sábado, 31 de marzo de 2018

Lectura del día, 31 de marzo, Sábado Santo. Poema "Mírame" de Bruno Moreno Ramos. Breve comentario

Como sabéis, hoy es el único día del año en que la Iglesia no celebra liturgia de la Palabra. Así, no existen lecturas de la Palabra de Dios que ofrecer.

Sin embargo, quiero proponer un poema de un poeta católico que refleja bien la angustia de la espera del hombre a un Dios ausente, algo muy recurrente en la poesía religiosa contemporánea de los últimos cien años, como he dejado humilde constancia en este blog.  Porque el Sábado Santo, además de una fecha, de un hecho histórico crucial, es un estado del alma. Paso a copiar el poema:

Poema:
Mírame de Bruno Moreno Ramos 

Mírame, mi Señor, que tengo miedo:
en las negras tinieblas que me envuelven,
temores ya vencidos se revuelven
y otra vez me aprisiona el mismo enredo.

Ayúdame, que ya seguir no puedo,
huyen mis pocas fuerzas y no vuelven,
mil proyectos en nada se disuelven
y así, solo, cansado y triste quedo.

Mírame, mi Señor, el miedo ahuyenta
y sola ha de bastarme tu mirada
aun cuando no te vea ni te sienta,

pues el sol generoso en su jornada,
también a un pobre ciego al fin calienta,
aunque, triste, no vea la alborada.

(Carmina Catholica, Editorial Vita Brevis, Madrid, 2010, p. 39)

Breve comentario

Quisiera que mi comentario fuera especialmente breve en este día en el que la Iglesia entera guarda silencio a los pies de la sepultura donde yace muerto el Señor. No seré yo una excepción.

Los treinta primeros años de mi vida fueron un enorme sábado santo. Ni siquiera yo lo sabía. Treinta años sin Dios; treinta años por mi parte de indiferencia o de búsqueda inconsciente; treinta años de vacío en los que creía que lo normal era ese vacío, pues, eso sí, siempre me quedó clara la falsedad de las ilusiones con las que el hombre sin trascendencia intenta llenar su vida. La convencionalidad de una vida sin misterio siempre se me reveló como una farsa.

Quizá por eso llegué al final de mi adolescencia, casi como un juego, y de una forma completamente solitaria, a gustar de la poesía, e incluso a escribirla un poco, torpemente. De algún modo, ese Dios al que ignoraba me concedió la lucidez suficiente (siempre muy escasa) para adivinar que, tras la realidad aparente, existe un mundo que es el verdaderamente real, el que sostiene la existencia misma. Y en los poetas, mucho antes que en los filósofos, me permitió el Señor vislumbrarlo. Si el pensamiento es nuestra forma de avanzar, la contemplación y el canto es nuestra forma de respirar. Y la fe participa de ambos. Pero aún debió pasar más de una década de asiduo contacto con la poesía para dar con la clave de toda aquella verdad a la que los poetas apuntaban de mil modos, desde sus circunstancias personales, tantas veces desoladoras y hasta terribles.

Así, me ocurre que estoy muy familiarizado con los sábados santos, hasta el punto de que, aun después de mi conversión y hasta hoy, han ido reapareciendo una y otra vez en mi vida, aunque, como al poeta Bruno Moreno, sabiendo ya lo que busco, y sabiendo que ya lo encontraré. Sabiendo, en fin, que saldrá a mi encuentro el Señor, pues me ama. Como a Bruno. Pero hoy es Sábado Santo, ausencia de Dios, vacío, espera angustiada, silencio resonante que nos hace temblar en lo más profundo, oscuridad del ciego que ya ni siquiera espera ver, sino ser visto por aquel que es luz de nuestras vidas, calor que acompaña y protege. ¡Imaginémonos por un momento la terrible angustia de los primeros discípulos, cuando la noticia de la resurrección del Señor aún no había ocurrido! Me identifico, pues, plenamente, con la actitud que refleja este poeta hoy, quizá la vivencia más repetida en mi vida, la más contumaz. Y por ello mismo la más vencida: vencida por Dios. Como espero también lo sea para el poeta Bruno Moreno Ramos.

Ahora, guardemos silencio.

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