lunes, 30 de abril de 2018

Lecturas del día lunes, 30 de abril. Poema "Ah, yo quiero vivir..." de Dámaso Alonso. Breve comentario


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (14,5-18):

En aquellos días, cuando en Iconio se produjeron conatos de violencia de parte de los gentiles y de los judíos, con sus autoridades, para maltratar a Pablo y a Bernabé y apedrearlos; al darse cuenta de la situación, huyeron a las ciudades de Licaonia, a Listra y Derbe y alrededores, donde se pusieron a predicar el Evangelio.
Había en Listra, sentado, un hombre impedido de pies; cojo desde el seno de su madre, nunca había podido andar. Estaba escuchando las palabras de Pablo, y este, fijando en él la vista y viendo que tenía una fe capaz de obtener la salud, le dijo en voz alta:
«Levántate, ponte derecho sobre tus pies».
El hombre dio un salto y echó a andar. Al ver lo que Pablo había hecho, el gentío exclamó en la lengua de Licaonia:
«Los dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos».
A Bernabé lo llamaban Zeus, y a Pablo, Hermes, porque se encargaba de hablar. El sacerdote del templo de Zeus que estaba a la entrada de la ciudad trajo a las puertas toros y guirnaldas y, con la gente, quería ofrecerles un sacrificio.
Al oírlo los apóstoles Bernabé y Pablo, se rasgaron el manto e irrumpieron por medio del gentío, gritando y diciendo:
«Hombres, ¿qué hacéis? También nosotros somos humanos de vuestra misma condición; os anunciamos esta Buena Noticia: que dejéis los ídolos vanos y os convirtáis al Dios vivo “que hizo el cielo, la tierra y el mar y todo lo que contienen”. En las generaciones pasadas, permitió que cada pueblo anduviera su camino; aunque no ha dejado de dar testimonio de sí mismo con sus beneficios, mandándoos desde el cielo la lluvia y las cosechas a sus tiempos, dándoos comida y alegría en abundancia».
Con estas palabras, a dura penas disuadieron al gentío de que les ofrecieran un sacrificio.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 113B,1-2.3-4.15-16

R/.
No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria


No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»? R/.

Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas. R/.

Benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (14,21-26):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama será amado mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Le dijo Judas, no el Iscariote:
«Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?»
Respondió Jesús y le dijo:
«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».

Palabra del Señor

Poema:
"Ah, yo quiero vivir..." de Dámaso Alonso

Ah, yo quiero vivir
dentro del orden general
de tu mundo.
Necesito vivir entre los hombres.
Veo un árbol: sus brazos ya en angustia
o ya en delicia lánguida
proclaman su verdad:
su alma de árbol se expresa,
irreductiblemente única.
Pero el hombre que pasa junto a mí,
el hombre moderno
con sus radios, con sus quinielas, con sus películas sonoras,
con sus automóviles de suntuosa hojalata
o con sus tristes vitaminas,
mudo tras su etiqueta que dice «comunismo» o «democracia» [dice,
con apagados ojos y un alma de ceniza
¿qué es?, ¿quién es?

¿Es una mancha gris, un monstruo gris?

Monstruo gris, gris profundo,
profundamente oculta sus amores, sus odios,
gris en su casa,
gris en su juego,
en su trabajo, gris,
hombre gris, de gris alma.
Yo quiero, necesito,
mirarle allá a la hondura de los ojos, conocerle,
arrancarle su careta de cemento,
buscarle por detrás de sus tristes rutinas.
Por debajo de sus fórmulas de lorito
real (¡Pase usted! ¡Tanto gusto!),
aventarle sus tumbas de ceniza,
huracanarle su cloroformo diario.

Un día llegará en que lo gris se rompa,
y tus bandos resuenen arcangélicos,
oh gran Dios.

Dime, Dios mío, que tu amor refulge
detrás de la ceniza.
Dame ojos que penetren tras lo gris
la verdad de las almas,
la hermosa desnudez de tu imagen:
el hombre.

Breve comentario

Vivimos épocas tan radicalmente disparatadas que confundimos la realidad hasta en lo más elemental. La verdad es hoy tildada de mentira o falsa ilusión, y la mentira, sin embargo, se disfraza de las palabras más nobles y por ello ya las más pervertidas: libertad, amor, progreso, diálogo, paz... Hoy se considera el pecado y el error el timbre de gloria de nuestra racionalidad y de nuestra autonomía moral. Vivimos a su parecer en Occidente la forma más desarrollada de libertad, y nos llamamos con la inmodestia de los ignorantes "mundo libre".
 
Para lograr estas, para ellos, incuestionables conquistas sociales y políticas, el hombre libre ha debido liberarse de las concepciones religiosas que a su juicio obstaculizaban su progreso, su libertad, el avance hacia un mundo donde el hombre no le debiera nada a ninguna realidad suprahumana. Hoy nos sentimos muy orgullosos de ser los dueños absolutos de nuestros destinos, hasta el punto de que podemos decidir con entera libertad hasta lo que somos o queremos ser biológicamente. Nietzsche todavía sentía la necesidad de matar a Dios. Hoy simplemente Dios no hace falta: que exista o no es algo por completo irrelevante.

Así, el hombre contemporáneo ¿cómo vivirá los mandamientos de Dios? En primer lugar, no ya como mandamientos. Dios ya no manda en nuestra vidas. En segundo lugar, son normas que no emanarían de Dios, sino del mismo hombre en una determinada circunstancia histórica y en un contexto cultural muy concreto. No hace falta Dios para saber que matar no es algo recomendable; pero tampoco es necesario poner puertas al campo del amor humano cuando nos sentimos atraídos por otras personas de las que con anterioridad hemos elegido. Y un Dios que haga eso es una entidad ficticia o, en todo caso, despreciable.

Vivimos, parece, en el mundo del revés. No sé si estamos en los tiempos postreros. Los más pesimistas piensan que sí, y no les falta razón para defender semejante juicio. Pero lo cierto es que los planes de Dios no los conoce nadie más que Dios mismo. De lo que no podemos dudar es de que el Señor lo permite, pues aunque Satanás es el príncipe de este mundo, Dios sigue siendo el Rey. Y como Rey gobierna siempre, aunque nos parezca que anda desaparecido o pasivo.

La forma de gobernar de Dios es por medio de su presencia en los corazones de los hombres, de aquellos que le dejan, a pesar de todas las dificultades externas y de las propias de cada persona, entrar en ellos. También gobierna por medio de la Iglesia y de los sacramentos, del Magisterio y de la Tradición. Y, por supuesto, gracias a la revelación, a su Palabra, al mensaje evangélico, tan vivo y actual como hace dos mil años, y hoy si cabe más necesario que nunca. Pero también por los diez mandamientos del Antiguo Testamento. Jesucristo es el ejemplo que tomamos para saber vivir en plenitud, para poder ser lo que somos: seres humanos que amamos a nuestro Creador. El amor de Dios es la ley que Él inscribió en nuestros corazones, en los de todos los hombres, lo conozcan o no, lo rechacen o lo acojan. Y el amor que es donación, es también mandato: su amor nos obliga a recorrer un determinado camino y no otros.

Hoy el hombre recorre cualquier camino menos el que el Señor nos ha indicado. Hoy nuestros contemporáneos no sienten que necesiten salvación alguna, siendo que están más perdidos que en tiempos del paganismo clásico en que el cristianismo surgió. Hoy el hombre es el señor de sí mismo, siendo así que es el mayor esclavo de sí mismo, la peor esclavitud que jamás se ha conocido. Toda su inteligencia, su capacidad para modificar el mundo y dominarlo lo ha puesto al servicio para alejarse de aquello que le otorga toda su plenitud natural. Queriendo ir contra la voluntad de un Dios que ya no reconoce, considera que por fin es libre. Su libertad es la de quien no sabe ya distinguir quién es. El hombre al hacerse la medida de todas las cosas carece por completo de referentes, se ha sumido en un abismo de orfandad que ninguna racionalidad humana podrá por sí sola superar. Es la razón sin trascendencia, la razón basada sólo en la capacidad para conocer hechos desligados de su sentido y finalidad, la razón que fundamenta su poder en el desarrollo técnico que propicia, la razón que no reconoce otra inquietud que el deseo desligado de la ética, de lo que es bueno y lo que es malo, la que lo ha hundido en la opulenta miseria moral, espiritual y metafísica que padecemos.

Como el sabio poeta, yo también quiero vivir en el orden general del mundo de Dios. Y por ello "Necesito vivir entre los hombres". Pero no entre estos hombres que se creen dioses de sí mismos y medida de todas las cosas, entre estos hombres que creen en la idea del progreso infinito cuando, en verdad, nos encaminamos de forma cada vez más acelerada a la degradación infinita (ya hemos recorrido un gran trayecto hacia esta meta). No sé si estamos en los tiempos escatológicos o apocalípticos, pero de lo que no tengo ninguna duda es que
"Un día llegará en que lo gris se rompa,
y tus bandos resuenen arcangélicos,
oh gran Dios."

Los mandamientos son hoy más que nunca las lindes que evitan que nos perdamos en la cotidianidad de cada día. Como buen pecador, a la que me descuido, me salgo del camino. Pero mi conciencia del amor de Dios, de su ley, me hace volver rápidamente o al menos no adentrarme en los senderos de perdición a los que me abocan mis debilidades y mis carencias. Luchemos por que nuestros coetáneos recuperen esa conciencia que les habita sin saberlo. No existe otro camino, no hay libertad más alta, no hay amor más acabado, no hay otra plenitud que conduzca a mayor progreso del alma humana, "la hermosa desnudez de tu imagen".     

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.