domingo, 7 de enero de 2018

Lecturas del día, domingo, 7 de enero, Bautismo del Señor. Poema "La caída II" de Octavio Paz. Breve comentario

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (42,1-4.6-7):

Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 28,1a.2.3ac-4.3b.9b-10

R/.
El Señor bendice a su pueblo con la paz

Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R/.

La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica. R/.

El Dios de la gloria ha tronado.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno. R/.

Segunda lectura

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10,34-38):

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,7-11):

En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.» Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.»

Palabra del Señor
 
Poema:
La caída II de Octavio Paz
 
Prófugo de mi ser, que me despuebla
la antigua certidumbre de mí mismo,
busco mi sal, mi nombre, mi bautismo,
las aguas que lavaron mi tiniebla.

Me dejan tacto y ojos sólo niebla,
niebla de mí, mentira y espejismo:
¿qué soy, sino la sima en que me abismo,
y qué, si no el no ser, lo que me puebla?

El espejo que soy me deshabita:
un caer en mí mismo inacabable
al horror del no ser me precipita.

Y nada queda sino el goce impío
de la razón cayendo en la inefable
y helada intimidad de su vacío. 
 
Breve comentario
 
Tras la primera Epifanía del Señor, que celebramos ayer, hoy aparece la segunda, con el bautismo del Señor en el Jordán por Juan el Bautista. De este modo acaba el tiempo de Navidad para iniciar el de la vida pública del Mesías. Y esta vida pública sólo puede comenzar o arrancar desde el bautismo, es decir, desde el reconocimiento de la vocación de ser Hijo del Padre y de la misión que ello supondrá. Hasta ese momento Jesús se había mostrado como hijo de José y de María. Ahora, bautizándose, se presentaba como lo que era, el Ungido, el Cristo, el Hijo de Dios para traer la salvación a la humanidad.

El bautismo de Juan era un rito de purificación, de renovación de vida, de dedicación a Dios. Y el Señor se acoge a este rito para respetar en todo el destino humano que ha de describir. Es cierto que en Él no había nada que purificar, pues era el sin pecado, pero sí que en su vida se daría una conversión radical. Llegado ese momento, el Señor asumía el destino para el que había sido llamado. Este bautismo era una reafirmación pública de su obediencia al Padre, que ahora comenzaba a tomar cuerpo. De ahí, que resuene la voz de Aquél para reafirmar aún más el acto de obediencia del Hijo: "Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco". Dios Padre bautiza a su Hijo por medio de Juan con la fuerza del Espíritu Santo. 

Nosotros también hemos sido bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, por medio de un sacerdote. Nosotros también estamos llamados a cumplir esa vocación, esa misión de ser hijos de Dios en el mundo, de dar testimonio de la luz, de seguir el ejemplo de vida de Jesús en la tierra. Nosotros carecemos de naturaleza divina y no estamos libres del pecado, pero el Señor ha instituido a su Iglesia para ayudarnos en esta labor. A pesar de todas las dificultades en medio de nuestro tiempo, y ante la indiferencia u hostilidad de nuestros entornos, seguimos siendo una comunidad de fe sostenida por el Espíritu Santo. Sin reconocer estos orígenes, sin percibir la marca indeleble con que nos iniciaron, sin conocer a lo que hemos sido llamados y a lo que somos destinados, nuestra vida no sólo carece de fuerza o vigor para afrontar los desafíos que aquella nos pondrá en nuestro camino, sino que siquiera sabremos quién somos, a qué hemos venido, qué sentido tiene nuestra vida.

Hoy no quisiera que mis palabras sonaran exigentes, en el sentido de llamar a un examen de conciencia sobre el sentido de comunidad y pertenencia que poseemos, sobre la conciencia misma de que formamos parte de un plan de Dios para esta vida. Lo que quisiera subrayar es la idea de que Dios nos asiste desde el bautismo, y que desde esa iniciación a la vida de la gracia, podremos abrirnos a Él para hacer su voluntad. Cobrar conciencia de lo que somos es el primer paso para serlo efectivamente. De lo contrario, como describe con extraordinario acierto el poeta mexicano elegido, nuestra vida se hundirá en el abismo del no ser, del simulacro, del fingimiento, de la falsedad. Es cierto que vivir según la voluntad del Señor es una tarea que sobrepasa por completo nuestras facultades humanas, pero por el bautismo del Espíritu nos abrimos a una nueva dimensión en la que todo será posible mediante la acción de su gracia. Pero lo primero es saber esto. El Bautismo es la mejor manifestación de un hecho esencial: no estamos solos. En estos tiempos de individualismo radical, en que parece que toda vida de comunidad se tambalea (familia, trabajo, tradiciones, valores, el mundo vertiginoso de los cambios tecnológicos...), es de lo más relevante saber que nuestra soledad es sólo aparente.

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