jueves, 6 de septiembre de 2018

Lecturas del día, jueves, 6 de septiembre. Poema "Levántame, Señor..." de Fray Miguel de Guevara. Breve comentario

Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3,18-23):

Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: «Él caza a los sabios en su astucia.» Y también: «El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos.» Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 23,1-2.3-4ab.5-6

R/.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.

Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,1-11):

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.»
Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»
Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Palabra del Señor

Poema:
"Levántame, Señor..." de Fray Miguel de Guevara 

Levántame, Señor, que estoy caído,
sin amor, sin temor, sin fe, sin miedo;
quiérome levantar y estoyme quedo,
yo propio lo deseo y yo lo impido.

Estoy, siendo uno solo, dividido,
a un tiempo muero triste y ledo;
lo que puedo hacer, eso no puedo,
huyo del mal y estoy en él metido.

Tan obstinado estoy en mi porfía,
que el temor de perderme y de perderte
jamás de mi mal uso me desvía.

Tu poder y tu bondad truequen mi suerte,
que en otros veo enmienda cada día,
y en mí nuevos deseos de ofenderte.


Breve comentario

Qué importante es poder contar con alguien que en los momentos más difíciles de la vida nos diga: ¡Adelante! ¡No te rindas! ¡Confía en mí, te ayudaré! En esos momentos, la carga que nos aplasta parece más leve, y nuestras agotadas fuerzas recobran el vigor perdido. Y, sobre todo, el consuelo, el bálsamo de sentir que no estás solo. Duc in altum, remad mar adentro, nos dice el Señor a todos, en especial a los cansados y agobiados de tantas cosas, de tanta vida sin Dios; cansados y agobiados por nuestros pecados y por los pecados ajenos. Por gracia divina, nuestros momentos de mayor esterilidad, de mayor hastío o aun desesperación se convierten en los de mayor fertilidad: pasamos de la desolación del pecado al gozo de cosechar los frutos por nuestra entrega al Señor. Pasamos, en efecto, de pecar a pescar. Ante tal poder de amor, quien le conoce, le seguirá de por vida.

Luego, la vida seguirá haciéndonos daño, seguiremos pecando, dada nuestra debilidad consustancial, pero ya no volveremos a ser los de antes. En nuestro interior habremos hecho nuestra esa voz de amor, ese dulce mandato, duc in altum. Y en cada ocasión que el sufrimiento parezca vencernos, que la tentación del abandono parezca dominarnos, seguiremos remando en la mar oscura y profunda, en la noche sin luz, en el frío de la soledad humana, en el mundo que nos niega todo, en ese lago sin peces ni recompensa a nuestro esfuerzo. Y Él volverá a aparecer una y otra vez, en la forma de la fe que da fuerza, en la presencia de un ánimo que vuelve a levantarnos, que vuelve a hacer posible lo que parecía ya imposible para nosotros. Sigamos echando las redes aunque todas las evidencias lo desaconsejen. Estando abiertos al Señor, el mundo se abre, siempre se abre. 

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