jueves, 4 de enero de 2018

Lecturas del día, jueves, 4 de enero. Poema "En los ecos del órgano o en el rumor del viento..." de Rosalía de Castro. Breve comentario


Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (3,7-10):

Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es justo. Quien comete el pecado es del diablo, pues el diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo. Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 97, 1-2ab. 7-8a. 8b-9
R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios


Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes. R/.

Al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (1,35-42):

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.» Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?» Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?» Él les dijo: «Venid y lo veréis.» Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).» Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»

Palabra del Señor

Poema:
"En los ecos del órgano o en el rumor del viento..." de Rosalía de Castro

I
 
En los ecos del órgano o en el rumor del viento,
en el fulgor de un astro o en la gota de lluvia,
te adivinaba en todo y en todo te buscaba,
sin encontrarte nunca.
 
Quizás después te ha hallado, te ha hallado y te ha perdido
otra vez, de la vida en la batalla ruda,
ya que sigue buscándote y te adivina en todo,
sin encontrarte nunca.
 
Pero sabe que existes y no eres vano sueño,
hermosura sin nombre, pero perfecta y única;
por eso vive triste, porque te busca siempre
sin encontrarte nunca.

II
 
Yo no sé lo que busco eternamente
en la tierra, en el aire y en el cielo;
yo no sé lo que busco, pero es algo
que perdí no sé cuándo y que no encuentro,
 
aun cuando sueñe que invisible habita
en todo cuanto toco y cuanto veo.
 
Felicidad, no he volver a hallarte
en la tierra, en el aire ni en el cielo,
¡aun cuando sé que existes
y no eres vano sueño!

Breve comentario

Jesús pregunta a los dos discípulos que se le acaban de acercar: "¿Qué buscáis?". Es una pregunta que nos hace a todos ahora, que nos interpela ineludiblemente. En verdad, ¿qué buscamos en esta vida? Cada uno que se conteste en su interior. Todos, de uno u otro modo, buscamos ser feliz, un estado de plenitud, de realización, de satisfacción personal. En los caminos que optemos para lograrlo, en lo que entendamos por felicidad, y también en función de nuestras capacidades y limitaciones, de nuestras oportunidades y posibilidades, nos vamos trazando una biografía que sólo en parte es elegida, y en otra es encontrada o preservada.

La búsqueda del sentido último de nuestras vidas suele ser algo que no nos solemos plantear de un modo expreso o directo, sino en función de nuestras motivaciones parciales y de nuestros logros o fracasos. También, es evidente, en nuestra concepción de lo que es bueno y deseable. Dios hoy en muchos es una inquietud apenas expresada, por no decir completamente latente o inconsciente. Debo reconocer que tal vez si mi vida hubiera sido más sencilla, si hubiera tenido éxitos evidentes e incontestables, de esos que la convención social objetivamente valora, mi búsqueda de Dios o del sentido de mi vida hubiera sido mucho más vaga e inarticulada de lo que es hoy. La experiencia de la cruz ciertamente ayuda a abrazarla o al menos a tomar conciencia de ella. 

Puede ser perfectamente compatible (de hecho, es necesariamente así) saber que lo que se busca es el encuentro con el Señor, y reconocer con Rosalía que la felicidad es un tren que perdimos y que no volverá a pasar. La felicidad que busca a Dios aleja del mundo inevitablemente, de lo que a éste satisface. La felicidad que se descubre y se aspira es de otra índole, más modesta en apariencia, más sencilla, pero mucho más profunda, más enraizada en lo que somos. Querer, en expresión de los primeros discípulos, vivir en donde vive Dios, trastoca por completo nuestras prioridades y nuestros intereses. De un modo muy modesto, pues mi experiencia de Dios es la que es, limitada y pobre, voy observando que a medida que el Señor me va atrayendo hacia sí, mi vida a la vez se va desnudando de otros intereses que hasta ahora me distraían e ilusionaban, se va haciendo más y más simple, se va despojando, voy necesitando menos. Menos también para ser feliz. No es tanto una renuncia que proceda de un acto de la voluntad del individuo, como un ir constatando que muchas preocupaciones, inquietudes y esfuerzos sobran, son perfectamente prescindibles en la economía del amor de Dios. Hoy sé que he de agradecer todos mis fracasos y los éxitos íntimos que me ha concedido, pues unos y otros me han hecho posible o más fácil aproximarme a Él, me han permitido saber qué era lo que en verdad importa y lo que no. 

Es éste el camino más personal que debemos realizar todos en nuestra vida; en gran medida inefable, difícil de comunicar, pero que no debemos dejar de recorrer. Camino que comienza siempre por hacernos la pregunta que hoy el Señor de nuevo nos dirige, que nos dirige constantemente: ¿Qué buscamos?

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