miércoles, 24 de enero de 2018

Lecturas del día, miércoles, 24 de enero. Poema "La órbita del agua" de Andrés Eloy Blanco. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del segundo libro de Samuel (7,4-17):

En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor: «Ve y dile a mi siervo David: "Así dice el Señor: ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? Desde el día en que saqué a los israelitas de Egipto hasta hoy, no he habitado en una casa, sino que he viajado de acá para allá en una tienda que me servía de santuario. Y, en todo el tiempo que viajé de acá para allá con los israelitas, ¿encargué acaso a algún juez de Israel, a los que mandé pastorear a mi pueblo Israel, que me construyese una casa de cedro?" Pues bien, di esto a mi siervo David: "Así dice el Señor de los ejércitos: Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a Israel, mi pueblo: lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos, y en adelante no permitiré que los malvados lo aflijan como antes, cuando nombré jueces para gobernar a mi pueblo Israel. Te pondré en paz con todos tus enemigos, y, además, el Señor te comunica que te dará una dinastía. Y, cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Él construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo; si se tuerce, lo corregiré con varas y golpes como suelen los hombres, pero no le retiraré mi lealtad como se la retiré a Saúl, al que aparté de mi presencia. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre."» Natán comunicó a David toda la visión y todas estas palabras.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 88,4-5.27-28.29-30

R/.
Le mantendré eternamente mi favor

Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades.» R/.

«Él me invocará: "Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora";
y yo lo nombraré mi primogénito,
excelso entre los reyes de la tierra.» R/.

«Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable;
le daré una prosperidad perpetua
y un trono duradero como el cielo.» R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,1-20):

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar: «Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno.» Y añadió: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo: «A vosotros se os han comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que, por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdonen."» Y añadió: «¿No entendéis esta parábola? ¿Pues, cómo vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; al escucharla, la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.»

Palabra del Señor

Poema:
La órbita del agua de Andrés Eloy Blanco

Vamos a embarcar, amigos,
para el viaje de la gota de agua.
Es una gota, apenas, como el ojo de un pájaro.

Para nosotros no es sino un punto,
una semilla de luz,
una semilla de agua,
la mitad de lágrima de una sonrisa,
pero le cabe el cielo
y sería el naufragio de una hormiga.

Vamos a seguir, amigos,
la órbita de la gota de agua:
De la cresta de una ola
salta, con el vapor de la mañana;
sube a la costa de una nube
insular en el cielo, blanca, como una playa;
viaja hacia el Occidente,
llueve en el pico de una montaña,
abrillanta las hojas,
esmalta los retoños,
rueda en una quebrada,
se sazona en el jugo de las frutas caídas,
brinca en las cataratas,
desemboca en el Río, va corriendo hacia el Este,
corta en dos la sabana,
hace piruetas en los remolinos
y en los anchos remansos se dilata
como la pupila de un gato,
sigue hacia el Este en la marea baja,
llega al mar, a la cresta de su ola
y hemos llegado, amigos... Volveremos mañana.

Breve comentario

Me gusta siempre entender esta parábola del sembrador desde un punto de vista un tanto distinto, aunque fiel a lo que el Señor quería expresar con ella. La semilla que Dios planta una y otra vez en el corazón de los hombres es siempre la misma, invariable, estable, sólida, incorruptible. Sin embargo, los corazones de los hombres, sus distintas disposiciones, situaciones y circunstancias, es la parte volátil de la parábola: corazones de asfalto, corazones de piedra, corazones de zarzas, corazones de carne, abiertos y acogedores... Sin duda, esta estructura del relato es indiscutible; lo discutible a la luz de la experiencia vital de quien está abierto a la búsqueda de la verdad es que los hombres siempre seamos, a lo largo de toda nuestra vida, sólo de asfalto, sólo de piedras, sólo de zarzas o sólo almas agradecidas por lo recibido. 

Dios se entrega a todos, planta su semilla allí donde existe un corazón humano, sea éste cuál sea, con independencia de otra realidad que no sea la existencia de ese corazón. Y es cierto lo que suele ocurrir a su semilla cuando cae en tierra seca o en piedras o entre espinos. Pero también es cierto que el corazón humano, a pesar de todos sus condicionantes que lo influyen de forma profunda, posee la virtualidad de transformar su naturaleza incluso trascendiendo todo lo que le condiciona. Es por ello que Dios no cesa de sembrar, pues la tarea del divino sembrador es iniciar un proceso de conversión: nos llama constantemente a convertirnos de nuestras durezas de asfalto, piedras y espinas. 

Quien de un modo u otro está en búsqueda de la verdad, de la plenitud verdadera, de la verdadera felicidad, está en condiciones de ir creciendo y transformando su alma en un terreno fértil y productivo a la acción salvadora del Señor. No quiero presumir de nada, pero en mi modesto proceso de crecimiento y de conversión, he sido asfalto, piedra y espino durante la mayor parte de mi vida; y  desde hace un tiempo, cada vez mi corazón va siendo más mullido y poroso para acoger la Palabra y la presencia del Señor en mi vida. Todavía mi tierra es muy pobre, pero siento que la semilla ya se va abriendo y va echando sus primeras raíces en mí. Y lo que más me ilusiona es que a medida que esas raíces van adquiriendo fuerza, las circunstancias que antes me hacían ser tierra estéril van perdiendo paulatinamente su fuerza y su influencia. En estos años de mayor arraigo de Dios en mi vida han existido grandes tormentas, prolongadas sequías, implacables calores y rigurosos fríos, y a pesar de todos estos obstáculos no ha dejado de crecer la semilla de Dios en mí.

Huelga decir que lo que me ocurre le ha ocurrido a muchos otros antes, y seguirá ocurriendo mientras haya hombres, también (sobre todo, diría) a hombres heridos, a hombres de corazón de asfalto, de piedra o de espinas. Lo importante, pues, de esta parábola son dos cosas: que Dios no cesa de sembrar en nuestro corazón, y que nuestra dureza nunca es definitiva si estamos en búsqueda de nuestro propio corazón, que nunca se caracteriza por la dureza. No nos desanimemos en nuestras presentes dificultades: el Señor siempre está actuando, y su semilla arraiga a nada que vea en nosotros una vibración de vida. Y cuando vibramos, por poco que sea, vamos dejando de ser asfalto, piedra y espina. Ánimo, amigos, que Dios siempre está saliendo al encuentro de nosotros para rescatarnos de todo lo que nos impide crecer en verdad.

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