmente antihumano que los que en nada creen deben configurar a ese vacío, a esa nada, los atributos propios del ser: "centro", "ímpetu", "manto de seductora suavidad", dice el poeta doctor en Filosofía.

Ese lugar deshabitado para el hombre contemporáneo, pero que atisba como absolutamente necesario, no está vacío, ni es algo pura o exclusivamente humano, nacido de él. Pero afirmar algo así supondría descubrir lo ya descubierto, revelar lo ya revelado. Lleva siglos siendo visitado y estudiado por teólogos, amado, pintado y cantado por artistas, músicos y poetas, fuerte y no desvanecido cuanto más conocido, cuanto más rezado, cuanto más ofrecido. La ignorancia de Argullol, que es la del hombre de nuestro días, la de esta humanidad herida por su orgullo, hoy más elevado que nunca, es el vacío de quien se considera que el hombre se debe sólo a sí mismo. Ese íntimo centro que sin duda existe es nuestro vínculo que nos une a Dios, el origen de nuestro origen, la tabla misma sobre la que escribió nuestra necesidad de amor, de fe, de esperanza: nuestra necesidad de Dios.

Así como no era poco decir de alguien que está lleno del Espíritu Santo y de fe, como dijeron de Bernabé, no es poco afirmar que necesitamos la fe de los sin fe, pues es comenzar a reconocer una necesidad que nos precede y nos constituye. Cuando hasta los nihilistas pueden llegar a esta certidumbre existencial, cabe sin duda toda la fe, toda la esperanza y todo el amor en nuestra tarea de evangelización.

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