miércoles, 16 de agosto de 2017

Lecturas del día, miércoles, 16 de agosto. Poema "Patrimonio" de Ida Vitale. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro del Deuteronomio (34,1-12):

En aquellos días, Moisés subió de la estepa de Moab al monte Nebo, a la cima del Fasga, que mira a Jericó; y el Señor le mostró toda la tierra: Galaad hasta Dan, el territorio de Neftalí, de Efraín y de Manasés, el de Judá hasta el mar occidental, el Negueb y la comarca del valle de Jericó, la ciudad de las palmeras, hasta Soar; y le dijo: «Ésta es la tierra que prometí a Abrahán, a Isaac y a Jacob, diciéndoles: "Se la daré a tu descendencia." Te la he hecho ver con tus propios ojos, pero no entrarás en ella.» Y allí murió Moisés, siervo del Señor, en Moab, como había dicho el Señor. Lo enterraron en el valle de Moab, frente a Bet Fegor; y hasta el día de hoy nadie ha conocido el lugar de su tumba. Moisés murió a la edad de ciento veinte años; no había perdido vista ni había decaído su vigor. Los israelitas lloraron a Moisés en la estepa de Moab treinta días, hasta que terminó el tiempo del duelo por Moisés. Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés le había impuesto las manos; los israelitas le obedecieron e hicieron lo que el Señor había mandado a Moisés. Pero ya no surgió en Israel otro profeta como Moisés, con quien el Señor trataba cara a cara; ni semejante a él en los signos y prodigios que el Señor le envió a hacer en Egipto contra el Faraón, su corte y su país; ni en la mano poderosa, en los terribles portentos que obró Moisés en presencia de todo Israel.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 65,1-3a.5.8.16-17

R/.
Bendito sea Dios,
que me ha devuelto la vida


Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!» R/.

Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres.
Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas. R/.

Fieles de Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,15-20):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»

Palabra del Señor

Poema:
Patrimonio de Ida Vitale

Sólo tendremos lo que hayamos dado.
¿Y qué con lo ofrecido y no aceptado,
qué con aquello que el desdén reduce
a vana voz, sin más,
ardiente ántrax que crece,
desatendido, adentro?

La villanía del tiempo,
el hábito sinuoso
del tolerar paciente,
difiere frágiles derechos,
ofrece minas, socavones, grutas:
oscuridad apenas para apartar
vagos errores-

El clamor, letra a letra,
del discurso agorero
no disipa ninguna duda;
hace mucho que sabes:
ninguna duda te protege. 

Breve comentario

Reprender, corregir parecen acciones poco gratas, ásperas, hirientes incluso. No necesariamente, pero es cierto que si se hace mal o con torpeza (no digamos de forma injusta), el efecto que provoca es el contrario: acrecentar el error o el mal cometido, y condenar, así, al hermano a seguir pecando, con lo que se pone en riesgo la salvación de su alma. El Señor da unas pautas para evitarlo: primero ha de hacerse en la intimidad; si perdurase en su actitud, se llama a testigos, dos o tres en un principio; si aún así la obstinación continúa, será la comunidad quien intervenga en la corrección; si desprecia también el parecer de la comunidad, hay que considerarlo como un alma perdida mientras se mantenga por propio voluntad en el mal. ...Y hay muchos que prefieren condenarse antes que cambiar o dejarse cambiar.

Corregir al que yerra es un deber elemental o fundamental, no muy distinto de enseñar al que no sabe o curar al enfermo. Todo aquel que defienda una verdad, así en minúscula, aunque sea falsa, está urgido por la misma para darla a conocer a aquel que la niega. Nos suelen acusar a los católicos, en no pocas ocasiones con sumo desprecio, de que somos unos dogmáticos que queremos imponer nuestros criterios, nuestra verdad a los demás (la verdad sólo se impone por sí misma a los que ya están convencidos de ella; a los que no, se les ofrece para que la conozcan). Estoy agotado de participar en debates, por lo demás bastante estériles en general,  con relativistas de toda condición, con ateos, con neomarxistas, con liberales (algunos incomprensiblemente católicos), que no cesan de corregirme desde sus verdades, algunos de forma muy vehemente. La posibilidad de corrección es, en último término, como dice la poeta, un patrimonio que ha de darse. Cuando algo lo creemos bueno, y vemos a alguien que se aleja en dirección contraria debemos advertírselo, si es que nos importa la suerte de su alma y su felicidad, evidentemente.

Por fortuna, Dios nos creó como seres en búsqueda de la verdad, pues sin ella la vida es una suerte de muerte bastante invivible por vacía y alienada de sí. Y no sólo para la búsqueda, sino para encontrarla, para gozar de su hallazgo, que resulta que habita en nuestro corazón, como en nuestro origen y en nuestro destino. Más allá de sesudas y racionales demostraciones metafísicas (que también), la verdad convence por sí misma cuando se nos presenta, cuando la experimentamos, cuando la vivimos. Cuando ello ocurre, la conocemos de forma indubitable, aunque no sepamos razonarla o argumentarla como lo haría un erudito o un especialista del pensamiento. Si la verdad fuera accesible sólo a una élite, intelectual o de otro tipo, sería éste signo de su falsedad (este es un buen criterio para desechar por falsas todas las enseñanzas que exigen ocultos y prolijos procesos de iniciación, o que consideran el conocimiento de la misma sólo para elegidos -véase toda clase de gnosticismos, masonerías y similares-). Dado ese conocimiento, esa experiencia de vida, hay que corregir, debemos corregir siempre, pues la verdad está para darla. Como señala Ida Vitale, no tendremos otro patrimonio que ofrecer al Señor en el último día que lo que hayamos dado a los hermanos. El que renieguen de lo que proponemos ya no es un problema enteramente nuestro cuando hayamos reprendido con la corrección debida, poco a poco, pero sabiendo siempre el bien que proponemos y el mal que queremos evitar, pues

"hace mucho que sabes:
ninguna duda te protege."

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