lunes, 23 de abril de 2018

Lecturas del día, lunes, 23 de abril. Poema "Virgen del Camino" de Andrés Trapiello

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (11,1-18):

En aquellos días, los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión le dijeron en son de reproche:
«Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos».
Pedro entonces comenzó a exponerles los hechos por su orden, diciendo:
«Estaba yo orando en la ciudad de Jafa, cuando tuve en éxtasis una visión: una especie de recipiente que bajaba, semejante a un gran lienzo que era descolgado del cielo sostenido por los cuatro extremos, hasta donde yo estaba. Miré dentro y vi cuadrúpedos de la tierra, fieras, reptiles y pájaros del cielo. Luego oí una voz que me decía: “Levántate, Pedro, mata y come”. Yo respondí:
«De ningún modo, Señor, pues nunca entró en mi boca cosa profana o impura”. Pero la voz del cielo habló de nuevo: «Lo que Dios ha purificado, tú no lo consideres profano”. Esto sucedió hasta tres veces, y de un tirón lo subieron todo de nuevo al cielo.
En aquel preciso momento llegaron a la casa donde estábamos tres hombres enviados desde Cesarea en busca mía. Entonces el Espíritu me dijo que me fuera con ellos sin dudar. Me acompañaron estos seis hermanos, y entramos en casa de aquel hombre. Él nos contó que había visto en su casa al ángel que, en pie, le decía: “Manda recado a Jafa y haz venir a Simón, llamado Pedro; él te dirá palabras que traerán la salvación a ti y a tu casa”.
En cuanto empecé a hablar, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, igual que había bajado sobre nosotros al principio; entonces me acordé de lo que el Señor había dicho: “Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo”. Pues, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios?».
Oyendo esto, se calmaron y alabaron a Dios diciendo:
«Así pues, también a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 41,2-3;42,3.4

R/.
Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo

Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío;
mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R/.

Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R/.

Me acercaré al altar de Dios,
al Dios de mi alegría,
y te daré gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,1-10):

En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Palabra del Señor

Poema:
Virgen del Camino de Andrés Trapiello

Estas noches de invierno hace frío en la casa,
los techos son muy altos y las paredes viejas,
cierran mal los balcones y la ventisca entra
hasta la misma cama donde espero
a que me venza el sueño y a que el sueño
me arrebate de golpe el libro de las manos,
y así, sobresaltado, me despierto
en medio de las sombras.
Y es entonces cuando comienzo un rito,
un viejo rito íntimo, igual todas las noches:
rezo un avemaría mentalmente.
Durante muchos años esto me avergonzaba.
“Qué buscas”, me decía, “en oración tan simple.
Eres un hombre ya, no crees mucho
que el destino del hombre obedezca a unas leyes
divinas ni que el orbe, engastado de estrellas
en las ruedas del sol y de la luna
sea maquinaria de un reloj,
al que un ser bondadoso
da cuerda cada noche en su vasto castillo,
esa vieja mansión que Nietzsche llamó Nada
y Bergson llamó Tiempo.
Es tarde para ti, me digo. Déjale
esa oración a otros, a tus hijos tal vez,
ignorantes aún de lo que sean
las palabras antiguas del arcángel
que anunciaron el Verbo y su silencio
en misterioso griego, según cuenta San Lucas.
No pienses otra cosa. Estás cansado.
Ya es bastante de un día
conocer su final y conocerlo en paz.
Deja, pues, de rezar. Ese viático
no puedes usurparlo, porque, di,
¿de qué te serviría? De qué sirve una llave
de la que no sabemos a dónde pertenece”.
Son razones que habré dicho mil veces,
pero al llegar la noche,
me acuerdo de otras noches
y el frío de mis pies entre las sábanas
es un frío de infancia, de internado,
cuando oía a mi lado el dulce respirar
en otras camas, y en el cristal la escarcha.
Y al recordar aquellas ya lejanas
noches de la meseta, tan largas,
oscuras y sin fondo,
recuerdo las palabras de los frailes:
“La Virgen del Camino
guiará vuestros pasos donde quiera que estéis:
No dejéis de rezarle y el camino
no será tan difícil. Será para vosotros
linterna en alta mar o una noche de luna”.
Y recuerdo que yo, para dormirme,
imaginaba, acurrucado,
debajo de las mantas que pesaban
pero que calentaban poco,
sin moverme siquiera de la parte más tibia
que había caldeado con esfuerzo,
incluso con mi aliento, imaginaba, digo,
qué sería de mí, y qué lejanos mares
habría de cruzar, qué extrañas tierras.
Otras veces pensaba si la muerte
habría de llegarme
como a aquél que labrando
un buen día su viña, ni siquiera
de recoger su manto tuvo tiempo,
o en medio de una fiesta, o en el sueño…
Al llegar a este punto
recuerdo que temblaba y pensaba en mi Virgen,
de modo que mis labios desgranaban
aquel Ave María, gratia plena
con el que yo me hacía
un lecho de hojas secas,
y luego me dormía…para llegar
muchos años después,
a noches como ésta,
noches frías de invierno
donde a solas conmigo voy pensando
y dejando en mi boca, una a una,
las palabras antiguas
de la Salutación, como si fueran
el óbolo que habrá de franquearme
los portales del manto hospitalario
que unos llamaron Tiempo
y otros llamaron Nada.


https://www.youtube.com/watch?v=Z--YN4t2TME

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