jueves, 21 de septiembre de 2017

Lecturas del día, jueves, 21 de septiembre. Poema "Amigo" de Pablo Neruda. Breve comentario

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (4,1-7.11-13):

Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 18,2-3.4-5

R/.
A toda la tierra alcanza su pregón

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R/.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,9-13):

En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?» Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

Palabra del Señor
 
Poema:
Amigo de Pablo Neruda 

1
Amigo, llévate lo que tú quieras,
penetra tu mirada en los rincones,
y si así lo deseas yo te doy mi alma entera
con sus blancas avenidas y sus canciones.

2
Amigo —con la tarde haz que se vaya
este inútil y viejo deseo de vencer.


Bebe en mi cántaro si tienes sed.


Amigo —con la tarde haz que se vaya
este deseo mío de que todo rosal
me pertenezca.
                          Amigo,
si tienes hambre, come de mi pan.

3
Todo, amigo, lo he hecho para ti. Todo esto
que sin mirar verás en mi estancia desnuda:
todo esto que se eleva por los muros derechos
—como mi corazón— siempre buscando altura.


Te sonríes —amigo... ¡Qué importa! Nadie sabe
entregar en las manos lo que se esconde adentro,
pero yo te doy mi alma, ánfora de mieles suaves,
y todo te lo doy... Menos aquel recuerdo...


...Que en mi heredad vacía aquel amor perdido,
es una rosa blanca, que se abre en silencio...


Breve comentario

Seguir al Señor supone la entrega más incondicional que existe. Es cierto que nuestro seguimiento siempre será imperfecto por nuestra naturaleza pecadora. Nunca estaremos a la altura de su amor. También es cierto que a cada uno el Señor le exige cosas distintas; no todas las llamadas son iguales. Pero todos nos debemos consagrar a seguirle. Unos serán monjes contemplativos; otros, sacerdotes diocesanos; otros, esposos en matrimonio sacramental; otros desde su soltería y su laicado consagrados a Dios en cuerpo y alma en todas las actividades que realicen en medio del mundo, etc. Los carismas son verdaderamente incontables, pues el Espíritu Santo es a su vez infinito.

Por otra parte, el seguimiento de Cristo siempre debe implicar servicio. Seguirle simplemente porque sabemos de un modo racional que Él es la Verdad o porque nos sentimos amados y nos quedamos en lo gratificante que es esta experiencia, sin trascenderla, sin compartirla, sin que nosotros a su vez, aun de un modo muy imperfecto, nos transformemos en un alter Christus para los demás, es un error aún más grave que no conocerle en absoluto.

La llamada del Señor a Mateo fue irresistible. Una llamada así no es comparable con ninguna otra experiencia humana. Ni siquiera el flechazo amoroso adquiere esta dimensión ni intensidad. Ante algo así Mateo lo dejó todo, y sin saber muy bien por qué: sentir de repente que aquel hombre joven que le llamaba era oscuramente el sentido de su vida, sin comprenderlo, sin saber lo que le iba a suponer seguirle, es uno de los misterios del amor que Dios despierta en los corazones que se abren a Él.

Y como a Mateo el Señor sigue llamando a los hombres y mujeres de todas las épocas, sin importarle que fueran publicanos, prostitutas, reyes o mendigos, despreciados por todos o queridos. Del mismo modo, siguiendo este sencillo modelo de relación humana de amor, hemos de llamar a los alejados para ofrecerles lo que hemos conocido, lo que nos ha sido dado (¡y jamás merecido!). Así, sentí la llamada de Dios por medio de un intermediario. Da igual que aquellos que debieron quererme me quisieran como pudieron o como no quisieron; da igual que aquel amigo que me habló de Cristo lo hiciera cuando en teoría no debería haberlo hecho, pues fue mi terapeuta, que además era psicoanalista (lo primero que nos enseñan en la profesión es a no ser directivos, y menos aún a adoctrinar). En verdad, me habló muy poco del Señor, del que fui descubriendo por mí mismo de forma autodidacta. Me transmitió la presencia de Dios con su afecto limpio, profundo hacia mí. Yo no estaba acostumbrado a que nadie me estimara especialmente. Aquel hombre, de nombre Pedro, sencillamente me amó (por favor, no sean mal pensados, que no fue en absoluto un amor erótico sino agapé). A través del amor de otro sentí que Dios me amaba. Así de sencillo, así de fácil, así de maravilloso y profundo. Esto es también llamada. Ojalá que los demás, o al menos aquellos que se dejen, sientan lo mismo cuando nos ofrezcamos a ellos. Que así sea. 

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